Teresa Ratto falleció el 2 de abril de 1906. Fue la primera mujer que egresó del entonces machista Colegio del Uruguay, la primera médica de la provincia y la segunda del país, protegida por Cecilia Grierson. Precursora en la lucha por los derechos de la mujer, integrante del primer centro de Estudiantes, Teresa se consumió ardorosamente en una epidemia a la que dedicó todos sus esfuerzos. A su muerte la despidieron el Centro de Estudiantes de Medicina, José Zubiaur y destacadas luchadoras feministas.
Es una historia triste, casi tanto como la sonrisa de Teresa en la vieja fotografía. En pocos años, Teresa Ratto estableció varios récords: fue la primera mujer que pidió ingresar a estudiar al Colegio del Uruguay ( y luego la primera bachiller del país), la primera médica de la provincia y la segunda de la Argentina. Por si fuera poco, integró el primer Centro de Estudiantes que hubo en la Argentina, y fue fundadora de una de las primeras organizaciones feministas: el Centro de Universitarias. Unas cuantas marcas para un paso fulgurante e inesperadamente breve: a los 29 años, después de batir todos esos registros, Teresa falleció por una peritonitis.
Con ímpetu juvenil y en poco tiempo, había desafiado todos los esquemas retrógrados de la época y se lanzó a cumplir con su vocación, ocupando de hecho un plano de igualdad con los hombres inscribiendo su nombre de ese modo junto al de las precursoras argentinas en la lucha por los derechos de la mujer. Su mentora, tanto en los estudios como en esas convicciones, había sido Cecilia Grierson, la primera médica del continente sudamericano y organizadora del Primer Congreso Feminista Internacional realizado en la Argentina, junto con Alicia Moreau y otras destacadas militantes de la época.
Aunque una calle la recuerda desde 1975- el año en el que el entonces intendente Carlos María Scelzi la homenajeó reemplazando el nombre anterior de Washington- no son tantos los uruguayenses que conocen la historia de esta mujer que fallecía un siglo atrás, después de haber dejado jirones de su vida, su vocación y su saber científico en una epidemia de difteria, una enfermedad infectocontagiosa.
Teresa, tras estudiar en la Escuela Normal, se propuso lo que por aquellos años parecía un imposible: continuar una carrera universitaria, para la cual necesitaba el título de bachiller. No fue fácil ingresar al Colegio del Uruguay, la institución fundada por Justo José de Urquiza para formar a la clase dirigente del futuro, rol que conservaría unos pocos años más. Lo previsto, lo aceptable, era que fueran hombres quienes allí se prepararan. Pero Teresa insistió y contó con el apoyo de un rector distinto, abierto y progresista, como lo fue José Benjamín Zubiaur. Intercambios epistolares con el ministro y argumentaciones diversas de Zubiaur finalmente prosperaron y asi fue que la joven uruguayense pudo ingresar a primer año. Los estudiosos de la historia del Colegio, como Celomar Argachá (El Colegio del Uruguay a través de sus rectores) cuentan que Zubiaur no sólo posibilitó el acceso de las primeras alumnas, sino también de las primeras docentes de sexo femenino, como Juana Martín y Albertina Pons.
En 1895 Teresa concluyó sus estudios de bachiller en el Colegio y se fue a estudiar Medicina a la UBA. Con Cecilia Grierson como mentora, Teresa egresó en 1903 y se puso a trabajar de inmediato «parecía que le sonreían la felicidad y la fortuna», dirá luego en una carta la doctora Grierson, lamentando el deceso. » Su alma era un nido de amor para la humanidad que sufría», escribió por su parte Zubiaur, su » maestro, alumno y amigo», como se difinió en su despedida. El mismo Zubiaur es quie aseguraba que el doctorado no era en ella un objetivo de ambición personal, sino el mejor medio para desempeñar «la misión altruísta que se había impuesto».
Pero Teresa, una de los quince hijos de un matrimonio de genoveses, tenía su salud debilitada. En el Colegio había contraído tifus, que la había afectado severamente, y luego otros males la atacaron»minando de tal modo su organismo que sólo su energía puede explicar cómo no estalló antes vaso tan frágil», al decir de Zubiaur. En efecto, su personalidad, su decisión, le habían permitido llegar hasta allí. Pero el golpe final que precipitó su desenlace fue la muerte de su hermano Aníbal, un año antes.
Con todo, y en esos breves tiempos-interrumpidos por desgracias y enfermedades-Teresa trabajó intensamente dos años (en el medio de los cuales se desató la epidemia en la que tuvo activo protagonismo), fue designada jefa de vacunación de la Asistencia Pública de Buenos Aires y participó de la fundación del Centro de Universidades Argentinas – una de las primeras organizaciones feministas del país- junto a la doctora Cecilia Grierson y otras destacadas precursoras de los derechos de la mujer.
En sus años de estudio, además, Teresa había integrado el primer Centro de Estudiantes universitario que se formó en la historia de la educación argentina, el de Medicina creado en septiembre de 1900.
Es difícil imaginar cuánto hubiera aportado en la región, en su ciudad-adonde optó por volver cuando se sintió desfallecer- esta mujer de ideas y acción avanzadas si hubiera podido restablecerse. Entre sus amistades y compañeros se hallaban los más progresistas y evolucionados de la época y seguramente su familia habrá oído más de un comentario escandalizado en la conservadora Concepción de aquellos años. Teresa creía que las mujeres podían escoger, que podían votar, que podían comerciar y disponer de propiedades, que podían estudiar y superarse. Y no pidió permiso, sino que se lanzó a hacerlo.
HOMENAJE
El Colegio del Uruguay la homenajea con un aula que lleva su nombre, y en las historias de esa casa de estudios siempre hay un lugar para recordarla. La casa natal de Teresa, en el Puerto Viejo, ostenta la placa en la que el Municipio le rinde tributo.
Publicado por Cristina Espinoza en la pagina de Facebook de Concepción del Uruguay, historia y turismo. Visitela es una formidable publicación virtual que incluye recuerdos, imágenes y relatos sobre nuestro terruño que es importante conocer para valorar nuestro pasado y sentirnos orgullosos de él. Ojalá podamos imitar aquellas historias de sacrificio, trabajo, honestidad, creatividad, valentía e inteligencia, por nosotros y por las generaciones de uruguayenses que vendrán.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 10/8/2018
