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El 1 de agosto de 1821 llega la noticia de la muerte de Ramírez a la villa de Concepción del Uruguay

Concepción del Uruguay – como todo Entre Ríos – se conmovió ante el trágico desenlace. La noticia de la muerte de Ramírez se hizo conocer oficialmente el 1° de agosto de 1821, aunque ya algunos días antes, los rumores se habían esparcido en la población.  

En esa fecha, el Supremo interino Ricardo López Jordán emitió una circular para dar a conocer la infausta nueva, donde dice que en «el campo del honor al occidente del río Paraná. Los enemigos de nuestros derechos y de la libertad americana pueden gloriarse ciertamente de haberle quitado uno de sus mejores defensores», agregando que «es más glorioso ver que haya sellado con su propia sangre los juramentos que os hizo de defenderlos de sus manos parricidas». Anunció, también, que había pedido un armisticio para llegar a la paz y que prontamente se reuniría un congreso general para que el sistema federal reciba su última sanción.

El homenaje póstumo fue sumamente sencillo. La bandera de la República que tantas veces había flameado victoriosa al tope del mástil, se mantuvo a media asta durante un día. Y por el mismo lapso, cada cuarto de hora, salvas de artillería dijeron a los cuatro vientos que el Supremo de Entre Ríos había caído para siempre. El fin de la República ramiriana ya estaba muy cerca…

Tiempo después, sin que podamos precisar el momento con exactitud, regresaron a Entre Ríos los cincuenta y ocho hombres de Anacleto Medina. Tal vez con ellos regresara  María Delfina, la compañera de Ramírez. Muy poco es lo que se sabe de ella; tan solo que era de origen portugués y que murió en la ciudad de Concepción del Uruguay, en 1839. Sus restos reposaron en el viejo cementerio de la villa, erigido en 1805, por indicación del obispo Benito de Lue y Riega.

Mientras tanto, otra mujer esperaba en vano… La tradición lugareña nos habla de que, a pesar del tiempo transcurrido, la novia de Francisco Ramírez continuó esperando el regreso del caudillo. Se llamaba María Norberta Calvento y era hija de Andrés Narciso Calvento y de Rosa González.

Habitaba la casa de sus padres – hoy vieja casona convertida en museo – ubicada en la esquina de las actuales calles Galarza y Supremo Entrerriano. No del todo en sus cabales, vivió largos años fiel a ese ilusorio amor. Y al fallecer en 1880, ya nonagenaria, cumpliéndose el deseo siempre expresado, fue amortajada con el velo nupcial, símbolo de una esperanza alucinada.

El poeta Delio Panizza, habitante después de aquella casa legendaria, le dirá en versos emocionados:

Pero a la hora del jazmín abierto sobre la reciedumbre de la tapia, con vestido de novia estará siempre Norberta, en el pretil de su ventana,

y oirá siempre en el trote de los potros la quebrazón de un monte de tacuaras.

Fuentes: Historia de Concepción del Uruguay de Oscar Urquiza Almandoz, tomo I y Archivo de Entre Ríos

 Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 1/8/2020

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