Por Ana María González –
Pongo mi oreja a la tierra Hace exactamente 9 años publiqué mi primera antología Palabras al vuelo, esa vez lo hice con ansiedad y apuro, pensando que en más o menos cuatro años repetiría una publicación pero siempre aplacé proyectos, en parte por desconfiar de mis textos, también por pensar en enviarlos a certámenes donde el premio fuera la publicación o porque me surgía algún plan familiar y resignaba los recursos, es muy caro publicar.
Esta vez ganó mi optimismo de poeta, y me fui en Julio hasta la Frater, allí Cristian Rougier y Julio Vega, en el Espacio Editorial UCU, me escucharon y acompañaron con sugerencias.
La bella Cristina Deangelis me empujó a publicar y escribió una devolución luego de leer el borrador que le pasé, elegí sus palabras para el prólogo porque me encantaron.
Mostré varias de mis pinturas y los editores eligieron Rupestres, ella mandonea desde la tapa y ciertamente atraviesa el contenido.
Hay poemas viejos y nuevos, muchos pasaron por la lupa del taller Nosotros en el texto, dictado por Belén Zavallo y Manu Mántica.
En mi opinión Pongo mi oreja a la tierra quedó hermosa. No sé si son poemazos o poemitas, ciertamente son parte de una búsqueda interior que quise registrar en lenguaje poético.
Nuestros pueblos originarios eran sabios en el tratamiento de la tierra que nos hospeda, nosotros los del S XXI, los dueños del arado y las industrias, somos cómplices de las heridas o cicatrices…
En nuestra soberbia valoramos a los otros seres sólo cuando los perdemos o advertimos amenaza de extinción, llegamos tarde a casi todo, hemos olvidado la lengua de la tierra, sus olores, sus sonidos, su tersura y asperezas, su silueta y armonía.
Pensé cuando me avisó Cristian que el libro ya estaba listo y lo tuve en mis manos en la emoción de un parto y en el necesario bautismo, en hacer ruido y fiesta de presentación, pero ahora no lo veo oportuno, creo que estamos transitando momentos de incertidumbres y además pisando las fiestas navideñas.
No puedo impedir que se me cruce el poema de Vallejos: Un hombre pasa con el pan al hombro…y bueno no sé en que lugar quedarán los deseos de leer, escribir y la posibilidad de comprar libros.
Seguro que muchos seguiremos con restricciones despuntando el vicio, así son las adicciones.
De momento, llevé ejemplares a las librerías de la ciudad por si les interesa leer poemas, la poesía tiene la magia de la brevedad y la concisión, da tiempo a pensar: un tiempo divino que nos humaniza aún en períodos difíciles, donde en el mundo entero se aplica la consigna de Plauto: homo hominis lupus; siento como si Pandora hubiera elegido justamente este tiempo para concentrar su liberaración de males…en realidad siempre lo estuvieron pero a veces se juntan y desenmascaran obscenamente, la historia da cuenta de ello.
Pero soy optimista y creo que hay antídotos para espantar la tristeza y la injusticia como leer sea solos o compartiendo, encontrarnos en refugios verdes, junto al río, hablar lindo, leer siempre largo y tupido.
La poesía es espacio de resistencia y reparación, es bueno tenerla a mano.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 18/12/2023