por Ernesto Jauretche –
Hasta hoy hemos celebrado el día de la militancia de la victoria. Pero el militante puede sufrir derrotas; de ellas aprenderá para construir la victoria final.
Y hoy es el día de la militancia de la derrota. Hemos definido siempre al sujeto militante como un ejemplar heroico, dotado de una mística que lo eleva sobre el contexto de un pueblo que construye épicas.
Hoy es la prueba de fuego de esa militancia. Debe demostrar cuántos cojones y ovarios de los que se le atribuyen en realidad tiene.
Habrá quienes arruguen. Habrá quienes seguirán a sus líderes. Habrá quienes se resignarán a perder. Habrá quienes serán capaces de seguir adelante como si nada. Pero habrá quienes sabrán resignificar su condición de militantes ante la adversidad.
Yo mismo lo he dicho: “El militante” existe únicamente cuando con su acción completa la identidad histórica, la obligación con el presente y la esperanza de un pueblo. Se corporiza solamente cuando las mayorías (obvio, siempre pobres) marchan hacia su destino. Y, entonces, desaparece como personaje. Es uno más. Lo convocan exclusivamente las grandes gestas, pero como actor anónimo y, a la postre, decisivo.
Laborioso autor y constructor del presente y el futuro, aunque a veces apenas sea con su omnipresencia: según la ocasión, como soldado, como organizador, como intelectual, como dirigente social, como creativo, en tanto hombre o mujer en su integridad productiva en el sublime papel de reproducir militantes cómplices para la eterna lucha de la humanidad por la libertad, la justicia y la paz.
Medio siglo demandó a las clases dominantes desordenar y amordazar al Movimiento Peronista, quitándole así a la política nacional toda energía transformadora. Un pueblo, parte de un Movimiento Nacional vacante de conducción, desprovisto de herramientas de justicia y liberación, desamparado hasta por la misma dirigencia, olvidado y víctima de la resignación, espera una nueva convocatoria.
El peronismo puede morir; su reemplazo provendrá de un nuevo Movimiento Nacional y Popular. Esa es una labor que empieza hoy: evitar un entierro catastrófico que extienda las distancias del camino histórico a recorrer.
No es lo mismo Massa que Milei. La libertad no un privilegio individual; es un bien común a reconquistar. Y ante semejante dimensión de objetivos la vida de uno vale poco porque la Patria estará por delante. Por principio, y respondiendo de antemano a las voces catastróficas y derrotistas, valga afirmar que no es verdad que todo sea incierto y que la famosa relación de poder es un estadio mutante y frívolo.
Porque algo es concluyentemente cierto: la voluntad organizada cancela la incertidumbre, controla, pero a un ritmo que no es el de los mortales, los procesos históricos: la fuerza colectiva siempre será capaz de orientar el curso de los acontecimientos en torno a producir un futuro deseable para la humanidad.
Se trata de estar en el hoy y aquí sin sujeción a comparaciones con lo pasado ni idealismo sobre lo porvenir. «Nada está perdido… sólo hay que empezar de nuevo», recomendó Hipólito Yrigoyen a los muchachos de FORJA en 1930.
Reconstruir el gran Movimiento Nacional es la tarea del momento. Los primeros pasos se corresponden con el redescubrimiento de la Comunidad Organizada, para excitar el impulso revolucionario que posee y que nuestros tiempos demandan. Ese movimiento nacional y popular no es un partido ni una institución, tampoco es menemista, renovador, federal, o kirchnerista: tiene su raíz en la madre tierra y las comunidades populares son sus ramas.
Hay que ocuparla; volver a ella. Cultivarla, amarla y compartirla.
Nuestra leyenda será siempre: VIVA PERÓN
Ernesto Jauretche La Plata 17 de noviembre 2023