Por Gustavo Sirota –
La afirmación del diputado nacional y seguramente candidato presidencial en 2023, lejos de ser un desliz o un furcio del verborrágico legislador: muestra de manera brutal el tamiz ideológico de los autollamados libertarios o anarcocapitalistas.
Sus palabras no dejarían de ser una burda muestra del nivel cuasi escatológico que ha llegado el debate – no solo – político en el país. Lo realmente preocupante es que a partir de este tipo de afirmaciones se está urdiendo la agenda que se pondrá a consideración de la ciudadanía en 2023.
Una agenda que desnuda la frustración, el desánimo y la incertidumbre de una sociedad que tras casi 40 años de institucionalidad democrática se tambalea agónica, con la mitad de su población en situación de pobreza, soportando estoicamente – una vez más – tarifazos, inflación y el agobio por un mañana que imagina aún peor.
Lejos de las promesas ochentosas que “con la democracia se come, se cura y se educa”, sin recordar casi el axioma con el que arrancamos el siglo XXI que “la patria es el otro”, deambulamos a tientas en una “república” bastardeada y al servicio de los poderosos, cuya muestra cabal es la vergonzosa corte suprema de “injusticia” y sus cortesanos.
En tanto millones de compatriotas son empujados a la pobreza y la desesperación; mientras se impone, feroz, el individualismo propio del anarcocapitalismo más salvaje; y el conjunto de la sociedad no atisba donde hacer pie para no seguir en caída libre a un abismo que conocemos pero parecemos no querer recordar.
Seguramente lo que nos debemos como país sea imposible ya de lograr. Dejar por un tiempo intereses de facciones o de grupo y pensar en un proyecto viable y posible para nuestros hijos y para quienes en el siglo XXII quieran habitar este suelo. Con esto no quiero sentar a todas/os en la misma mesa, claro que no.
Es saludable y debe darse el libre juego de ideas, de proyectos – incluso antagónicos – de fuerzas políticas y sectoriales diversas. Pero al menos deberíamos intentar como sociedad poner en agenda algunos temas fundamentales para el debate de ideas.
Excluyo desde ya a genocidas. Para ellos cárcel común. Corruptos y fugadores tampoco: que la justicia alguna vez se encargue de ponerlos donde corresponde. Descarto aquellos que han utilizado las distintas instancias de representación – política, sectorial – para su beneficio – o de sus cercanos -, instituyéndose privilegios y llevando “una vida” que nada tiene que ver con los sufrimientos y padeceres de sus representados.
Pero las fuerzas democráticas, los sectores que a lo largo de las últimas cuatro décadas han llevado adelante, con tropiezos y con errores, una larga pelea por ampliar derechos, sumar libertades y reparar violaciones a los derechos humanos, deben necesariamente y urgentemente confluir en una agenda común.
Una agenda que debata y consensue cuestiones no menores; como el modelo productivo, la distribución de la riqueza, la concentración de la gran propiedad rural, la hidrovía, el sistema financiero intocable desde martinez de hoz a hoy. Que privilegie la agenda ambiental, que cuestione el extractivismo, y la irracional – al menos no planificada -explotación de los recursos naturales.
Que no tenga miedo de discutir el rol del estado en todos sus niveles y jurisdicciones, de debatir y buscar soluciones a los regímenes previsionales antes de su total insostenibilidad, que ponga en primer lugar la educación y la salud en serio, invirtiendo en infraestructura, equipamiento y salarios lo que se debe invertir.
Debemos proyectar como nos posicionamos en un mundo cambiante y global. Desde nuestro lugar en América Latina hasta nuestras alianzas y estrategias en una realidad multipolar y compleja. Como plantarnos frente a la ilegítima e impagable deuda externa.
Así podría seguir enumerando cuestiones – de género, de diversidad, de violencia cotidiana y estructural – que debemos de una vez por todas discutir y especialmente acordar. Sin imponer miradas excluyentes ni posturas dogmáticas – prejuiciosa muchas veces -, pero dando un debate honesto y que sirva para proyectar el país que queremos, que soñamos, que nos merecemos.
La convocatoria debe dejar intereses facciosos o de grupo. Todas las fuerzas democráticas y los sectores genuinamente comprometidos con una argentina para todas/os deben ser capaces de sumar voluntades en la diversidad para salir del atolladero en el cual nos encontramos.
Claro que antes no debe desatenderse el 2022, el hoy. Inflación, precios por las nubes, salarios que cada vez alcanzan menos, millones de excluidos, millones más cayendo en la pobreza. Aunque los números de la macroeconomía den, la diaria, la de los bolsillos y la heladera va mal, muy mal.
Sumemos a ello una corrupción estructural, endémica; una clase dirigente alejada de los problemas cotidianos solo enfrascada en disputas palaciegas. Una deuda que agobia y condiciona cualquier proyecto superador. Verdadero caldo de cultivo para un acentuado malhumor social que amenaza convertirse en incontenible tempestad de consecuencias inusitadas.
Urge cambiar y ya. Si no de cara a 2023 la agenda la marcaran las bravuconadas de los anarcocapitalistas violentos y brutales, las burradas y “opiniones independientes” – no ingenuas – de comunicadoras/es; las chicanas y apretadas de autoritarios e intolerantes – desde bullrich a berni -…. Y lo que es peor, triunfará el “sin-sentido común” formateado por décadas de batalla cultural sin tregua de los poderes hegemónicos.
La disputa de fondo sigue siendo entre lo viejo que se resiste a morir y lo nuevo que no alcanza a nacer…. Pero no nos hagamos los distraídos cuando el horror está golpeando la puerta….
