Por Carlos Alberto Negri –
Comentarios superficiales sobre la muerte y algunas dificultades de la inmortalidad para matizar cuarentenas en los tiempos del coronavirus
No me acuerdo en que andaría mi traqueteada croqueta cuando, hace unos años, escribí el bodrio que sigue, texto que adolece de cierta y limitada pretensión literaria y arrastra ese sesgo sobrador que en nada ayuda a la superación de la grieta que agobia a la sociedad de los argentinos, tampoco es del todo claro que relación guarda el tema con la pandemia en curso, mas allá de la obviedad de que la peste y la muerte son parientas cercanas. Ahora, visto cierto texto que escribió mi compañero y amigo Don Horacio González, publicado en la contratapa de Página/12 el domingo pasado, me dije, ¿y por qué yo no puedo decir, también, boludeces…?
Allí va.
Para un bípedo implume de la pampa húmeda como uno hablar de la muerte es medio…, pestilente…, eso, pestilente está bien, es de pésimo gusto dirían las chicas del Jockey de La Plata que se abrirían con aquel gesto típico, ese mohín entre el desdén y asquete, que les era característico (y me acuerdo de una que…).
El término que me viene a la mente no es miedo, ni nada parecido, diría mejor esa compleja sensaciónmezcla de expectativa y tensión que produce un entrevero o aventura que puede llegar a comenzar en cualquier momento.
Ahora, si de reflexionar se trata, la nota dominante es el asombro una vez que se venció la barrera de cierto bloqueo mental.
Es que resulta difícil sino imposible imaginarse muerto a uno mismo y solo se puede reflexionar eliminando la, paradoja si las hay, descripción de la vivencia de la muerte, pero bien valdría la pena exorcizar tal pestilencia con un poco de salsa criolla, vamos a ver que es lo que sale.
Parece indiscutible que la muerte no siempre estuvo allí. En algún punto de la historia, no importa cual sea la mitología que se adopte, aparece, luego, antes no estaba.
Podría argumentarse lo inverso, que a la luz de lo que conocemos del universo el estado excepcional es la ocurrencia de la vida, luego, la muerte, en tanto que no existencia, sería anterior a todo.
Sin embargo obsérvese que la muerte no es nada en sí, sino que requirió o requiere como precondición la ocurrencia de la vida, entonces no es que antes de la vida no existía la muerte sino que en ese antes todo erala nada, o algún algo parecido
Tampoco la vida siempre estuvo allí, o aquí. La lógica formal nos pone ante la necesidad de sostener que tiene que haber ocurrido, en algún momento, algo así como un salto cualitativo de la simple mezcla de minerales hacia su, digamos, articulación dinámica autosuste
No voy a ni siquiera intentar definir que es la vida, pero me gustó lo que me salió mas arriba: articulación dinámica
Le falta, pero para empezar no está mal.
Primero ocurrió la vida y luego ella se perdió, o algo así, a este episodio sería a lo que le llamamos la muerte, siempre, pero siempre, desde el principio, pero no antes.
La conciencia de la vida y de la muerte, que, a poco pensar nos introduce en los vericuetos de la confusión, la angustia o la locura, esta conciencia que podemos denominar como el principio necesario de la Historia, también debiera haber aparecido en algún momento del transcurrir de los tiempos. Pero no es ese el tema.
Tampoco es esto literatura fantástica, eso es demasiado fácil.
Para los griegos de la antigüedad la muerte era un Dios, Tanatos, según algunas versiones hijo de Tártaros, la profundidad de la tierra (no es el infierno,los griegos no tenían de eso), y de Gea, la tierra misma, Tanatos tenía un hermano, Hipnos, y mantenía, o mantiene, una bronca brava con Cronos, el tiempo.
La Muerte contra El tiempo, buena pelea.
No es que la mitología griega fuera tan completa, es el desarrollo posterior de la cultura de occidente europeola que organizó sus mitos en ricas metáforas y complejas construcciones, que aquellas generaciones de griegos
Pero primero lo primero, a la mitología oficial.
