por Rodolfo Oscar Negri –
Sin lugar a dudas, Arturo Enrique Sampay fue, al decir de Arturo Jauretche, uno de los “malditos” de la historia argentina. Jugó en el bando equivocado. Jugó en el bando nacional y popular.
De alta estatura (no solo intelectual, sino también física), de palabra pausada y profunda. Tuve la suerte de conocerlo en la ciudad de La Plata cuando estudié alguna materia de la carrera de abogacía con su hijo y no puedo olvidar que a veces se sentaba con nosotros y después de escucharnos un buen rato, nos decía «Les cuesta entender a los clásicos, porque para entenderlos como se debe, hay que leerlos en su idioma original» o ante mi consulta de porque no enseñaba en la universidad, me respondía: «Después de la irrupción de la dictadura -se refería a la de Juan Carlos Onganía- ¿Cómo se puede enseñar la Constitución si es avasallada permanentemente? Sería un desprestigio imperdonable».
Ideólogo de la Constitución Nacional de 1949, abrevó en La Política de Aristóteles y en la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino; para dejar artículos brillantes en una norma jurídica fundamental: Sobre los derechos de las personas (trabajadores, ancianos, etc.), sobre la educación y la cultura, sobre la propiedad en función social, sobre la función del capital, sobre la propiedad de los recursos naturales, en fin… sobre tantas, pero tantas cosas mas…
El constitucionalismo social lo tiene como uno de sus puntales mas importantes y oponiéndose a la concepción liberal, establece principios jurídicos que sirven como base a la doctrina justicialismo.
No obstante eso, fue perseguido por los amanuenses, durante la última etapa del peronismo (tuvo que escaparse del país, disfrazado de cura al Paraguay) y vió –con tristeza– desde Montevideo quemar sus obras (después del 55) porque se las consideraban parte del “régimen”. Recién pudo retornar en 1958 con la amnistía de Frondizi.
Sus obras fueron tomadas como bibliografía para el constitucionalismo moderno de América Latina (Uruguay, Chile, Colombia) y –desgraciadamente– (¿casualmente?) su mayor obra en lo que hace a la vida de la Argentina que fue su influencia notoria y decisiva en la Constitución de 1949 fue «olvidado» por el Congreso Constituyente argentino de 1994. Sampay debe ser, para los entrerrianos, un orgullo. Para los uruguayenses –además– una muestra del nivel de calidad de la enseñanza del Histórico Colegio Nacional, de donde egresó como un alumno destacado.
Tomamos este escrito que creemos que refleja objetivamente su enorme valía que fuera publicado por el Colegio de Abogados de la Capital Federal y escrito por el Dr. Alberto González Arzac.
«El Instituto de Derecho Político de este Colegio homenajeó, cuando se cumplieron 25 años del fallecimiento, a un maestro del derecho público: Arturo Enrique Sampay. Sus obras trascendieron las fronteras del país, editándose en Francia, China, España, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Tuvo actuación descollante en la Convención Constituyente de 1949, que también trascendió nuestros límites, inspirando cláusulas constitucionales de Francia (1958), Uruguay (1967) y Chile (1967 y 1971).
Hijo de Fernando Sampay y Antonia Berterame, nació en Concordia (Entre Ríos) el 28 de julio de 1911. Entre 1925 y 1929 cursó estudios secundarios en el Colegio Histórico de Concepción del Uruguay. A partir de 1930 ingresó a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de La Plata, donde egresó en 1932 con brillantes calificaciones. Viajó a Europa, donde perfeccionó su preparación en cursos dictados en Zürich por Dietrich Schindler (discípulo de Herman Heller), en Milán por monseñor Olgiati y Amintore Fanfati, y en París por Louis Le Four y Jacques Maritain.
De vuelta a la Argentina escribió su primer libro sobre la Constitución entrerriana de 1933, prologado por Faustino Legón en 1936. Luego fue dando a conocer una extensa producción sobre el derecho público, donde se destacaron «La crisis del Estado de Derecho liberal-burgués» (1942) y «La filosofía del iluminismo y la Constitución argentina de 1853» (1943).
En 1944 Sampay obtuvo la cátedra de Derecho Público en la Facultad de Ciencias Jurídicas de La Plata, ciudad donde se radicó con su esposa, Dora Navarro, y adonde nacieron sus hijos Dora Mirta, María Alicia y Arturo Enrique. La provincia de Buenos Aires lo nombró asesor de Gobierno y posteriormente fiscal de Estado. Fue elegido diputado constituyente en 1949; sus discursos y trabajos en la Convención fueron reunidos en diversas obras. Como se recordará, la Constitución de 1949 promovió reformas en el orden político, cultural, económico y social, siendo ilegítimamente abrogada en 1956 por un bando militar del general Pedro E. Aramburu.
En 1951 dio a conocer su «Introducción a la Teoría del Estado», que es un libro cumbre de la ciencia política argentina. Fue reeditado en nuestro país por Omeba (1961), la Secretaría de Cultura de la Nación (1994) y Theoría (1996), así como en España por Aguilar. El profesor de la Universidad de París André Hauriou consideró que es una de las obras más acabadas en la materia, al nivel de las de Jellinek, Kelsen y Heller. Sampay descartó allí teorías idealistas y voluntaristas, decidiéndose por el realismo ontológico, que es una característica en su vasta elaboración científica.
Contingencias políticas posteriores obligaron a Sampay al exilio en Paraguay, Bolivia y Uruguay, naciones donde siguió produciendo obras. En 1958 volvió a la Argentina, continuando la elaboración científica a través de artículos, libros, folletos y conferencias, destacándose «Carl Schmitt y la crisis de la ciencia jurídica» (1965), «Constitución y pueblo» (1975) y «Las Constituciones de la Argentina» (1975).
Falleció en La Plata el 14 de febrero de 1977.
El transcurso del tiempo no ha podido envejecer la obra de Sampay, fundada en las bases perennes de sus conocimientos filosóficos, su envidiable erudición jurídico-política y su rigor científico.
En 1990 el Senado de la Nación dispuso la reimpresión de los diarios de sesiones de la Convención Constituyente de 1949 y de las obras de Arturo E. Sampay en sendas tiradas de tres mil ejemplares, incluyendo sus libros, folletos, conferencias, dictámenes, escritos jurídicos, correspondencia de contenido público, referencias biográficas y de cada uno de sus trabajos, precedidas de un análisis que los sitúe en el contexto histórico que rodeó su aparición. Es de lamentar que aún ese cometido no se haya materializado. Pero desde entonces se han renovado las iniciativas parlamentarias que proyectan esa reedición a través de las diputadas Lelia Chaya, Alicia Castro y la senadora Malvina Seguí, entre otras.
En 1999 la editorial Ciudad Argentina editó su obra póstuma «Constitución Democrática», donde Sampay esboza lineamientos políticos de plena actualidad.
*El Dr. Alberto González Arzac es subdirector del Instituto de Derecho Político del CPACF.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 27/1/2017