Por German Bercovich  –  

El pasado 18 de noviembre, La Nación publicó un interesante artículo sobre adicciones. En él (www.lanacion.com.ar/salud/el-medico-que-asegura-que-el-origen-de-toda-adiccion-es-un-trauma-nid2307375) un médico llamado Gabor Mate daba su visión sobre la raíz de las conductas adictivas. Su opinión describe algo evidente, pero aun así no reconocido del todo socialmente: nadie adquiere por propia voluntad un nivel de sufrimiento como el que se transita en una adicción. La culpabilización del adicto es la manera más habitual, a nivel intrafamiliar (y también en algunos círculos por fuera de la familia de los adictos, inclusive en ámbitos de Salud) de tratar con estas personas. Se desconoce que una adicción radica, justamente, en la anulación de la voluntad.

Estos sujetos saben que su vida está siendo absolutamente tomada por determinada sustancia o conducta, pero, en una debacle irracional, no logran dominarse. Las consecuencias de su enfermedad salpican y dañan a sus afectos más y menos cercanos, en una especie de bola de nieve de la cual los adictos, en el mejor de los casos, pueden hacerse cargo durante su recuperación. Es útil que pidan disculpas, pero como quien las  pide  por haber ocasionado una herida accidental.  Es decir, como quien ha infringido un daño durante un proceso incontrolado que lo tenía como protagonista. De ninguna manera creo que los adictos deban pedir perdón desde una posición que se homologue a un victimario intencional. La calidad de gente de una persona adicta, sus valores, su capacidad de empatía y solidaridad, se reconoce fuera de los estados de intoxicación, de ninguna manera dentro.

Hay tratamientos que se basan en la culpa. En inyectarle al adicto una dosis de dolor por lo hecho que lo aleje de la experiencia. A veces puede ser efectivo. A mi juicio, es una tarea que simplifica un trayecto terapéutico que debería ser más complejo y de mayor profundidad: el recorrido de la conformación de su personalidad, la ubicación de los puntos indigeribles de su historia. En ciertas etapas del tratamiento (iniciales), se podrá combinar esta tarea con una dosis de control de la conducta, pero nunca debe perderse de vista que se está lidiando con una enfermedad que tiene a la soledad como ingrediente sustancial. El afecto y el respeto deben estar presentes en todas las intervenciones.

Algo fundamental a tener en cuenta es, también, el momento en el cual el adicto decide embarcarse en un tratamiento de forma decidida. No es diferente a algunos logros madurativos de los niños.  Esa línea que cruzan, y que determina que intenten la recuperación, es marcada por lo individual. No es posible generalizarla, pero existe. Antes de llegar a ella, simplemente seguirán con la conducta adictiva aun habiendo perdido todo.

Sugiero la lectura del artículo mencionado. Agrega información a lo aquí expresado sobre un tema central de Salud Pública.

Esta artículo fue publicado por la revista La Ciudad el 20/11/2019

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