CulturaEducaciónHistoriaInterés General

ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DEL GENERAL MANUEL URDINARRAIN

Manuel Antonio Urdinarrain, nació en Concepción del Uruguay el 7 de junio de 1800. Sus padres fueron don Agustín Urdinarrain y doña Petrona López y Segurola. Ingresó en la carrera militar siendo muy joven, poniéndose a las órdenes de Francisco Ramírez. Algunos años después, cuando la Argentina debió afrontar el conflicto armado con el Brasil, se enroló en las filas del Ejército Republicano, peleando denodadamente en la batalla de Ituzaingó.

En la década siguiente se fue consolidando la amistad entre Urdinarrain y Urquiza. Nacidos en la misma época, no sería aventurado suponer que más de una vez habrán compartido juegos infantiles y, más tarde, parecidas ilusiones juveniles. En 1839 ambos integraron, junto con Vicente Montero y Salvador Barceló, una sociedad comercial, destinada a operar en Concordia con productos rurales. Designado comandante del departamento Concordia, dependiente de la comandancia del Segundo Departamento Principal (Uruguay), cumplió una eficaz labor.

La feliz circunstancia de que seamos poseedores de numerosos documentos provenientes del archivo de Manuel Antonio Urdinarrain, entre los cuales debemos destacar el libro Copiador de la comandancia de Concordia, correspondiente a los años 1840 y 1841, nos ha permitido advertir con claridad las virtudes puestas de manifiesto por el funcionario: la escrupulosidad, la energía y el celo en el cumplimiento de su deber.

Para esa época, Entre Ríos se había convertido en el antemural con que chocaron diversas reacciones contra Rosas. Nombrado jefe de la vanguardia del ejército entrerriano, el bravo militar uruguayense participó en numerosos combates y entreveros producidos entre 1840 y 1850. Fueron tiempos duros, preñados de riesgos, de un permanente jugarse la vida a cada paso, de privaciones y penurias.

En los escasos intervalos dejados por la guerra, los méritos aquilatados por Urdinarrain, su claro discernimiento y un interesante bagaje intelectual, lo llevaron a ocupar algunos cargos públicos de cierta relevancia. Así, al promediar el siglo XIX, fue diputado a la legislatura provincial. En tal carácter y en compañía de otros colegas, concurrió, en 1850, al cuartel general de Urquiza para tomarle juramento al ser elegido por tercera vez consecutiva gobernador de la provincia.

Plenamente identificado con los ideales políticos de Urquiza, estuvo junto a él en el proceso iniciado el 1° de mayo de 1851, con el objeto de derribar a Rosas y organizar el país. Después de participar en la campaña de Caseros, permaneció algún tiempo en Buenos Aires, hasta que fue hecho prisionero por los revolucionarios de setiembre (1852).

Iniciadas las hostilidades entre la Confederación y Buenos Aires, el general Urquiza – Director Provisorio de aquélla – debió salir a campaña, por lo que Urdinarrain ocupó la jefatura del Ejército Entrerriano. En tal carácter cumplió una destacadísima actuación. Su figura adquiere en este período perfiles singulares, no ya como guerrero, sino como hábil político colocado en el difícil trance de ser el nexo entre el gobierno de la provincia de Corrientes y el Director Provisorio de la Confederación, pero debiendo muchas veces actuar con decisiones propias, en momentos que se jugaba el futuro de la política de la Confederación.

Por decreto del 17 de setiembre de 1856, Urdinarrain comenzó a revistar en el Ejército Nacional, aunque el reconocimiento de sus servicios se retrotrajo al 3 de febrero de 1852, día de la batalla de Caseros.

En 1860, dos acontecimientos importantes signaron la vida del viejo militar uruguayense. Uno, el ser designado presidente de la Convención Constituyente de la provincia de Entre Ríos. El otro, su renuncia al cargo de Inspector General de Armas.

