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Dejar atrás las falsas grietas para abordar los verdaderos problemas de nuestra gente 

por Martín H. Oliva    –

Leemos con preocupación que la Secretaría de Deportes de la Nación cambió de hecho el nombre de los tradicionales Juegos Evita. Ante ello surge la reflexión inevitable: más de siete décadas después de su muerte, el nombre de aquella abnegada mujer que dio su vida por los ideales de justicia social e igualdad para la mujer argentina, pareciera seguir molestando a determinados sectores. 
A nivel nacional no es el único caso. En la Casa Rosada el Salón de las Mujeres pasó a llamarse “Salón de los Próceres” e incluyó imágenes de figuras de nuestra historia que ya cuentan, desde hace más de siglo y medio, con enorme cantidad de reconocimiento en muchos otros ámbitos (calles, plazas, y hasta ciudades que los homenajean).
Ahora, en nuestra querida provincia de Entre Ríos parece haberse instalado una tendencia semejante. Por estos días, en una de las más importantes ciudades de nuestro territorio, en Concordia, se vive una controversia que resultaría risible si no fuera trágica: mientras varios vecinos de la comunidad concordiense siguen sin recibir respuesta a sus problemas cotidianos, sus dirigentes aparecen enfrascados en discutir si la sala de sesiones debe seguir siendo “Juan y Eva Perón” o se modifica por “Federico Zorraquín”, si el cuadro de ambos líderes históricos del justicialismo debe quedar en el hall del Concejo o pasar a otro lado, si la Avenida de los Pueblos Originarios debe conservar ese nombre o volver a ser “Julio Argentino Roca”.
Este tipo de discusiones nos producen una tristeza infinita. Pareciera que no podemos escapar de esa adicción poderosa y fatal de proponer grietas absurdas en el seno de nuestra comunidad argentina, entre entrerrianos y entrerrianas y, ahora, también a nivel de nuestras hermosas y agobiadas comunidades, que observan azoradas este tipo de discusiones.
Decía el gran escritor y periodista Tomás Eloy Martínez que la necrofilia argentina es tan vieja como el ser nacional. Se refería a esa suerte de “culto a los muertos” que lleva a que buena parte de nuestras discusiones más enconadas tienen que ver con figuras y procesos del pasado, y en cambio, no nos ocupamos de los problemas del presente.
Parte de ese mismo “sindrome”, podríamos decir, es la actitud opuesta: la necrofobia, el odio visceral, ideológico, a personalidades fallecidas. Por desgracia parece también un deporte predilecto en nuestra tradición política. Pero inmersos ya en el siglo XXI, y en una sociedad que, por agrietada, no encuentra los caminos hacia un futuro distinto, ¿no es hora ya de abandonar esas dos actitudes extremas, la veneración hacia las figuras del pasado o el repudio visceral, como si ciertas figuras de nuestro pasado fueran demonios feroces y aún activos?
En Concepción del Uruguay, durante los últimos años, intentamos poner en valor a nuestras figuras históricas, reconociendo sus claroscuros y su humanidad, sus aportes y también sus limitaciones. Por eso fuimos y somos capaces de reivindicar a la vez a José Artigas y a Francisco Ramírez, a Justo José de Urquiza y a Ricardo López Jordán. Por eso impulsamos el estudio y el reconocimiento a cada una de las personas que en democracia pasaron por la gestión municipal, con el libro “Intendentes uruguayenses”, reconociendo allí como un valor la diversidad y pluralidad de pertenencias partidarias, porque todas contribuyeron a hacer de La Histórica lo que es en la actualidad.
Del mismo modo, pusimos en valor el auditorio Arturo Umberto Illia, que en su nombre rinde homenaje a uno de los grandes presidentes que la Unión Cívica Radical le dio a nuestra patria y lo hicimos con la presencia del sobrino nietro del expresidente. También homenajeamos a otro presidente radical injustamente olvidado (y relacionado con nuestra comunidad, puesto que estudió en el Colegio del Uruguay) como lo fue Arturo Frondizi. Asimismo, pusimos en valor con profundo orgullo una de las arterias troncales de nuestra ciudad que lleva el nombre de una de las máximas figuras del radicalismo, como es el caso de Hipólito Yrigoyen. De ningún modo impulsamos, ni acompañamos, la supresión o cambio de ningún homenaje público previamente existente.
No fue casual. Es que estamos convencidos de que la democracia y los valores republicanos son incompatibles, profundamente, con el culto a la personalidad, errónea tendencia que ha causado mucho daño en la vida política nacional, y que ya Mariano Moreno quiso (en vano) erradicar desde el célebre episodio que dio origen al decreto de “Supresión de honores al Presidente de la Junta”. Por eso reflexionó de este modo: “Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. Si me considero igual a mis conciudadanos, ¿por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo? Mi superioridad solo existe en el acto de ejercer la magistratura, que se me ha confiado; en las demás funciones de la sociedad soy un ciudadano, sin derecho a otras consideraciones que las que merezca por mis virtudes” (Gaceta de Buenos Aires, 8 de diciembre de 1810).
Pero la contracara del culto a la personalidad es la demonización de otras personalidades, y es también incompatible con la democracia y los valores republicanos. La pretensión de borrar de la historia a personalidades que desagradan al mandatario circunstancial, esto que podríamos llamar necrofobia, es una actitud que solo genera odio, violencia y reacciones marcadas por esas emociones indeseables.
Alentamos a que, en bien de nuestra comunidad, que observa desconcertada la pérdida de tiempo de sus representantes —tiempo que deberíamos ocupar en acordar las soluciones a los graves problemas que la abruman en la actualidad—, se abandonen estas absurdas iniciativas para priorizar lo que realmente es nuestro deber en tanto depositarios de las responsabilidades institucionales con que nos han honrado nuestros vecinos y vecinas. Solo así estaremos a la altura de las figuras que nos precedieron y de las demandas de las generaciones venideras.
Martín H. Oliva – senador por el Departamento Uruguay

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