Mientras el Reino Unido de Gran Bretaña continua avanzando sobre los espacios marítimos reclamados por Argentina desde el Gobierno y sus aliados insisten en ser socios militares de la OTAN.
El diputado arentino Fernando Iglesias, miembro del partido PRO encabezado por Mauricio Macri, sostuvo este viernes una reunión con la embajadora británica en Argentina, Kirsty Hayes. Este encuentro, que se da en el contexto de la aspiración del gobierno argentino a convertirse en ‘socio global’ de la OTAN, plantea serias dudas sobre la coherencia de la política exterior del país y su genuina defensa de la soberanía nacional.
A pesar de que Argentina no puede ser miembro pleno de la OTAN, la categoría de ‘socio global’ le permitiría cooperar con la alianza, compartiendo información de inteligencia supuestamente fiable y participando en operaciones militares, sin recibir, sin embargo, ninguna garantía de apoyo en caso de conflicto. Este escenario, paradójico en sí mismo, se vuelve aún más preocupante cuando se considera la histórica disputa entre Argentina y Reino Unido por las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, territorios que el Reino Unido continúa usurpando con beneplácito solapado de los Estados Unidos.
El hecho de que un representante argentino se reúna con la embajadora británica en el marco de una posible integración a la OTAN, mientras persiste una ocupación ilegítima en territorio argentino, es, como mínimo, alarmante. En un contexto normal, seria esperable que el Reino Unido se opusiera firmemente a cualquier acercamiento argentino a la OTAN, dado el conflicto por las Malvinas, Antártida e islas del Atlántico Sur y sus espacios marítimos. Sin embargo, el silencio y la pasividad del gobierno argentino, liderado por Javier Milei, sugieren la posibilidad de algún tipo de ‘acuerdo’ implícito que basado en la formula del paraguas de soberanía priorice intereses políticos y económicos sobre la integridad territorial y la soberanía nacional.
Este comportamiento no es nuevo en la administración Milei. En enero, durante el Foro Económico Mundial en Davos, se reveló que David Cameron, canciller británico, ofreció al presidente argentino ‘ventajas comerciales’ a cambio de abandonar los reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas, según informó la prensa británica. Apenas un mes después, Cameron realizó una visita a las Malvinas, la primera de un funcionario de su rango en 30 años, y el gobierno argentino no solo no cuestionó su presencia en territorio argentino, sino que el vocero presidencial, Manuel Adorni, se limitó a decir que era ‘un tema de agenda’ del Reino Unido, demostrando una clara subordinación ante las decisiones de un gobierno extranjero.
El caso del diputado Fernando Iglesias agrava aún más esta situación. Iglesias ha sido denunciado por ‘traición a la Patria’, según el Código Penal Argentino, debido a sus declaraciones que, desde 2012, afirman falsamente que las Islas Malvinas, Georgias del Sur y otros territorios en disputa son británicos. En 2018, esta postura le valió una denuncia formal del abogado Diego Ceferino Mazzieri, quien señaló que Iglesias tergiversa la verdad histórica y menoscaba la integridad territorial argentina, una acusación seria que debería haber recibido más atención y condena por parte del gobierno.
Iglesias incluso presentó un documento titulado “Malvinas, una visión alternativa”, en el que, junto a otros críticos del reclamo argentino, argumenta que es absurdo intentar revertir una situación histórica de casi dos siglos y que se debería respetar el derecho de los isleños a mantener su actual estatus. Este tipo de posturas no solo debilitan el legítimo reclamo argentino sobre las Malvinas, sino que reflejan una actitud complaciente y entreguista que contrasta con la retórica oficial de defensa de la soberanía.
En resumen, la reunión entre Iglesias y la embajadora británica, el evidente desinterés del gobierno de Milei por la cuestión de las Malvinas, y las posturas de figuras como Iglesias, son claros indicios de una política exterior que, lejos de defender los intereses y la soberanía nacional, parece estar más interesada en complacer a potencias extranjeras, sacrificando principios fundamentales en el proceso.