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SOBRE LA DECADENCIA ARGENTINA

Por Luis Alejo “Toto” Balestri (1)   –    

Acabo de leer una publicación de mi compañero y amigo, el gran escritor Rodolfo Negri, sobre una zoncera que se suele repetir con insistencia, como para hacer cultura: “la culpa de la decadencia argentina es del peronismo”. Lo decía en inefable domador de reposeras: “el problema de argentina tiene 70 años”.

Se trata de una bandera que hace referencia a un país imaginario, inmensamente feliz, que supuestamente existió antes de 1943. Rodolfo cita a una economista (Rubinzal) quien afirma que en el fondo la decadencia es producto del modelo industrial que cortó las ventajas del modelo anterior: el agroexportador. El mismo autor lo desmiente “es falso que llevamos 70 años de decadencia. La dictadura cortó el desarrollo. . . “, y marca con énfasis la verdad de la milanesa. Nuestra decadencia, que existe, comenzó con la dictadura genocida.

Rodolfo presenta luego una serie de datos elaborados por Alvarez Agis que convalidan la afirmación. Está muy bueno. Y es útil para el debate pues demuele uno de los principales argumentos. La lectura de este escrito me hizo recordar algunos datos adicionales que van a reforzar la afirmación de mi amigo y compañero.

La tesis de la declinación por culpa del peronismo supone la existencia de una “edad de oro” donde supuestamente fuimos uno de los principales países del mundo. ¿Existió ese tiempo? ¿Se truncó nuestro destino de grandeza en 1943?

Veamos un poco de la historia económica. El modelo agroexportador, entre crisis y crisis, tuvo una especie de periodo relativamente corto de gloria entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Como se ve, bastante lejos del 1943.

Ese momento fue consecuencia de una coyuntura extraordinaria de precios muy altos de la carne bovina, el trigo y algún otro producto de exportable. Los datos que tengo son de Kulfas y, reconociendo algunas limitaciones, utiliza el ingreso per cápita para ver cómo era la cosa. Hay alguna estadística que no se bien cuan confiable es que sostiene que en un ranking de ese indicador estábamos 8° entre 51 países.

Cada vez que charlo este tema con mis estudiantes, no puedo evitar un paralelismo con las monarquías absolutas árabes, exportadoras de petróleo. La dirigencia política y productiva de aquel periodo histórico argentino y los jeques de hoy se quedaban con todo el excedente de las exportaciones y nada aportaban para el desarrollo y menos para el reparto.

Había en la Argentina un muy pequeño grupo que, protegido por ejército y policía, participaba del banquete mientras hambreaba al pueblo que resistía. Era el tiempo en que los niños bien de esa oligarquía se pasaban una temporada parisina derrochando las divisas y todavía se recuerdan las anécdotas de cuando copaban los cabarets de París y por las madrugadas, cuando el alcohol y algún otro producto se subía a la cabeza les daba por tirar manteca al techo.

Esa situación de alto ingreso promedio y mal reparto se fue deteriorando gradualmente y después del centenario ya habíamos bajado de modo importante en ese ranking, aunque perdurábamos entre los 20 primeros. El deterioro siguió su pendiente hasta que llegó el momento del quiebre.

La edad de oro de la oligarquía se rompió en 1930 y no fue culpa del peronismo, pues no existía. Tampoco de Irigoyen pues lo habían echado. Ni siquiera de un gobierno argentino. Fueron los ingleses quienes afectados por la crisis decidieron de modo unilateral dejar de comprar las carnes y los otros productos que le vendíamos.

La reacción oligárquica fue triste y escribió uno de los capítulos más degradantes de nuestra historia. De un modo pasivo fueron a pedir volver al esquema agroexportador. Como se sabe, negocios de por medio, regalaron el sistema de transporte de Buenos Aires y hasta ofrecieron convertirnos en una gema de la corona de su graciosa majestad. Es el famoso pacto Roca Ruciman donde a cambio de mucho solo cayeron algunas migas.

Esa actitud de añoranza y de petición subordinada perduró en el subconsciente de la clase social oligárquica y aun hoy sueñan con volver a sintonizar señales que ya no volverán. Y no por nosotros, los peronistas, sino por una razón muy simple: el mundo cambio.

El corte del modelo agroexportador por los ingleses ocasionó que se iniciara, de un modo algo anárquico el modelo sustitutivo de importaciones. Impulsado por los hechos comenzó el desarrollo de nuestra industria, que con la llegada del Peronismo encontró una dirección y las políticas que permitieron consolidar el modelo. El financiamiento de tecnología desde el IAPI y los impulsos a algunos procesos de punta como la aviación, la energía atómica y los astilleros marcó una mirada para consolidar el proceso. El programa sobre el acero y las automotrices que formaban parte del segundo plan quinquenal hubieran cerrado el proyecto, pero el golpe cortó su ejecución cuando se estaba apuntado a la sustitución de insumos críticos y bienes de capital, los que siempre provocan la restricción externa.

Lo cierto es que a pesar de las políticas en contra, el modelo de industrialización continuó por su inercia durante toda la década del 60. Más allá de la subordinación al FMI y la aplicación de planes diseñados en los Estados Unidos como el llamado “plan Larkin” que aplicado por Frondizi significó el ataque a nuestro sistema de transporte; la economía argentina, tropezones de por medio continuo creciendo durante este periodo.

