El Gobierno comenzó ayer con su verdadero plan económico. La estrategia oficial es lograr la reducción de más de un punto porcentual del déficit en los próximos dos años de gobierno. Y llegar al superávit de las cuentas públicas para un eventual segundo mandato.
En la cúpula. Mauricio Macri explicó sus planes ante un auditorio de invitados que llenó la capacidad del salón vidriado del Centro Cultural Kirchner. Busca sumar consensos y generar más confianza en la gestión.
Mauricio Macri presentó ayer, aunque sea en líneas generales, su primer plan económico propio. O al menos los primeros objetivos básicos con los que se lo debería juzgar cuando se presente en el 2019 a una segura reelección. Y en la que quizá se viva el combate final contra, nada menos, Cristina Fernández de Kirchner. Y más allá de un plan de ajuste clásico, el Presidente presentó ayer en sociedad un plan de acuerdos políticos sobre los cuales deberían plantearse algunas reformas estructurales para lograr su principal objetivo: que el déficit fiscal baje algo más de un punto porcentual por año y que para el 2019 esté por debajo de los 3 puntos porcentuales. Ese 3% no es un nivel al azar. Es el que impone la Unión Europea para cualquier país que quiera ser miembro de su selecto club. Macri busca que en un año el déficit baje del 4,5% que seguramente mostrará este año, a un 3,2% en 2018 y un 2% en 2020. Sólo siguiendo este sendero fiscal se conseguirá lo que el público votante en general está esperando de su gobierno en materia económica: que baje la inflación a un nivel razonable y por debajo del 10%; su otra meta para el 2019. Si los votos finalmente le dan la reelección, en la estrategia imaginaria de Macri figura una inflación final de 5% y un leve pero seguro superávit final par un fin de ciclo en 2023.
Consensos
Lo primero que necesita Macri para este plan es un acuerdo político y social para poder avanzar en el primer escollo serio que se le presenta en el corto plazo: los votos para aprobar la reforma y el aval de las provincias para ejecutarlos. Lejos del mentado Plan de la Moncloa, la inspiración de Macri es una versión algo más austera en sus objetivos, pero también de inspiración en la España democrática. Se trata del Pacto de Toledo de negociado a fines de 1994 en esa ciudad medieval española y aprobado por el parlamento del estado europeo el 6 de abril de 1995; impulsado en los últimos tiempos de gobierno de Felipe González pero continuado por José María Aznar. Fue este último quién alguna vez le comentó al argentino la existencia de este acuerdo y que le dejó la semilla a Macri para su aplicación. Ese Pacto de Toledo se basaba la reducción fiscal sobre la producción industrial española, sobre la base de una baja en los costos de la seguridad social y la búsqueda de diferentes financiamientos a las prestaciones jubilatorias y las pensiones. Se pasó de un sistema de reparto a uno compartido con el sector privado, lo que redujo sustancialmente el impacto fiscal de la seguridad social y permitió a González y luego a Aznar mejorar los números fiscales y reducir luego los impuestos. También se incluyó un capítulo de mejora en la burocracia recaudadora y una mayor responsabilidad de la Nación sobre la administración de los recursos (con el tiempo de esto abjuraría Cataluña) y el combate a la economía en negro. Para muchos, este Pacto de Toledo, significó el paso definitivo de la España franquista a la moderna, especialmente por el compromiso de todos los partidos políticos con capacidad de gobernar en cuanto a la responsabilidad de sostener un nivel de déficit fiscal acorde con el manejo sano de la economía española.
Fantasmas
Algo similar es lo que Macri tiene en mente para Argentina. Que no sólo su gobierno, sino el resto de la clase política criolla con capacidad de gobernar tenga el mismo compromiso de responsabilidad fiscal que busca el macrismo: y que ayude, especialmente los gobernadores, a sostener la meta fiscal hasta el 2023.
El plan de reformas que plantea el gobierno tiene como epicentro de búsqueda de ese equilibrio fiscal una de las máximas con las que Néstor Kirchner manejó la economía argentina en sus cuatro años de gestión, y que le permitió entregar el gobierno con un razonable, e inédito desde la llegada de la democracia moderna, equilibrio presupuestario. Básicamente, y más allá de la inestimable ayuda de una soja por encima de los 500 dólares la tonelada, Kirchner planteaba eventuales ventajas impositivas que los contribuyentes recibirían a largo plazo, a cambio de aumentar en el corto los ingresos; presentando ante la sociedad la fórmula como una retribución a la sociedad o un plan de equilibrio cero. En otras palabras; primero se recaudaba más y luego, con el tiempo y cuando la recaudación estuviera en alza, se le devolvía algo a la sociedad. La idea de Macri es similar. A corto plazo las cuentas fiscales mejorarían con las medidas que se deberían aprobar en el Congreso, incluyendo los cambios previsionales (calculo inflacionario mata movilidad jubilatoria), aumentos de impuestos internos, aplicación del tributo a la renta financiera y el IVA a los servicios por internet entre otros ingresos extras. La mejora para el público sería, básicamente, la baja de Ganancias para las empresas que reinviertan, bajando 10 puntos porcentuales el nivel de presión; pero sobre ejercicio vencido. Esto es, la AFIP sufriría la perdida de recaudación recién en 2019 o, aún más allá, en el 2020. En el 2018, todo sería ganancias.
Saben en el gobierno, incluyendo al propio Macri, que hay un fantasma que podría convertirse en el «aguafiestas» de la estrategia. El plan tiene una pátina demasiado cercana (suba de impuestos, castigo previsional y beneficios a largo plazo) al que alguna vez en el pasado cercano pensó José Luis Machinea como estrategia primario de la Alianza que llevó a Fernando de la Rúa al poder.
La idea del ex ministro de Economía era bajar radicalmente la tasa de interés vía reducción del déficit fiscal, para luego aventurar una salida por la positiva del corset del uno a uno. A Machinea le falló el mercado interno, sumergiéndose en una rescisión cuyo corolario explosivo no lo tuvo como conductor de la economía argentina. El Palacio de Hacienda de Nicolás Dujovne y el resto de los ministerios tiene la misión encomendada por el Presidente de estar atentos a que el principal insumo de cualquier economía, la confianza, se mantenga al tope y no derive en una crisis en el mercado interno.
Por Carlos Burgueño
(fuente: ámbito.com)