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“Ni nostalgia ni resignación” El desafío de volver a construir la Nación

La crisis del peronismo no es solo electoral. Es la pérdida de un proyecto de Nación. Para volver a ser alternativa, el movimiento debe reinventarse: recrear sus banderas históricas bajo un nuevo paradigma tecnológico, productivo y cultural, sin abandonar su esencia popular.

Un cambio de época
La derrota electoral de octubre no fue un hecho aislado. Refleja un cambio profundo en la sociedad argentina: nuevas formas de trabajar, sentir y pensar el futuro que la política no supo acompañar.
Durante más de setenta años, el movimiento fundado por Juan Domingo Perón fue el gran traductor del pueblo argentino, el puente entre la esperanza social y la acción política. Hoy enfrenta un dilema existencial, envuelto de peleas facciosas, ha perdido su sentido histórico y su narrativa, mientras millones de argentinos buscan un nuevo destino.

El fenómeno Milei no expresa solo el ascenso de una derecha radicalizada, sino el agotamiento de una cultura política. En un país donde el individualismo reemplazó a la comunidad, el desamparo se confunde con libertad. El 41% que acompañó al oficialismo libertario no votó bienestar, sino creencia. Ese terreno simbólico —el de la fe política— es el que el peronismo dejó vacante.

El peronismo, una ideología atemporal - El Orden Mundial - EOM

El movimiento que dejó de crear
El peronismo fue una fuerza de invención. Nació en un tiempo de crisis y dio respuestas nuevas a una Argentina que pedía justicia, trabajo y dignidad.
Sin embargo, en las últimas décadas se volvió previsible y autorreferencial, aferrado a símbolos y consignas del pasado, que ya no interpelan a las nuevas generaciones.
El movimiento que alguna vez organizó la esperanza hoy administra la melancolía.
Sus discursos evocan un pasado glorioso, pero carecen de una visión de futuro.

Al peronismo le falta futuro, conducción, una síntesis superadora de sus divisiones internas y una narrativa que lo conecte con las clases medias y los sectores populares. La ausencia de un relato renovado, más que la falta de votos, es el verdadero núcleo de su crisis.

Un nuevo paradigma nacional
El mundo atraviesa una revolución económica, tecnológica y energética que redefine el sentido de la soberanía.
En ese escenario, ni el estado asistencialista clásico ni el liberalismo desregulado ofrecen una salida. El desafío del peronismo es construir un Estado moderno, innovador y soberano, capaz de articular conocimiento, trabajo, producción y justicia social.

Ese paradigma debería apoyarse en tres pilares:

Soberanía tecnológica y productiva.
La independencia del siglo XXI se mide en innovación, datos y propiedad del conocimiento. La Argentina debe impulsar una industrialización acelerada basada en las nuevas energías alternativas y la asociación estratégica entre la ciencia, la tecnología y la producción.

Justicia social como equidad inteligente.
Gobernar es crear trabajo, estable y bien remunerado. Pero no basta solo con redistribuir ingresos, ademas de garantizar el acceso a la vivienda y los bienes básicos, hay que  democratizar el acceso al conocimiento, la energía, la cultura y la conectividad, nuevas bases de la igualdad contemporánea.

Comunidad organizada.
Recuperar la idea de comunidad implica articular el trabajo industrial, los movimientos sociales, las PYMES, las cooperativas, la cultura y la ciencia nacional en un entramado solidario.

Del mito al porvenir
El peronismo nació para dar respuesta a su tiempo. Hoy, su tarea no es custodiar un legado sino recrear su significado.

Como en 1946, debe volver a pensar la Nación desde la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, traducidas al lenguaje del siglo XXI.
No se trata de volver a Perón, sino de hacer lo que él hizo: interpretar la realidad nacional y conducirla hacia el futuro.

Perón enseñaba que “gobernar es prever”. Anticiparse a los hechos, leer el cambio de época y conducir al pueblo hacia su destino fue siempre la esencia de la conducción política.
Hoy prever significa planificar, imaginar un país donde la tecnología, el sistema productivo, el trabajo y la justicia social no sean opuestos, sino parte del mismo proyecto de liberación.

Una política con destino
La Argentina necesita volver a creer. No en líderes salvadores, sino en una idea de futuro compartido.
La reconstrucción del pensamiento nacional es, hoy, un acto de soberanía.
El peronismo podrá renacer si entiende que el poder no reside solo en el Estado, sino en la capacidad de pensar estratégicamente, crear colectivamente y planificar el futuro.  

Porque —como enseñó Perón— gobernar es prever. Y gobernar, en definitiva, es construir destino.

Y porque el peronismo no puede ser un simple administrador de la resignación, limitado a gestionar ruinas y derrotas, sino un constructor de esperanza y de futuro, capaz de volver a encender en el pueblo la fe en su propio destino.

Colaboración de Ernesto Jauretche

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