Dice Kulfas que la economía creció y el sector industrial lo hizo por encima del promedio. A 1973 las manufacturas de origen industrial habían aumentado su participación en las exportaciones y había importantes inversiones proyectadas.

Pero en 1976 se quebró nuestro desarrollo industrial. ¡Y esta vez sí, compañeros! ¡Fue una decisión de los argentinos! En contra de la voluntad de un pueblo a quien le estaban diezmando una generación.

El corte con el proyecto que nos sostenía entre los países que se industrializaban fue producto de la dictadura genocida con el aval de aquella oligarquía melancólica de una edad de oro que no vivió, pero que recibió como herencia y cultura. Fue el momento donde entre los militares y ese sector social se atacó el proceso industrial, se denigró su imagen a través de la publicidad, se modificó el sistema financiero para que operara solo para pocos, se golpeó a los sindicatos industriales y, un punto central: mató al sistema científico tecnológico sin el cual no hay desarrollo industrial.

Señores que comparan nuestra evolución con Australia o Canadá. Que ansían irse del país. La decadencia de la Argentina de la quieren huir es producto de haber cortado el proyecto de industrializarnos, que en los 70 estaba vigente, que necesitaba algunas nuevas motivaciones es posible. Pero allí comienza la decadencia.

Kulfas en su libro “Los tres Kirchnerismos” editado en el año 2017, mucho antes de que sea ministro y que también leí con anticipación demuestra el inicio de la decadencia argentina a través de dos indicadores:

a) la comparación de las tasas de crecimiento en el período de posguerra con los Estados Unidos, con Europa y con el ejemplo de desarrollo para la cultura dependiente implantada: Australia; y

b) el ya nombrado indicador del ingreso o pbi per cápita. Solo que con una innovación: se tomó el trabajo de dividir los países en grupos cada uno de los cuales representen al 10% de los países que tienen estadísticas. Cada uno de esos grupos, ordenados desde los de mayor a los de menor pbi per cápita, reciben el nombre de decil.

La comparación mediante las tasas de crecimiento demostró que con Estados Unidos y con Australia los indicadores fueron similares hasta 1976. Fue después de ese año fatídico que Australia se fue y casi nos duplicó.

Con Europa, vale aclarar que ellos tuvieron una tasa de crecimiento superior a la nuestra, pero la brecha entre su economía y la nuestra tuvo estabilidad. Crecíamos un poco más lerdo pero seguíamos en ese lote. También el corte fue en 1976, donde los europeos ampliaron con creces su diferencia.

La segunda comparación, dijimos, la hizo en deciles del PBI o Ingreso por persona. Según el estudio en 1913 estábamos en el segundo decil y entre 1918 y 1938 nos mantuvimos en el tercer decil, es decir, nos ubicábamos en el lote de países que tenía un ingreso promedio inferior a los 20 de más alta ponderación.

Pues bien, en el periodo de la supuesta decadencia volvimos a estar en el segundo decil. Los datos estadísticos indican que ese lugar entre 1948 a 1973. En los tiempos de la industrialización conducida (hasta el 55) y el posterior en que duró la inercia de las políticas peronistas estuvimos entre los primero 20 países del mundo. Y con muchas producciones de punta: atómica, aviones, astilleros, etc.

Desde la dictadura genocida a 1988 caímos al tercer decil y en la segunda década infame, la del 90, volvimos a caer, ahora en al cuarto decil. ¡Señores gorilas, no jodan más! Aquí está el origen de nuestra decadencia. Hay momentos donde recuperamos posición en el tercer decil y otros donde regresamos el cuarto.

En consecuencia, la debacle argentina se la debemos a la dictadura genocida y a sus socios e instigadores del golpe: la vieja oligarquía asociada ahora con el naciente poder financiero. El inicio de la destrucción de nuestro destino de grandeza que comenzó con la toma de poder por los dictadores fue consolidada con la institucionalización de ese proceso realizada por el innombrable, del cual nos cabe a los peronistas la responsabilidad de haberlo impulsado, pero no de las políticas que implementó, que de peronismo no tienen nada.

Para cerrar, y pido disculpas por la cita, pero me basaré en el Financial Times que cita un libro de un ex economista del Bank of England y editorialista del periódico que el día 4 de enero del corriente año se preguntó porque argentina no fue Estados Unidos y se respondió “mientras EEUU repartió la tierra en parcelas pequeñas, Argentina se la dio a unas pocas familias”. Más adelante agrega “entre 1880 y 1914 el sistema político norteamericano se adecuó dinámicamente a los cambios y demandas de su población. El sistema argentino permaneció obstinadamente dominada por una minoría autocomplaciente” y por último agrega “EEUU hubiese sido como Argentina, si el Sur racista confederado hubiese ganado la guerra civil”

En consecuencia, la edad de oro no existió. Solo fue un corto tiempo de bienestar y derroche de unos pocos condenaron a un país a la pobreza, mientras, en su disfrute,  no se daban cuenta que las condiciones mundiales estaban cambiando, hasta que en 1930 estallaron.

El peronismo trató de encarrilar el sendero equivocado de los oligarcas, pero la obstinación egoísta y el dinero de estos lo arruinaron por la fuerza.

¡Como dice el diario inglés “el problema de la Argentina no fueron los 70 años de peronismo, sino los 120 años de oligarquía!

(1)  Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Córdoba (España).- Contador Público por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). – Diplomado en Relaciones Internacionales por la Círculo de Legisladores del Congreso de la Nación Argentina y el auspicio de la UBA.

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