Uno, algunos, o muchos judíos anónimos, quizás
El Islam no solo no cuestiona esta parte de la historia de la creación sino que la confirma. En el versículo 2 del capítulo III de El Koran, entre otros tantos textosdel mismo tenor, el Arcángel Gabriel le dice al Profeta: “El (Dios) te ha enviado el libro que encierra la verdad para confirmar las Escrituras que le han precedido. Antes hizo descender el Pentateuco y el Evangelio, para que sirvieran de guía a los hombres, y ha enviado el Koran desde los Cielos”. El primer libro del Pentateuco es el Génesis.
No existe mitología menos discutida que esta.
Palabra del Señor.
Siendo así como parece ser, entremos en el Génesis.
Luego de las bastante livianas labores que a Yahvé le costó la creación del universo, una semanita, quedó creado también el jardín del Edén cuya ubicación geográfica no es muy difícil de identificar. Veamos, del Edén salía un río que se abría en cuatro brazos, uno se llamaba Pisón, el segundo Guijón, el tercero Tigris y el cuarto Eufrates. Lo que nos pone, mas o menos, entre los 36 y 39 grados de latitud Norte y los 41 y 45 de longitud Este, concretamente allí donde se juntan Turquía e Irán, en el norte de Irak. No falta a quien le resulte sospechoso que la Biblia nos cuente que habíaallí mucho oro y muy fino, bedelio y onix, pero omita que también había petróleo, mucho y del bueno, pero esa es otra historia.
Entonces, en el medio del Edén había un jardín, en el medio del jardín los árboles de la Vida y del Conocimiento, un lugar agradable en el que Yahvé salía por las tardes a tomar fresquito (sic).
Ahí nomás Yahvé le dijo a Adán que podía comer de cualquier árbol del jardín menos del árbol del Saber, porque “si comieres de él morirás”.
Pobre Adán. No sabía nada de nada, ni se daba cuenta que andaba en bolas y menos aun que no tenía vergüenza por eso, es que tampoco sabía que era la vergüenza, y recibe el primer emplazamiento judicial de la historia: si comés de ese árbol sos boleta. Siendo como era Adán un ignorante absoluto y el primer hombre, no solo desconocía que estaba bajo apercibimiento de pena capital, ni siquiera sabía que era la muerte, que, recordemos, es nuestro tema.
Es momento de que alguien asuma la defensa de este pobre desgraciado y de su dignísima esposa, la inimputabilidad es obvia y la arbitrariedad de Yahvé grosera. Primero crea el universo, después el jardín, después el hombre y la mujer, no se sabe cuando el Conocimiento y lo pone en un árbol, después le dice al opa que El creó que no coma de ese árbol porque le pasará algo que el marmota ni se imagina de que le está hablando, además come y no se muere nada, pero ahora que se avivó sabe que puede hacer lo que Yahvé prohíbe, y que no te pasa nada. No es serio. Entramos en tema: Yahvé expulsa a Adán y Eva del norte de Irak, la Biblia llama a este episodio “la caída”, ¿y cual es la razón que esgrime? Que no vaya a ser cosa que alarguen la mano y tomen también frutos del árbol
Un dios pijotero y jodido este Yavhé, digo nomás, me parece.
