La fuerte caída en el poder de compra de los ingresos de la mayor parte de la población aumentó el número de personas que se endeuda para afrontar gastos de la vida cotidiana como alimentos, ropa y el pago de servicios básicos (luz, gas, agua e internet). Esta situación se agravó en el contexto actual dando paso a crecientes niveles de endeudamiento, sobre todo en hogares sostenidos por mujeres que recurren, generalmente, a canales más informales de crédito con altas tasas y condiciones poco claras. Así lo señalaron especialistas consultadas por este medio que afirmaron que el programa de desregulación económica está “acelerando la violencia económica” al punto de “comprometer la subsistencia de amplias capas de la población”.
Al respecto, en los últimos años, incentivado por la crisis económica generada desde 2018, el posterior impacto de la pandemia y el proceso inflacionario sin freno se fue incrementando el número de mujeres que necesitan endeudarse para poder acceder a artículos de primera necesidad. Así en nuestro país el 60% de los hogares monomarentales destina más de la mitad o casi todos sus ingresos al pago de deudas o atrasos mientras que el 70% usa ese crédito tomado para comprar comida o medicamentos, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), dando paso a un escenario atravesado por demoras tanto en el pago de impuestos y servicios como de tarjetas de crédito, deudas en comercios, y préstamos bancarios e informales.
Esto se vinculada además con las desigualdades estructurales que enfrentan las mujeres cuando se insertan en el mercado laboral, que se agravan en una coyuntura de recesión que aumenta la precarización y la pérdida de fuentes de trabajo en la economía, sobre todos de aquellos sectores mano de obra intensivos y más dependientes del mercado doméstico, donde más suelen insertarse las trabajadoras que ya ni siquiera se endeudan para financiar un viaje, sino para hacer frente a los gastos para la reproducción de la vida (cargas de cuidados, alquileres, salud, educación, etc).
“La oferta de deuda y a tasas mucho más onerosas se vuelve más fácil con las plataformas, porque se dinamiza en un contexto de restricción de ingresos y donde muchos emprendimientos de la economía popular se gestionan a través de estas. Entonces, al contrario de lo que dice el gobierno respecto de que esas actividades o que las mujeres mismas que sostienen la economía doméstica son improductivas, vemos que el negocio financiero apunta cada vez más a esos sectores”, señaló Luci Cavallero integrante de Ni Una Menos a este medio. En relación, la economista Lucía Cirmi alertó por el “peligro” que genera “un endeudamiento que es para cubrir gastos corrientes, porque una cosa es endeudarse para emprender y producir, con la idea de que el día de mañana se va a ganar más plata para poder pagar el crédito, y otra lo que sucede ahora que se gasta crédito en comida, y cuando hay que ir que pagar el crédito y el interés que genera, billetera va a ser la misma. Es decir, no hay un presupuesto distinto que te asegure que pasado mañana se va a estar mejor”.
La subsistencia de los hogares argentinos
A partir del conjunto de desregulaciones que promovió el DNU 70/2023 aún vigente, el costo de financiar gastos corrientes como alimentos y medicamentos con tarjeta de crédito (principal forma de deuda, en torno al 40%) se encareció mucho más, se eliminaron los topes de interés punitorio que las empresas pueden aplicar por pagos mínimos y atrasos, y las familias tienen ahora que hacer frente a subas mucho más altas que las del 2023, donde existía un límite por sobre la tasa de financiación. Asimismo, la liberación de precios del programa económico actual perjudica a los comercios y genera, vía circuitos desregulados, una mayor desprotección ciudadana en una coyuntura que incrementa la necesidad de herramientas para tratar de llegar a fin de mes.
“Con la desregulación de la economía vigente, particularmente focalizada en los efectos del Decreto 70/23 del mes de diciembre, hay un salto en los precios de los principales bienes y servicios para el sostenimiento de la economía doméstica, que se suma a un proceso inflacionario que se agravó a partir de la devaluación pero que ya era una inflación muy alta, que está disparando los niveles de sobreendeudamiento y cruzando nuevos umbrales de violencia económica en las economías domésticas”, analizó en diálogo con El Destape, Luci Cavallero, doctora en Ciencias Sociales -UBA y co-autora del libro Una lectura feminista de la deuda.
En la misma sintonía, Lucía Cirmi, economista e integrante del espacio La Paridad en la Macro, señaló al ser consultada que “para tener libertad financiera, primero hay que tener autonomía económica, eso implica poder comer y poder resolver los gastos más básicos de una casa. Hoy muchas familias argentinas no lo están pudiendo hacer con precios liberados y con salarios aplastados, porque los salarios sí se están regulando, no es que todos los precios están libres, de hecho, el gobierno se opuso a determinadas paritarias”.