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NUEVO ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL GENERAL PERÓN: SU LEGADO

Por Rodolfo Oscar Negri     –

Aristóteles dijo una vez “Soy amigo de mis amigos, pero más amigo de la verdad”, quiero ser fiel a ese principio porque si no me estaría traicionando a mí mismo.

Se que a muchos no les van a gustar estas palabras, pero me creo en la obligación de dejar en claro cuál es, al menos, mi visión de la realidad.

El 1 de Julio de 1974 se produce un quiebre en la historia argentina. Desaparece una de las figuras más destacable del siglo XX y uno de los estadistas más importantes de nuestra Argentina. Perón fue quien aglutinó a los sectores nacionales y resultó ser el continuador de un movimiento histórico que se inicia desde los albores de la Patria. Un movimiento que aspira a generar de estas tierras una Nación -junto con los otros países de Latinoamérica- grande, independiente, equitativa e inclusiva.

Juan Domingo Perón -a su muerte- no dejó un heredero designado. “Mi único heredero es el pueblo”, afirmó. Él sabía que, como le dijo Evita en su lecho de muerte, “los únicos confiables era los humildes; porque son los únicos leales”.

¿Leales a quién? Aquí viene el verdadero quid de la cuestión. Leales a los principios y valores que el Movimiento Nacional deja como testimonio político y como continuidad histórica.

Los hombres y mujeres, incluso con responsabilidades, han demostrado más de una vez sus flaquezas y su debilidades ante los poderes económicos y poderosos que -asociados al capital extranjero- han manejado casi siempre la política argentina, sumiéndola en un papel de país de segunda y de colonia donde (atados de pies y manos) se siguen las políticas que dictan las grandes potencias mundiales. De la mano de esa sumisión está la suerte de los más humildes y desposeídos y de las generaciones que vendrán que tendrán que afrontar la pesada carga que le dejaremos como herencia.

¿Cómo se entiende sino el aval a medidas inconcebibles, por el cambio de migajas?

Don José Gervasio Artigas dijo alguna vez palabras que suenan hoy como una verdad renacida y aplicable: “No venderé el rico patrimonio de los orientales, al bajo precio de la necesidad» o la del general don José de San Martín en su arenga al Ejército de Los Andes, cuando comenzaba su campaña libertadora: “Seamos libres, lo demás no importa nada”.

Un claro ejemplo de defección son los legisladores que se suponía -por mandato de sus votantes- que debían servir de barrera de contención a las salvajes políticas neoliberales que eligieron (engañados, confundidos, manipulados o convencidos, para el caso no importa) por escaso margen, la mayoría de los ciudadanos… 

Pero no fue así y muchos de quienes tenían la obligación de responder al mandato de sus conciudadanos, terminaron siendo funcionales a una política de dependencia, exclusión y concentración de la riqueza.

Es muy larga la lista de defecciones y no voy a hacer un listado. Todos saben a que me refiero. Esos dirigentes parecen olvidar de que detrás de las decisiones políticas hay personas, compatriotas. Gente que sufre y padece por las medidas que se adoptan y que -por el contrario- su bienestar, felicidad y mejor calidad de vida, deberían ser el objeto y fin de toda acción política.

Quienes han actuado -y actúan- así, no se dan cuenta que jamás serán parte de esa clase dirigente que los utiliza y que -en cuanto puedan- se va a deshacer de ellos, porque solo los utilizan como el medio transitorio para la ejecución de sus políticas. Ellos desprecian y maltratan hasta a sus mismos aliados que no son del “palo”.

Es cierto que hay que ser amplio. Es cierto que para ganar elecciones hay que sumar votos. Es cierto que se pueden cometer errores. Pero una cosa son equivocaciones y otra muy diferente es darle la espalda a los principios y valores que le dan sustento al compromiso que juraron cumplir.

Así, bajo el título de algunos “peronistas” se hicieron o se convalidaron hechos que jamás podrían haberse realizado desde los principios y doctrina que el General Perón estableció.

Entonces surge como básica una inquietud ¿Qué es ser Peronista?  ¿una etiqueta? ¿Es un sentimiento? ¿Una liturgia? ¿Un discurso?

Dejemos eso en claro, porque si no terminamos justificando cualquier cosa. La política es un arte y se puede crear e improvisar. Se puede ser imaginativo y creativo, pero hay ciertas cosas que no son “negociables”. De la traición, así como del ridículo, jamás se vuelve.

NO ES UNA CUESTIÓN DE NOMBRES, ES UNA CUESTIÓN DE POLÍTICAS.

Si bien no hay nadie que pueda arrogarse el privilegio de tener un “peronómetro” y decir quién es y quien no es, está claro que -tal como dijimos antes- en nuestra Argentina existe un gran Movimiento Nacional y Popular desde sus raíces y que hay constantes en sus postulados políticos, económicos y sociales.

Se que lo que voy a manifestar no es nuevo, pero algunos parecen haberlo olvidado. Todavía estamos a tiempo y en pocos días más aparece una oportunidad de rectificar el camino equivocado. Esperemos que los dirigentes se pongan a la altura en que deben estar y que los “equivocados” rectifiquen el rumbo.

El Peronismo es parte de él y su continuidad histórica. No creo equivocarme si digo que el Peronismo es una filosofía de vida nacional, simple, práctica y popular; esencialmente cristiana y humanista, con brazos fundamentales que son la justicia social, la ayuda social y la protección y el amor por los más humildes.

Dando prioridad a los niños, a las personas con discapacidades  y a los ancianos. Defendiendo la Vida, los Derechos Humanos y el Medio Ambiente por sobre la rentabilidad económica. Que –por otro lado- tiene postulados básicos que se definen en las tres Banderas: Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política y en la Constitución de 1949.