Para ese entonces, Urdinarrain llevaba ya muchas campañas militares realizadas. Necesitaba de la tranquilidad de su hogar, de la calidez de su familia. Pero ello no implicó su retiro definitivo de la vida pública. Por el contrario, la experiencia adquirida en su actividad legislativa y en otros cargos de alta responsabilidad, le permitió afrontar con éxito el llamado a ocupar la primera magistratura. En efecto, ya en vísperas de Pavón, el gobernador Urquiza solicitó a la legislatura permiso para ausentarse de la provincia. Acordado éste, el 25 de junio de 1861, Manuel Antonio Urdinarrain, por ese entonces presidente de aquel organismo, debió hacerse cargo del Poder Ejecutivo.

Somos poseedores del original de la nota de aquella fecha, firmada por Urquiza y Luis J. de la Peña, mediante la cual se le comunica su designación. «La Provincia, que reconoce los servicios prestados por V.E. – concluye la nota – espera confiadamente que el destino que hoy pone en sus manos, sabrá aumentar los títulos que lo hacen acreedor a un distinguido reconocimiento».

Gobernador interino, diputado a la legislatura, senador suplente por la provincia de Entre Ríos, fueron otros tantos hitos en la vida política de Urdinarrain. Pero además, en todo ese tiempo, estuvo estrechamente vinculado a una de las instituciones culturales más importantes creadas por Urquiza: el Colegio del Uruguay. Dada la jerarquía del establecimiento las mesas examinadoras se constituían no sólo con los profesores del Colegio, sino con personalidades residentes en la ciudad de Concepción del Uruguay: abogados, médicos, sacerdotes, militares, etc. Y en ellas es más que frecuente advertir, a lo largo de muchos años, la presencia del general Urdinarrain.

El tiempo fue transcurriendo inexorablemente. Fatigas de muchos combates dejaron huellas que cada vez se hacían más profundas. Hacia 1866, el viejo militar uruguayense se sintió enfermo. Tres años largos de una dolencia sin remedio. Otra vez cara a cara con la muerte. ¡Mas, qué importaba! ¿Acaso no la venía desafiando desde los años lejanos de la adolescencia? La había vencido tantas veces en batallas y entreveros… Pero esta vez había llegado el momento definitivo. Se aferró a la vida con desesperación, pero fue inútil. Tres años son demasiado tiempo para una enfermedad penosa y sin remedio. La muerte llegó, por fin, en la ciudad de Buenos Aires, el 25 de julio de 1869.

Entre los oradores que hicieron uso de la palabra al sepultarse sus restos, estuvo el doctor Alberto Larroque, el rector de la «edad de oro» del Colegio del Uruguay y su amigo de tantas horas en los días uruguayenses. Y al conocerse la noticia de su deceso, un periódico de la época expresó: «la provincia de Entre Ríos se hallará a estas horas sumergida en el más profundo dolor, porque ha perdido a uno de sus mejores hijos, y el ejército argentino uno de sus mejores jefes».

(fuente: HISTORIA DE CONCEPCION DEL URUGUAY 1783 – 1890. Tomo I  del Prof. Oscar Urquiza Almandoz)

Nota publicada por la revista La Ciudad el 25/7/2019

 

Related Articles

CulturaEducaciónHistoriaInterés GeneralNacionalesPolíticaSociedad

LA CUARTA INVASIÓN INGLESA

Por Juan Domingo Perón   –     Esta columna escrita por Juan Domingo...

Interés GeneralCulturaCuriosidadesEducaciónHistoria

La Ciencia Calendárica Clásica – CHUN YAX OCTHE — de los MAYAS Precolombinos.

por PROFESOR EDUARDO CAMPI  –     “Acaso los problemas Calendáricos, constituían a...

CulturaEducaciónHistoriaInterés General

El ‘Despertar del Obrero’

  Ubicada en la esquina Noroeste de las calles Rocamora y Salta...

Interés GeneralHistoria

La historia del desconocimiento del paradero del cuerpo de Urquiza por 80 años

La muerte del general entrerriano guara consigo una historia muy poco conocida...