Por Susy Quinteros –
La señora Mila habla de a sorbitos. Le duele el corazón. Tiene ochenta años de flores en macetas, un reloj en la pared y una pistola sobre la mesa del comedor. A las cuatro de la tarde abre el cancel de cerámicas llenas de color. Busca en la libreta los nombres del día. Enciende un sahumerio, dos velas y acomoda un sentimiento maternal en la cabeza. –No cruce los pies, elija una, piense en él– dice- con su vocesita de abuela de los cuentos. Entre sus manos se deslizan las cartas del tarot. Ellas esperan con las manos húmedas, creen firmemente y se marchan con la revelada verdad que siempre es más buena que mala. Algunas sienten después que el dolor es más liviano, que aún hay esperanzas, y que la incertidumbre del amor imposible puede ser posible. Otras preguntan por los hijos, el marido infiel o si será ese hombre que apenas conocen, quien las pueda ayudar en la maraña del vivir. Muestran fotos, y alargan las historias hasta completar el horario de consulta. La señora Mila acomoda el atardecer en las cortinas de crochet, cierra las persianas, le duele el corazón.
