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Suicidio adolescente: ¿Quién los ha matado? Fuenteovejuna lo hizo

Por Héctor Luis Castillo*   –

Pocas temas resultan tan difíciles de tratar como hablar acerca de la muerte. Cuánto más difícil aun si se trata de la muerte auto provocada. Del suicidio. Muerte ritual en ciertas culturas, muerte altruista en otras. Muerte absurda. Muerte injusta. Muerte pecado. Muerte.

“Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.”
Cuando se intenta analizar un problema que desde algún lugar nos incomoda, la salida más habitual es tomar distancia afectiva y apelar, por ejemplo, a lo que podemos llamar retorica de la verdad. La retórica es el método que, mediante la persuasión, busca hacer llegar o transmitir un mensaje intentando convencer a quien lo escuche de la verdad del mismo. Esa verdad no es la misma desde el punto de vista de la filosofía, de la medicina, de la religión, la psicologia o de la sociología, por nombrar algunos de los campos del conocimiento que han abordado –cada uno desde sus saberes- la cuestión del suicidio. Desde dónde ¿en qué lugar nos ubicamos para hablar acerca de algo que puede ser discutido y discutible desde lo moral, lo religioso, lo filosófico o lo científico? Quitarse la vida ¿es una manifestación de libertad o de locura?
Durante muchos años, el suicidio fue considerado lisa y llanamente una enfermedad mental o bien una consecuencia casi inevitable de la misma. La enfermedad mental —concluyó hace poco tiempo un congreso de suicidiología— es el factor de riesgo más importante, por lo tanto, es algo individual y estrictamente biológico. Es decir, después de soportar siglos de persecución religiosa, jurídica (no olvidemos que el intento de suicidio está penado), pareciera que todo se reduce a una patología, una enfermedad sobre la que a veces se puede hacer algo y, muchas veces, nada. Pero no es problema de la ciencia ni de nadie. Son cosas de la naturaleza.
Aunque parezca increíble, aun hoy hay quienes olvidan que E. Durkheim, el iniciador de la sociología, en su primera obra (casualmente dedicada a esa temática y titulada El suicidio) ya proclamaba que el suicidio no es un acto individual sino un fenómeno social dependiente y condicionado por un conjunto de influencias sociales como la familia, la religión, el trabajo y la profesión. Esto fue escrito en 1897.
No puedo con mi estrella.
Y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.”
Porque no puedo vivir la vida que quiero prefiero morir la muerte que elijo. Ese pareciera ser el mensaje no dicho, no escrito, quizás ni siquiera elaborado. ¿Y cuál es la vida que se puede elegir? ¿Se puede elegir? Nos han convencido de que el éxito es la clave de la felicidad y que la felicidad es la posesión de lo efímero, lo material, lo que tiene precio y no valor, lo que se compra. Más tengo, más valgo. Soy por lo que poseo y no por lo que soy, lo que doy, lo que siento. Nos han colocado un código QR en la conciencia.
El suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 24 años de edad, después de accidentes y homicidio, sin embargo, lo que silenciosamente subyace es la relación directa entre los trastornos mentales y el suicidio, y eso hace que muchos adolescentes que piensan en quitarse la vida no recurran en busca de ayuda, ya que buscar ayuda es reconocer, tácitamente, que se está insano. La prevención del suicidio sigue sin ser considerada un problema de salud pública y pocos países han incluido la prevención del suicidio entre sus prioridades sanitarias.
No solo hay que decir, hay que hacer. Y por eso acá, en esta nuestra ciudad del nombre largo, estamos trabajando para que nuestra sociedad pueda visibilizar lo que esta misma sociedad está provocando. “¿Quién lo hizo? Fuenteovejuna lo hizo”.
Eso debemos asimilar y actuar en consecuencia. No busquemos culpables, tomemos el guante de la responsabilidad y hagámonos cargo de nuestra parte en esta historia a fin de modificarla. Todos cumplimos un rol, hagámonos cargo. Somos lo que hemos hecho de nosotros y si algo no hicimos bien, es hora de hacernos cargo y repararlo. Hagamos lo que se espera de nosotros, lo que esperan de nosotros nuestros hijos, nuestros jóvenes, nuestra historia. Para cambiar esa historia. Para no recitar ni escuchar recitar, con los ojos empañados de lágrimas, las dolientes estrofas de Miguel Hernández:
“No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.”
*Médico y Concejal por Gualeguaychú Entre Todos