Por Ángel Harman. –
Al comienzo del siglo XX, el salario de un obrero semicalificado oscilaba entre $ 1,50 y $ 3 m/n, por día.
No se pagaba por hora sino por día y en caso de enfermedad, carecía de salario.
Las jornadas laborales no eran inferiores a 10 horas diarias, y que en caso de enfermedad no cobraba salario ni tenía rubros asignados para la atención médica.
Un padre que trabajaba 25 días al mes, redondeaba $ 100 m/n. Los gastos incluían: alquiler de una pieza grande; mercado; Pan; Almacén; Carbón; Lavado; Tranvía; Ropas; Gastos varios. Totalizaban $ 108, 80.
Es decir, que una familia tenía un déficit, calculado oficialmente, de $ 8,80 mensuales.
Ese déficit mensual significaba, lisa y llanamente, no sólo la imposibilidad de ahorro, sino directamente, infraconsumo y privaciones.
Lo que se denominaba vivienda era la confinación de una familia íntegra en una pieza grande, lo que traducido, era la condena a la promiscuidad del conventillo, con un promedio de 14 familias compartiendo una misma casa, en donde, por lo general, había un solo cuarto de baño.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 20/12/2023