Los portugueses atacan y saquean Concepción del Uruguay.
Los portugueses que invadían la Banda Oriental, a principios de mayo de 1818 ingresaron por río Uruguay en las inmediaciones de Concepción del Uruguay.
El 12 de mayo se encontraron navegando cerca de la villa entrerriana, a la altura de Paso Vera y fueron sorprendidos por el fuego de una batería que se hallaba instalada en el lugar. Se desató un combate que duró tres cuartos de hora, la batería resultó dañada y la embarcación también.
A la mañana siguiente los portugueses recibieron el auxilio de la caballería al mando de Francisco Xavier Curado y atacaron nuevamente a la villa. Ingresaron y la saquearon durante varios días. Pasada esta desagradable instancia los invasores repasaron el Uruguay.
Bibliografía: Urquiza Almandoz, Historia de Concepción del Uruguay, 1783 – 1890, T. I, Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, delegación argentina, 2002.
Detalle del momento histórico
En su notable obra sobre la Historia de Concepción del Uruguay, el profesor Oscar Urquiza Almandoz (en el tomo I) nos relata mas detalladamente aquel luctuoso momento.
«Ocupación y saqueo. Sin embargo, no vinieron días de tranquilidad para los hombres y mujeres de la villa, tantas veces conmocionada a lo largo de la década. Los acontecimientos bélicos desarrollados en el Arroyo de la China parecían sucederse sin solución de continuidad. Otra vez el enemigo era el invasor portugués posesionado de la Banda Oriental. En ésta, Lecor era dueño de la costa del Plata, desde Maldonado a la Colonia y Francisco Xavier Curado, de la margen izquierda del Uruguay, desde las Misiones hasta el Salto. Con el auxilio de la escuadra que dominaba los ríos, no era difícil reunir ambas fuerzas en Paysandú y amenazar a Entre Ríos. El punto neurálgico era, sin duda, al igual que en otras oportunidades, la villa de Concepción del Uruguay.
El general Lecor, sitiado en Montevideo por las fuerzas de Artigas, e interceptado su ejército del Alto Uruguay, resolvió dominar la navegación de este río a fin de abrir comunicaciones y combinar operaciones. Para tal efecto organizó una escuadrilla que penetró en el Uruguay a principios de mayo de 1818. El buque mayor – una goleta – se adelantó en medio de una solemne soledad, sin encontrar una sola embarcación en su trayecto, ni percibir un solo habitante en sus entonces desiertas márgenes.
El 12 de mayo seguía la goleta impulsada por una brisa del sur, cuando a la altura del Arroyo de la China, en el punto denominado Paso de Vera, se percibieron dos jinetes en la costa entrerriana, que inmediatamente se ocultaron. Poco después, los tripulantes de la goleta portuguesa fueron sorprendidos por el fuego de una batería de tres cañones que se hallaba disimulada en el monte, en cuyas inmediaciones habían aparecido los dos jinetes. El ruido de los cañonazos se repitió una y otra vez, multiplicado por el eco de las islas. Y llegó hasta la villa de Concepción del Uruguay, cuyos habitantes comprendieron enseguida que nuevamente el peligro se cernía sobre ellos.
El combate duró tres cuartos de hora, pues la goleta respondió el ataque. La batería de tierra quedó con una pieza desmontada y algunos muertos y heridos fecundaron con su sangre generosa la tierra que querían defender. Por su parte, la goleta portuguesa, con un herido, dos rumbos en su costado y algunas averías en su arboladura y velamen, buscó refugio en una isla fronteriza, cercana a la costa oriental.
Al menos, por el momento, la defensa de Concepción del Uruguay frente al avance portugués, había dado resultados positivos. Ella había estado a cargo de su comandante militar Francisco Ramírez, quien fue el que se encargó de establecer las baterías de tierra y dirigir las operaciones.
