A Juan Alberto Badía
por Susy Quinteros –
Un hombre habla en la noche
de un hombre muerto.
La noche llora
porque se debe llorar a un hombre
condecorado por la vida.
Un hombre habla en la noche
de un hombre muerto.
Su ángel musical
ampara la tristeza de perderlo.
SusyQ, Buenos Aires, 29 de junio de 2012
(NR: Juan Alberto Badía falleció el 29 de junio de 2012)
A Juan Alberto Badía –
Un hombre habla en la noche
de un hombre muerto.
La noche llora
porque se debe llorar a un hombre
condecorado por la vida.
Un hombre habla en la noche
de un hombre muerto.
Su ángel musical
ampara la tristeza de perderlo.
SusyQ, Buenos Aires, 29 de junio de 2012
En el día de todos los niños
A mi hijo Marcelo
In memorian
Quisiera en tu revólver poner balas de azúcar
en tu barco un pirata que regale manzanas
llenarte los bolsillos con piedritas de risa
peinarte con los rayos del sol cuando amanece.
Te bordaré un sombrero con jazmín y malvones
guardaré tus antojos tus llantos tus pedidos
en un país de grillos con rey de cartulina.
Haré que te enamores de la lluvia tranquila
del esplendor inmenso de tener un amigo
y tenderé tus brazos de olivo y azucena
hacia la estrella inquieta que ves en la ventana.
Iré por tu vereda encendiendo amapolas
dibujando casitas de miel y chocolate
te pondré por escoltas cigarras y gorriones
un batallón de espuma y una garza coqueta.
Lámpara de hogar
Lámpara de hogar en el espejo
devorando agujeros anchos.
Sobre el piso deja sueños
de la plaza mercado que hace mucho
crucé para encontrarla.
Ocupa con su luz el lugar más calmo
de la casa.
Cuando los hijos buscan
detrás de las ventanas más ventanas
sólo ella
lámpara de hogar que no renuncia
abre su mirada para verlo
Sueños inmigrantes
A mis abuelos colonos
Alba Lazarín y
Gerónimo Gonzalvez D’Acevedo
In Memorian
( 1870-1955)
La madre de mi madre tenía ojos volteados al cielo.
Tuvo niñez y adolescencia en campiña italiana.
Vestida con pobreza la Patria Socialista
llenaba calendarios,
luchaban poderosos con los menos,
la epidemia tenía ojos manchados,
sufrían azadas, picos y pesebres.
Un arado vencido no es agricultor.
Sus rubios dieciocho dejaron oraciones
a los pies de los santos
y un augurio de cielo respondió en mundo nuevo.
Zarparon en octubre. Se expatriaron llorando.
Atrás quedó el idioma, establos en la nieve,
las tumbas con sus muertos, la Padua que brillaba.
“El Sirio” navegó hacia América del Sur:
ochenta pasajeros en primera, cuarenta en la segunda
y mil en la tercera. Hacinados no ven pasar las nubes.
Es otra verdad la que tirita en la escotilla y los ojos de buey.
1-
Argentina es el nombre gentil que los recibe.
Otra vez los baúles, la ropa dobladita de promesas,
semillas y plumones, el reloj de pared,
los pañuelos de luto, el cuadro de la virgen y el misal.
Con férrea autoridad gobierna Roca,
estimula la entrada al inmigrante, moderniza el país,
atrae al extranjero con surcos de otra vida.
La europea de América Latina despliega su progreso
por trenes rezongones y jefes de estación con traje gris.
La ciudad que recibe despierta en arenales y río con canción.
Tiene cintura larga de campos por sembrar.
Con las luces del día llegaron las faenas.
En la fresca leche cantaron la calandria y el zorzal.
Tuvieron espigas, pelusas de linar, panales y maíz,
amasaron historias de harina y mariposas,
dibujaron amor en castellano.
Resistieron el frío con sus lluvias,
las leguas sin remedios, langostas y granizo.
El sulky del domingo se iba entre cuchillas
a tranqueras de fiesta, acordeón,
vino dulce y vals de casamiento.
Nada turbó el sueño de inmigrantes que llegaron del mar.
Mis abuelos signaron el camino.
Lo hicieron derrotero, coraje y alabanza.
En atriles de tiempo cuelgo hoy esta historia
de amor y de homenaje,
lagar de la conciencia en donde guardo
herencias de vocablos en muselinas blancas.
Tenemos que hacer algo
Tenemos que hacer algo,
la no claudicación un fuego inmenso,
olvidar montones de palabras,
dejar de ser una quimera
y estar con el pie frente a la vida.
Tenemos que hacer algo,
para no seguir viviendo de regresos,
para no ser ese montón de luz y sombra,
un cuerpo una memoria en descubierto,
los eternos quijotes de juguete.
Tenemos que hacer algo,
Vos, yo, todos nosotros,
los que vamos viajeros del minuto,
rompiendo los zapatos de inocencia
hermanos en el sol y la tristeza.
Tenemos que hacer algo,
en el aula, la calle, la oficina,
por toda la ciudad pegar carteles,
decir que es muy posible lo imposible,
sentirnos fabricantes de milagros.
El ángel de mi abuela me visita,
trae murmullos de agua en el parral
silbatos de tren en paraderos
radios que cantan medianoche.
Hablamos de semillas, pájaros, aleros,
cascaritas de pan, pañoletas negras
redención de pecados
vasos licoreros en estaños de invierno.
Dice lo que no debe, lee mis secretos
busca en roperos solitarios,
tapados con antojos, finitas gargantillas
Llega cuando la tarde
se distrae en gajos de laurel
me lleva por escándalos
de pluma y sembradío
pescantes de carros, lluvia y viento norte.
El ángel de mi abuela me visita
y vamos por el puño cerrado de sus días
donde ella la hija de los campos,
vivó entre jardines, caballos,
y las verdes mirillas del Gená.—