Por Alfredo Guillermo Bevacqua –
Si, debe haber sido ese tipo de campera deportiva celeste con dos bandas blancas que, exultante, le decía a esa llamativa y alta morocha de remera azul y pollerita gris mini, muy mini, : “¡Te dije, dejémonos de joder con el Cenard! ¡Mirá lo que es esto! ¡Mirá!”, y sus brazos abiertos en ángulo de 90º grados, abarcaban a la garrochista brasileña que intentaba superar los 4,22, mientras se largaban los 3 mil metros, y el intendente juntaba en una foto a un pedazo de gloria atlética uruguayense, en Hugo Meriano, Charadía y “Caraco” Labalta, y un paso a la derecha miraban Brian Toledo, Germán Lauro y Chiaraviglio. Y las gradas del CPEF nº 3 cubiertas de pueblo.
Si, debe haber sido ese tipo. Nos metió una mano en la garganta. Y se nos hizo un nudo, y una insólita llovizna, nos nubló los ojos. Porque nos volvió en esas frases mas de medio siglo atrás y nos llevó allá, al sur, a la otra punta de la Avenida Paysandú. A la pista de carbonilla, en el campo de deportes de la Escuela de Aprendices, donde se terminó de forjar la historia del atletismo uruguayense, con aquel campeonato argentino, que tuvo hasta la pompa de la antorcha olímpica recorriendo las calles de la ciudad.
Pero también nos acercamos en el tiempo para recordar al Centro 12, y casi no vimos cuando la brasileña fracasaba en su intento, ni el espectacular remate del ganador de los 3 mil metros, porque supusimos que ese “dron”, que recorría el espacio transportaba la figura del “calvo ilustre que tuvo el sueño eterno de ese celeste solado” que, seguramente, observaba un escenario que desde el aire sería mas impactante aún.
Nos cruzamos con “Caraco” Labalta, y nos dice: “Y pensar que había gente que lo criticaba a La Nasa”. Si era el sueño del profesor Hugo Mario La Nasa, que algún otro entendió y concretó. Aunque esta vez la vida, apurada, no coincidió con los sueños del soñador…