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Cuando el suicidio de Jorge Clark sacudió a Concepción del Uruguay

En la segunda mitad de 1867, la población de Concepción del Uruguay se sintió sacudida por un hecho inusitado: el suicidio de Jorge Clark.

Nombrado rector del Colegio del Uruguay el Dr. Alberto Larroque, en 1854, trajo a su lado al Sr. Clark para que ocupase el cargo de vice rector, confiándole las clases de Comercio con la contabilidad general del establecimiento, Inglés (recordemos que India era protectorado inglés) y la vigilancia interna del colegio.

Ejerció funciones en el Colegio durante los años 1854 al 1867 donde era conocido por los alumnos como “Mister Clark”.

Los años del rectorado de Larroque (1854/1864) fueron conocidos posteriormente como la época de oro. Clark se desempeñó como la mano derecha del rector, a tal punto que se hace difícil discernir la importancia que uno u otro tuvo en esta gloriosa época del colegio. Era conocido como el padre de los estudiantes pobres.

El Dr. Jorge Clark

El distinguido educador, de ascendencia inglesa, había nacido en Calcuta (India), en el año 1798. Algún tiempo después de haber llegado a la Argentina se radicó en Entre Ríos, ofreciéndose al gobierno de Urquiza, en 1854, para dedicarse a la enseñanza. Profesor y administrador del Colegio del Uruguay, constituyó con el famoso rector Larroque un binomio ideal, que dirigió los destinos del establecimiento en la denominada «edad de oro».

Como lo veían los alumnos del Histórico

Un ex alumno que mucho lo frecuentó – Domingo Aramburú – escribió sobre él: «Don Jorge, como le decíamos siempre familiar y cariñosamente, el administrador y profesor del Colegio, aquel inglés nacido en la India, alto como Duplessis, eternamente vestido con su traje de lustrina negra de forma casi talar, recién afeitado siempre su rostro sereno y afable, cuyo único lujo eran sus camisas de inmaculada blancura, su corbata de seda negra con dos vueltas y sus zapatos siempre resplandecientes, y que si era exteriormente el tipo de lo respetable, merecía más que nuestro cariño, nuestra veneración, pues tenía para los estudiantes pobres – aquellos sin ‘recomendado’ – que venían con lo puesto desde los confines de la República, desde Salto y San José, desde Bolivia y el Paraguay, cuidados y cariños casi maternales.

«¿No lo recuerda Ud.? ¿No recuerda que su cumpleaños era una fiesta del Colegio, superior aún a las fiestas patrias, porque era como una fiesta de familia del Colegio, que traía a todos los espíritus el recuerdo de las fiestas íntimas del hogar, las del natalicio de la madre o del padre queridos? ¿Y que su cuarto a la entrada casi del Colegio, se llenaba de flores, dulces, frutas, libros y tal cual otro modesto recuerdo que el buen viejo recibía conmovido hasta el punto de serle difícil resistir sin dulce emoción?».

Una difícil situación

Dotado de un espíritu noble y generoso, muy pronto se convirtió en una especie de protector y tutor de todos los jóvenes, especialmente de los más desvalidos. Cuando a partir de 1862, el Colegio comenzó a atravesar por una dificilísima situación económica, el administrador Jorge Clark, con la legítima esperanza de que algún día le fueran devueltas las sumas que invertía, hizo frente a los gastos más apremiantes recurriendo a la benevolencia de sus amigos y, más tarde, agotados todos los recursos, comprometió su crédito personal, contrayendo deudas y tomando a préstamo, sobre su firma, el dinero necesario.

Una decisión desesperada

El 30 de agosto de 1867, Clark recibió la desoladora noticia de que el gobierno, apremiado por sus obligaciones de vital importancia para el país, no podría hacerse cargo de las deudas del Colegio del Uruguay. Ese mismo día, el venerado maestro, en un acto desesperado, puso fin a su vida, descerrajándose un balazo.

Repercusiones

Su muerte repercutió hondamente entre los estudiantes, sus familias y la población de Concepción del Uruguay que había sido testigo, durante muchos años, de su conducta ejemplar. Quien alguna vez se haya detenido ante el portal del viejo Colegio, habrá observado en la parte anterior de su patio el monumento allí emplazado. Construido en granito, de tres metros y medio de altura, es de forma triangular, salvo su base que es cuadrada. Tres bustos se encuentran en las respectivas caras de la parte triangular: el de Urquiza hacia el frente, los de Larroque y Clark, hacia los costados. El fundador y los organizadores de la época más fecunda en la trayectoria del Colegio Histórico, representados en el bronce por el talento y la maestría del famoso escultor argentino Lucio Correa Morales. El monumento, costeado por suscripción popular, fue inaugurado el 6 de marzo de 1898, bajo el rectorado de Zubiaur, autor de la iniciativa.

Debajo de cada uno de los bustos, sendas placas donadas por el ministro de Instrucción Pública, doctor Osvaldo Magnasco, muestran al visitante desprevenido la significación de aquéllos. La correspondiente al infortunado administrador reza así:

«Jorge Clark / 1798-1867 / Profesor y administrador / 1855-1867 / «Hacer el bien siempre / y el bien por el bien mismo».

Homenaje más que merecido para quien hizo del Colegio del Uruguay la meta de su propia vida, e inculcó a sus alumnos, aparte del desinterés que le era innato, la modestia y la laboriosidad como atributos de la conducta y sabiduría que fueron características de su vida.

Además de una calle de Concepción del Uruguay, su memoria es recordada -como decíamos- en el monumento tríptico erigido en el patio del histórico colegio cuya figura es acompañada por Larroque y el Gral. Urquiza.

(fuentes: HISTORIA DE CONCEPCIÓN DEL URUGUAY por Oscar Urquiza Almandoz – Tomo II y Concepción del Uruguay, historia y turismo)

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 15/9/2020

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