Por Tabaré Oddone –
Ni el dulce de leche, ni las empanadas, ni el asado, ni la torta frita y en realidad tampoco el candombe a pesar del título reconocido mundialmente para todos los días 3 de diciembre,” Día del Candombe Uruguayo”, son originarios de Uruguay.
En cambio, y a pesar de tener solamente el diploma del recuerdo, la tan conocida “Vuelta Olímpica”, sí es de cielo uruguayo. Y encapotado de orgullo celeste.
El ninguneo de algunos europeos a los “sudacas”, no es nada nuevo. No digo que estemos acostumbrados y menos que nos importa poco, pero es un viejo golpe que nos suelen asestar algunos tontos “viejosmundistas” y aun así nos mantenemos erguidos y orgullosos de tanto sudacaísmo que nos ha tocado vivir y sufrir.
Precisamente esta es una de esas muestras del poder de David frente a Goliat.
Corría el año 1924 en el torneo olímpico de Francia, cuando el fútbol de la mano de su madre FIFA a partir de ahí decidió sería Mundial.
Veintidós equipos participaron de este evento (Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia, Egipto, España, Estados Unidos, Estonia, Francia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Polonia, Rumania, Suecia, Suiza, Turquía, Yugoslavia y Uruguay). Uruguay, único representante sudamericano, participaba por primera vez en una competición intercontinental.
Sudamericanos desconocidos, los uruguayos fueron ninguneados. Los espectadores europeos se burlaban de los “sudacas” hasta que comenzaron a escalar posiciones y a demostrar buen fútbol con la característica garra charrúa. El público comenzó a ver que los uruguayos derrotaban a sus rivales sin problema alguno y se sintieron atraídos por su estupenda forma de jugar.
La final terminó siendo entre dos paisitos, Suiza vs Uruguay.
Los uruguayos derrotaron a Suiza por tres goles a cero y como agradecimiento a los franceses que habían empezado a apoyarlos con entusiasmo, luego de escuchar el himno nacional uruguayo, y con lágrimas en los ojos, dieron una vuelta por el campo de juego saludando a los espectadores.
Con este saludo final, los jugadores del Paisito aportaron sin proponérselo siquiera una despedida llena de flores y a partir de ese momento y sin darse cuenta, los uruguayos habían inventado la Vuelta Olímpica