Pero lo peor no había pasado aún. Al despuntar la aurora del día siguiente, iluminando el pintoresco paisaje de aquella parte del Uruguay y soplando una ligera brisa del norte, que rizaba suavemente la superficie de las aguas, los tripulantes de la goleta vieron aparecer por entre el monte de la costa oriental, a una gran cantidad de jinetes. Sumamente alarmados, al ver que su número crecía considerablemente, los marineros portugueses empuñaron sus armas y se aprestaron a un nuevo combate.
Pero cual no sería su sorpresa, cuando al izar el pabellón de Portugal al tope del mástil, la multitud de jinetes hizo jubilosas demostraciones, disparando sus armas al aire y saludando con entusiasmo a los marinos. La conclusión fue inmediata. Se trataba de la vanguardia del ejército del jefe portugués Francisco Xavier Curado, que atraída por el cañoneo del combate del día anterior, había avanzado hasta la costa del Uruguay, frente al Arroyo de la China.
Reunidos los marinos con el jefe del ejército, decidieron intimar rendición a la batería entrerriana, amenazando saquear la villa de Concepción del Uruguay si no se entregaba en un plazo perentorio. Sin embargo, no era tan fácil para los portugueses consumar la amenaza. La batería se hallaba protegida por fuerzas de Francisco Ramírez, compuestas de alrededor de medio millar de hombres. Más arriba del Paso Vera, frente a Paysandú y en la barra del Perucho Berna, había dos baterías más, las cuales estaban guarnecidas por un total de 600 hombres al mando de Gorgonio Aguiar. En el mismo Perucho Berna se hallaba una flotilla artiguista, compuesta por doce embarcaciones menores, defendida por los cañones de la batería de la barra.
En tales circunstancias, un desembarco a viva fuerza con el escaso número de buques de que disponían los portugueses, se hacía muy difícil. Fue entonces que el general Curado, que había bajado hasta Paysandú con el grueso de su ejército, dispuso que el coronel Bento Manuel Ribeiro atravesara el río más arriba, tomase de flanco las dos baterías superiores, dominase toda la costa occidental fronteriza y atacase por la espalda la batería del Arroyo de la China.
Bento Manuel ejecutó la operación con actividad y arrojo. Sus quinientos hombres de caballería atravesaron el río a nado, amparados en la oscuridad de la noche, por el punto denominado San José del Uruguay, frente a la calera de Barquín. Apenas llegados a la otra orilla, montaron en sus caballos y sorprendieron a Gorgonio Aguiar en Perucho Berna, tomándolo prisionero con toda su fuerza. Además, se apoderaron de la batería y apresaron a la flotilla artiguista.
Continuaron luego su marcha y al llegar frente a Paysandú, las fuerzas portuguesas deshicieron a las del comandante Francisco Tejera, que se hallaba allí con 400 hombres de caballería. Sin perder un instante, Bento Manuel Ribeiro cayó como un rayo sobre el flanco y la retaguardia de las tropas del Arroyo de la China, obligando a Ramírez a retirarse precipitadamente, para dirigirse hacia el Calá, donde estableció su cuartel general. En manos de los portugueses quedaron las baterías que eran las mismas tomadas a Balcarce en el Saucesito.
La villa de Concepción del Uruguay estaba a la vista, indefensa, a la mano del que quisiese tomarla. Las calles desiertas. Las casas cerradas. El silencio total. Una ciudad fantasmal y un pueblo angustiado se preparaban para lo peor…
El momento tan temido llegó al fin. Ninguna defensa podía intentarse. Tan solo poner la esperanza en Dios…
Los portugueses se desparramaron por la villa y a la ocupación siguió el saqueo. Víveres, ropas, vajillas, alhajas, todo cuanto cabía en las anchas alforjas del pillaje, constituyó el botín de los conquistadores. La ocupación duró pocos días, pero las secuelas perduraron largo tiempo.
Singularmente satisfecho, después de arrebatar una numerosa caballada y cobrar un buen tributo, Bento Manuel repasó triunfante el Uruguay, protegido por la escuadrilla portuguesa.
Fuentes: Genoma e Historia de Concepción del Uruguay de Oscar Urquiza Almandoz, Tomo I.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 19/5/2020