Queda claro que la decisión respecto a la ocurrencia de la muerte ya estaba tomada de antes, hay premeditación pero además alevosía, se castiga a un ignorante, tan ignorante que ignora la existencia de la ignorancia misma, a quien se pretendía mantener en esa condición hasta que se resolviera sobre el momento de su destino, que sería la muerte. Y es de destacar que la Biblia es abiertamente tendenciosa en sus noticias, se omite tanto el momento en el que Yahvé creo la muerte como la funcionalidad hipotética de la misma, descargando todo sobre las espaldas de Adán y Eva sin la mas mínima razonabilidad, con
De acuerdo con los cálculos que surgen del mismo Génesis la caída de Adán
De acuerdo con los registros del Génesis la primer ocurrencia de la muerte, es la de Abel, es de señalar que, de acuerdo con los mismos registros, la vida en aquellos tiempos se extendía bastante. No voy a hacer aquí el promedio de vida de por entonces pero Adán, por ejemplo, vivió 800 años, Matusalén, famoso por su longevidad, hijo de Henoc, nieto de Caín, vivió 969 años, y fue por entonces que, aparentemente por una cuestión de rehuir responsabilidades tan largas e inciertas respecto de las conductas de los hombres y mujeres (que parece que dejaban bastante que desear), Yahvé decidió poner en 120 años el límite de la vida y chau (Gen. 6.3). Insisto, un jodido y un pijotero.
Hay otras mitologías. Dicen los sacerdotes de los laboratorios de física que los rayos cósmicos que ingresan en la atmósfera son absorbidos por todos los seres vivos hasta su muerte, el carbono 14 es uno de esos elementos presente en los rayos cósmicos. Con la muerte de cualquier organismo la presencia del carbono 14 comienza a disminuir en forma relativamente regular reduciéndose a la mitad cada 5.730 años, ni mas, ni menos. Sometiendo al organismo en cuestión a un isótopo de carbono 14 se produce la desintegración radiactiva del organismo y se podrá determinar la cantidad de carbono 14 restante y así calcular el tiempo transcurrido desde la muerte. El método presenta un problema: solo puede ser usado con restos de una antigüedad no inferior a los 40.000 años. Aun suponiendo que esto fuera cierto estamos ante una solución y un problema: la muerte existe desde hace mas de 40 mil años, pero no sabemos cuanto mas.
No importa cual sea la versión que se acepte, creacionista, evolucionista o la que fuere, no puede existir duda respecto de que en algún tiempo la muerte no existió.
Siendo que no puede descartarse como hipótesis que antes de la muerte lo que existía no era la nada antes de la vida, sino la vida interminable, no podemos dejar de lado lo que llamaremos el universo de la inmortalidad.
Las versiones sobre la inmortalidad que conocemos son solo producto de la literatura.
En el tercer viaje del Capitán Gulliver, en el reino de Luggnagg, toma noticia de la existencia de los struldbruggs, que nacen con una señal roja y redonda sobre el parpado izquierdo, señal indudable de que serán inmortales, lo que lo llenó de alegría: “feliz la nación (exclama) donde todo niño nace con al menos una posibilidad de ser inmortal!, hombres que serán sabios y libres del temor a la muerte”, y especula sobre las ventajas innúmeras de tal condición. Pero la realidad no era esa en Luggnagg, ocurría en la práctica que hasta los 30 años los inmortales (nacían solo 2 o 3 por generación) viven como los demás, de allí en mas se vuelven melancólicos y amargados, pasados los 80 años, fallecidos todos su congéneres, y cargados de los achaques propios de la vejez, se tornan testarudos, malhumorados, codiciosos, vanidosos y charlatanes, pero lo mas grave, cuenta Gulliver, es la envidia que los embarga, envidian los vicios de los jóvenes y la muerte de los ancianos, no recuerdan casi nada y lo que dicen recordar es erróneo cuando no directamente falso, la ley establece que después de los 80 años no pueden ser propietarios ni testigos ni funcionarios públicos, a partir de los 90 años son alcanzados por todas las enfermedades que les causan sufrimientos y molestias pero no la muerte, se aburren soberanamente, ya leyeron todo lo que vale la pena ser leído, aunque lo olvidaron, mas o menos después de los 200 años dejan de hablar con los mortales, viven de una jubilación escasa, se teme que si no fuera si, a la larga serían propietarios de todo, no son muchos pero no se sabe cuántos son exactamente porque el Registro pertinente tiene solo 1000 años, nadie los quiere y su nacimiento es considerado una desgracia para su familia, felizmente los hijos de los inmortales no lo son. Gulliver llegó a conocer a 5 o 6 struldbruggs que, a pesar de su fama de viajero extraordinario, no le dieron ni cinco de pelota, no faltó quien con sorna insinuara a Gulliver que se llevara un par a Inglaterra así sus connacionales perderían el miedo a la muerte, pero en el reino de Luggnagg la ley prohíbe la migración y/o exportación de struldbruggs.
