Por Juan Martin Garay –
…”Cuando en 1945 me hice cargo del gobierno, la primera visita que recibí fue la del presidente del F. M. I., que venía a invitarnos a que nos adhiriéramos al mismo. Prudentemente le respondí que necesitaba pensarlo y, enseguida, destaqué a dos jóvenes técnicos de confianza del gobierno para investigar a este <monstruo tan peligroso>, nacido según tengo memoria en los sospechosos acuerdos de Brettón Woods. El resultado de este informe fue claro y preciso: en síntesis, se trataba de un nuevo engendro putativo del imperialismo”… (del libro “La economía social según Juan D. Perón- 1947/1974”, compilado por Juan J. Balati, Editorial de Belgrano).
…“La Argentina ingresa así en la última escala de los países subdesarrollados, en los que la asistencia técnica de los organismos internacionales termina configurando una verdadera intervención extranjera”… (Arturo Jauretche, “El retorno al coloniaje. La segunda década infame: de Prebish a Krieger Vasena”
…”La privación de lo necesario para vivir humilla al hombre; es un drama ante el cuál la conciencia de quién tiene la posibilidad de intervenir no puede permanecer indiferente…” (Juan Pablo II)
Nuestro país, por estos tiempos, se halla en un escenario realmente precario en cuanto al desenvolver del accionar político-gubernamental y su correlato social, donde los excluidos empiezan a ser contados por millones y los pobres por otro tanto. Ante esta realidad, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional nada de beneficioso tiene para una Argentina que tiene aún muchos problemas por resolver. El contexto nacional marcado por el desencanto, el descrédito, la falta de compromiso con la vida y la dignidad humana, han dejado entrever en nuestra Argentina la existencia de una evidente sensación generalizada de abatimiento y desilusión política; siendo esto, por cierto, realmente inaceptable e inconcebible. En la medida que la real falta de compromiso ciudadano se profundice, mayor será esta inhumana situación social que padecen millones de argentinos. El mirar para otro lado, siendo obsecuentes y consecuentes con la inacción de quienes tienen a su cargo los diferentes estratos de conducción dirigencial del quehacer político en sus más variadas manifestaciones, dejando que muchas de las cosas que afectan en su conjunto a un cúmulo de masas sumamente importante sucedan con total normalidad, no es para nada beneficioso. Lamentablemente el individualismo ha llegado, con su espíritu contaminante, a impregnar muchos de los pensares y obrares humanos argentinos, a más de hacer mella en una de las artes más valiosas e importantes en la historia de la humanidad, la política.
La situación socio-política que presenta y vive día a día nuestra Argentina, y su escenario espiritual, ético y social, no es un designio fruto del azar si no por el contrario, motivo de un sin números de sucesos desencadenados, en principio, durante los últimos 40 años. Los mismos condicionaron, junto con el accionar de quienes detentaron el poder en las diferentes etapas de la vida política reciente, la aparición, en el teatro de las operaciones de los partidos políticos, de la deslegitimación de la política y la crisis de representación de la misma.
Vivimos en una sociedad en la que la primacía de lo económico, sin un marco de referencia a lo social y al bien común, pone coto a las diferentes manifestaciones del pensar ideológico. Llevando a una marcada inexistencia, o bien a una mínima ubicación espacial, el debate político hoy más que nunca necesario para analizar esta realidad.
Todo este proceso ha dejado como consecuencia una gran realidad insoslayable, una gran deuda, la deuda social. Deuda que no se soluciona con el Fondo Monetario Internacional. Las circunstancias nos indican, lamentablemente, lo siguiente: los que más pierden y sufren con todo este gran problema político-social que nos aqueja son los pobres y los marginados, los excluidos. Hay una simple expresión popular que expresa y resume en gran medida lo que ocurre “el hilo se corta siempre por lo más delgado”.
Este no es un problema solamente estadístico. Sino ante todo humano. La falta de compromiso solidario y de un diálogo permanente, propio de la vida en sociedad, está haciendo que los marginados sean contados de a cientos de miles. Este compromiso aludido lo es faltante, no solo en la dirigencia en su conjunto sino también en la ciudadanía toda. El hecho que nos acostumbremos a vivir en una sociedad a la que le falte equidad social, y en donde los excluidos sean una triste constante, es una gravísima falta moral que no nos podemos permitir. Es un atentado a la dignidad humana y pone en compromiso la necesaria armonía junto a la anhelada paz social. Por esto debemos acordar entre todos los argentinos que la deuda social no sea dejada a un lado, no debemos postergarla, debe ser una primacía en el quehacer diario de nuestro accionar. Puesto que la misma no es solamente un gran problema instalado en lo más profundo de nuestra sociedad, sino que representa un desafío y una nueva oportunidad para sembrar esperanza de la mano de acciones concretas que traigan como natural consecuencia la cosecha de un cambio real, es decir: el advenimiento de un nuevo comienzo.
Dijo el Papa Juan Pablo II: …”La pobreza tiene diversos significados. El más inmediato es la falta de medios materiales suficientes. Esta pobreza, que para muchos de nuestros hermanos llega hasta la miseria, constituye un escándalo. Se manifiesta de múltiples formas y está en conexión con muchos y dolorosos fenómenos: la carencia del necesario sustento y de la asistencia sanitaria indispensable; la falta o la penuria de vivienda, con las consecuentes situaciones de promiscuidad; la marginación social para los más débiles y de los procesos productivos para los desocupados; la soledad de quien no tiene a nadie con quien contar; la condición de prófugo de la propia patria y de quién sufre la guerra o sus heridas; la desproporción en los salarios; la falta de una familia, con las graves secuelas que se puedan derivar, como la droga o la violencia. La privación de lo necesario para vivir humilla al hombre; es un drama ante el cuál la conciencia de quién tiene la posibilidad de intervenir no puede permanecer indiferente.”
En la evolución histórica, la acción política constituye un poder que organiza la comunidad para orientar lo social, en los términos que mejor satisfagan las aspiraciones generales. La esterilización de esa acción política, en los últimos tiempos, por la afanosa búsqueda personal y sectorial de poder y riqueza deberá arribar a su fin. Esta etapa evolutiva debe estar dada por el fortalecimiento de los lazos solidarios y la construcción de un mismo destino histórico.
Debemos aspirar, en forma conjunta, a conseguir un punto de cohesión y proyección social que permita el mejor desarrollo del hombre y su dignidad, propendiendo así a ejercer la sana manifestación de “la política”; y a encontrar de esta forma una “unidad de acción”, lo que permitirá revalorizar y reposicionar el concepto de “política”. Reconocimiento nunca antes tan necesario como en estos tiempos de esta Argentina impregnada de individualismos plenos y hedonismos puros de este mundo globalizado. Además tenemos que, necesariamente, reconsiderar la relación “ética” entre fines y medios, y ubicar de una vez por todas al ser humano “como la medida de todas las cosas”, destacando así, el ideal del bien común, y la necesidad de construir una sociedad guiada por la Justicia y la Igualdad. Sin exclusiones, sin marginados. Afianzando el gran valor fundamental de la Justicia, para que se respete la ley, se fortalezcan las instituciones y se consolide una democracia fundada en los valores de la verdad y la vida, de la justicia y la solidaridad, del amor y de la paz.