por Susy Quinteros –
Desde el 2 de diciembre de 1942, un decreto emanado del poder ejecutivo de nuestro país convirtió a la flor de ceibo en nuestra flor nacional. Cada 22 de noviembre se conmemora su creación.
El ceibo es una especie autóctona de América del sur. Se destaca por sus vistosas flores rojas que atraen a los colibrís y a otras especies polinizadoras lo que lo convierte en un elemento fundamental para los ecosistemas locales.
Se encuentra principalmente en las regiones del noroeste del país, Misiones, Entre Ríos y Corrientes. Crece en las riberas de los ríos Paraná, Uruguay y Río de La plata. Debido a la belleza y
significación de sus flores, se lo plantó también en otras zonas del país y en la ciudad de Buenos Aires. En esa ciudad por ejemplo se lo puede ver en el Jardín Botánico, en el Parque Carlos Thays de Recoleta, en el Parque Centenario y otras áreas verdes.
Su floración ocurre principalmente en la primavera y se extiende hasta noviembre. Durante este período los ceibos se cubren de brillantes flores rojas y despliegan todo su esplendor. Entre las particularidades de su flor se destacan la forma que recuerdan a la cresta de un gallo, su pigmento que sirve para teñir telas y su uso medicinal como cicatrizante y antitusígeno entre otras virtudes. Su madera es utilizada para la confección de instrumentos musicales.
Las leyendas relatan hechos fantásticos que las tradiciones populares las convierten en hechos reales, así surgió la historia de Anahí una princesita indígena de la tribu guaraní, heroica y valiente que se enfrentó a otras tribus que querían adueñarse de las tierras de sus ancestros y se convirtió en un símbolo de rebeldía indomable. Fue tomada prisionera por sus enemigos y condenada a morir en la hoguera. Se la amarró a un árbol que no daba flores. Iniciado el castigo el cuerpo de Anahí se fue convirtiendo en una hermosa flor de color rojo sangre nunca conocida. Ese árbol era el ceibo y su flor albergaba el alma de la condenada a muerte.
En 1870, el entonces presidente de nuestro país, Domingo Faustino Sarmiento es recibido por Justo José de Urquiza en su palacio entrerriano.
Al regreso de su viaje le escribe a su hijo Dominguito y le dice: te cuento que hay en las orillas de los ríos Paraná y Uruguay bosque esteros de ceibos que ahora están floridos. Que te muestren allí un ceibo y verás que flores lindas.-