Borges cuenta la historia del tribuno de cierta legión de Roma estacionada frente al Mar Rojo, en tiempos de Diocleciano, que a orillas del rio Egipto presenció la muerte de un jinete que buscaba “el rio secreto que purificaba de la muerte a los hombres” en cuya margen ulterior se levantaba la Ciudad de los Inmortales. Con una tropa de 200 hombres y algunos mercenarios, no se sabe si baqueanos o fabuladores, se lanzó a la búsqueda del rio y la ciudad de marras, partiendo de Arsinopolis (también llamada Cocodrilopolis por los griegos), en el alto Egipto, con dirección al poniente, atravesando desiertos y naciones hostiles hasta que su tropa, harta de las fatigas sin sentido, resolvió matarlo, por lo que tuvo que huir y seguir solo. Así fue que “al desenredarse de tal pesadilla” despertó un amanecer junto a un arroyo mugriento donde vivían algunos trogloditas igual de mugrientos y, en la margen opuesta, la imponente Ciudad de los Inmortales, cruzó el arroyo y transitó por cuevas con laberintos hasta emerger en cierto monumental y antiquísimo complejo de construcciones, ciudad horrible y de arquitectura incomprensible, hasta allí lo siguió uno de aquellos trogloditas “como solo un perro puede seguir a un hombre” a quien por ello llamó Argos, este troglodita que no profería palabra y garabateaba signos en la arena y los borraba, pasaba días echado en el piso mirando la nada, no parecía percibir sonidos, en un mundo sin memoria y sin tiempo, impenetrable para nuestro tribuno. Una mañana estalló una tremenda tempestad y el troglodita comenzó a gemir y cuando fue llamado por el tribuno por el nombre que le había asignado dijo “Argos, perro de Ulises” y, preguntado sobre que sabía de la Odisea, contestó en un costoso griego “muy poco … ya habrán pasado mil cien años desde que la inventé”, fue entonces que Homero contó que los inmortales, convencidos de lo vano de toda y cualquier empresa se determinaron a vivir en el pensamiento, construyeron la Ciudad pero fueron a vivir a las cuevas de la otra margen del rio, absolutamente desinteresados del propio destino. Es que, dice el tribuno, la muerte, o su mera alusión, hace patéticos y asombrosos a los mortales, para ellos todo es azaroso e irrecuperable, por fin, especula, hay una esperanza para los inmortales, si hay un rio cuyas aguas dan la inmortalidad, en algún lugar habrá otro que la borre … menos mal …
Así las cosas, y provisoriamente, la inmortalidad aparece como un problema severo, y una solución inviable para resolver los trastornos aparentes emergentes de la ocurrencia de la muerte, eso, al menos, según Borges y Jonathan Swift.
En fin, hay mucho más para discurrir, pero quedará para otro momento, estos temas suelen admitir exclusivamente conclusiones mas o menos herméticas.
Es indudable que la afirmación de que la muerte no siempre estuvo allí no es mas que un principio paradojal traído para afirmar lo que aparece como un sofisma, pero como dice Durkheim en el prólogo de Las Reglas del Método Sociológico: “Si el buscar la paradoja es propio de sofistas, rehuirla, cuando es impuesta por los hechos, es propio de un espíritu sin valentía o sin fe en la ciencia”, toma mate con chocolate, y esto no da para mas por ahora.
Aaah, y parece que si tomás agua caliente con limón te curás del coronavirus.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 14/3/2020