El Peronismo se basa en un Estado organizado que es propietario y debe manejar los recursos estratégicos de la Nación, porque concibe al Estado como una comunidad que está sobre los intereses particulares, entendiendo que se debe dar el imperio de lo que nos es común, por sobre los intereses individuales.

Además, es su obligación proteger los derechos de cada persona en equilibrio con los de la comunidad, pero entendiendo que ésta está sobre aquellos. Por eso mismo es esencialmente popular y debe apoyar todo mecanismo institucional que posibilite o incentive la participación de la gente; sea en las decisiones políticas, en la designación de dirigentes o en cualquier otro rubro donde pueda darse válidamente, asimismo tiene la obligación de fomentar todo tipo de asociación popular que promueva el bienestar comunitario (Cooperativas, Mutuales, Clubes, Juntas Vecinales, sindicatos, etc.)

Por otro lado, cree en la Economía Social, poniendo el capital al servicio de la economía y la economía al servicio del bienestar social. Desde su esencia, el Peronismo busca deshacer todas las nuevas formas de dependencia, coloniaje y esclavitud en que ha sumido a la Argentina, la concentración económica, recuperando la capacidad de decisión nacional.

Para él, la política no es un fin, sino un medio para lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria.

Asimismo, entiende al trabajo como derecho, porque crea la dignidad del Hombre, por eso asume como un deber defender el trabajo argentino, la creación de fuentes laborales, la defensa de las economías regionales, la promoción del afincamiento de las nuevas generaciones en sus lugares de origen a través del incentivo de la producción local, y todo otro medio que asegure el bienestar a cada trabajador.

Por eso, también, debe igualar las posibilidades de cada uno de los habitantes de la Nación para poder educarse y capacitarse a los efectos de prestar un servicio útil a sí mismo y a la comunidad, en la medida de sus talentos naturales, sus capacidades y premiando el esfuerzo.

El Peronismo anhela la Unidad Nacional, respeta a quienes opinan diferente, y es históricamente frentista: Un movimiento abierto a toda persona de buena voluntad que adhiera a los postulados señalados y que no puede ser víctima de discriminación de ningún tipo, ni burocracia alguna, que le impida sumarse al movimiento.

El Peronismo debe oponerse a toda política de círculo, acuerdos a espaldas de la gente o contubernio. El orden del peronismo es, primero la Patria, luego el movimiento y después los hombres. Hombres que, despojados de personalismos, sirvan a un proyecto de construcción colectiva. Que cualquier acción que se realice, debe cimentarse en los valores de Justicia, Equidad y Solidaridad; y que sus principios prácticos deben ser la austeridad, la transparencia y el sentido común.

Por otra parte, no concibe a la Argentina, sino como una parte inexorable de la Gran Nación Latinoamericana. También está claro que estos lineamientos son las guías que deben ser rectoras y que quien no cumple con estos postulados, puede pregonar ser lo que quiera, pero no es coherente ni con sus principios ni con su historia y está jugando “la propia”.

Los ladrones, si los hay, son doblemente traidores. No solo roban el dinero del Pueblo, sino que atentan -además- contra el Proyecto Nacional. En otras épocas se los hubiera fusilado por la espalda, por lo que representan. Hoy alcanzaría con que vayan a la cárcel.  

Por otro lado, ellos vienen por todo: por la riqueza actual y la futura; sin el mas mínimo escrúpulo y avasallando leyes e instituciones.

Bien decía John W. Cooke que el Peronismo solo puede destruirse desde adentro y hemos vivido ya experiencias históricas que así lo demuestran, pero que –por suerte- no quedaron más que en intentos fallidos. Dirigentes cooptados por los poderes vinculados a las grandes corporaciones que asumen sus propios discursos e intentan confundir, segmentar, dividir y disgregar al Movimiento Nacional, otros -lisa y llanamente- están siendo juzgados.

El tema es que no los juzguen los medios monopólicos que responden a los intereses inconfesables de los monopolios, sino la justicia. Una justicia que DEBE SER ecuánime, independiente y que lo debe hacer con las pruebas correspondientes.

Así como no hay países dependientes sin un sector social cómplice, suele ser cierto aquello que dice la canción cuando sentencia que “un traidor puede más que mil valientes”.

Así se asumió al neoliberalismo y a la destrucción del Estado, en los noventa con una fachada de Peronismo –con una caterva de dirigentes cómplices- y hoy nuevamente se pueden observar a sectores –otrora defensores de los trabajadores- asociados a lo peor de los intereses monopólicos. Nada nuevo bajo el sol.

Por eso, en los momentos de confusión, hay que recurrir al sabio simplismo que alguna vez esgrimió Evita: “cuando no veo las cosas claras, dicen que decía, solo me fijo que es lo que hace la Oligarquía. Lo correcto es lo contrario, porque ella jamás equivoca sus intereses”.

Nada más claro para comprender la situación actual y no dejarse confundir por los bombardeos mediáticos.

El camino de Evita es el que no debemos abandonar si queremos tener un país, si deseamos construir -algún día- una Nación. 

Callar esto sería sumarse a la complicidad en la que está cayendo parte de una dirigencia que le da la espalda a quienes confiaron en ellos para que hagan otra cosa. 

Tomar conciencia sobre esto y actuar en consecuencia, es el mejor homenaje que podemos realizar a la memoria y el legado del General Juan Domingo Perón, en este nuevo aniversario de su desaparición física.

 

 

 

 

 

 

 

Este artículo fue publicado en la revista La Ciudad el 1/7/17

 

 

 

 

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