por Pablo Stein –
Nos referimos a la economia predominante y que heredada de la colonia recibieron los hombres de mayo.
Este análisis es fundamental para explicar los sucesos posteriores y la toma de posiciones de los distintos gobernantes, los intereses en pugna y las traiciones al ideal de una nación económica y políticamente soberana, que llevaron a una nueva dependencia, esta vez no ya de un país de régimen feudal como España, sino de una Inglaterra en plena revolución industrial y por lo tanto necesitada de materia prima barata y gobernantes condescendientes con el poder imperialista de turno.
Cuando hablamos de relaciones feudales, trasladas desde España al territorio americano, nos referimos a un sistema social y económico basado en la autoridad de los que en Europa se denominaron señores feudales y que aquí conocemos como grandes terratenientes, estancieros, o si se quiere una definición más cercana en el tiempo: la “oligarquía vacuna”.
Como todos los territorios americanos no eran posesión de la nación española, sino del rey, eran tierras realengas, las que fueron repartidas entre los primeros “adelantados” en el Rio de la Plata y fue así como no solo las tierras, sino quienes las habitaban pasaron a ser propiedad del adelantado o encomendero que recibía los favores del monarca.
Surgieron por ello enormes posesiones en manos de un solo dueño, lo que hizo que a medida que los territorios se fueron poblando la gente terminara trabajando de la misma forma con la cual el feudalismo imponía en Europa la explotación de los llamados “siervos de la gleba”, esto era, entregar al poderoso la mayor parte de su trabajo, la mayoría de las veces en especie y no en metálico.
Quienes producían en nuestra zona como en la Banda Oriental eran campesinos, entre estos algunos acomodados, la mayoría medianos, pobres y simple jornaleros y casi todos carentes del dominio directo de la tierra que trabajaban y en muchos casos forzados arrendatarios de los estancieros que monopolizaban la propiedad de las mejores tierras. El emergente campesino más típico fue sin dudas el peón de estancia.
Regalando campos
Pese a que nuestros patriotas más esclarecidos, Belgrano, Castelli, Monteagudo y Moreno ya habían definido al latifundio como uno de los males que impedían el desarrollo del país, nuestros gobernantes regalaban vastas extensiones de tierras a personajes como Felix de Alzaga o Tomas Anchorena y permitían el ingreso de manufacturas de Inglaterra ahogando a las artesanías del interior, sobre todo las textiles, al punto tal que los gauchos usaban ponchos fabricados en los talleres de Manchester. Hacia 1835 las exportaciones de cuero representaban el 65% de los ingresos del tesoro y 1500 terratenientes eran dueños de 13. 750.000 ha, superficie mayor que todo el territorio ingles por lo que el arrendamiento era el único medio que tenían quienes desearan progresar, por lo cual puede considerarse como muy positiva la venta de tierras a inmigrantes en Entre Ríos.
Conclusiones
La Industria no existía, lo poco que había eran talleres artesanales, esto era a tal punto así que hacia 1853 solo existían en Buenos Aires unas 106 fábricas que en total ocupaban a no más de 2000 obreros y comprendían 49 molinos de trigo, 10 establecimientos dedicados a la fabricación de fideos, 8 de velas, 4 de licores, 3 saladeros, 3 graserías, 2 de carruajes y 2 fundiciones de metales.
Comparemos todo esto con el Saladero Santa Cándida que empleaba 300 trabajadores en una ciudad cuya población era de 2.500 habitantes.
En definitiva, así funcionaba la economia, se producía trigo, cueros y carnes y casi todos estaban dedicados al pastoreo y cuidado del ganado junto a otras tareas anexas o derivadas de la explotación pecuaria, como la obtención de cueros o salazón de carnes.
Bibliografía consultada:
Jaime Fuch¸” Argentina, su desarrollo capitalista”