por Pablo Stein –
Esta provincia estuvo poblada por diferentes pueblos y la idea que trato de instalarse es que tenían un bajo desarrollo cultural, pero esos grupos humanos poseían su propia cosmovisión del mundo y podemos afirmar que en lo social demostraron un humanismo superior al de quienes vinieron a conquistarlos.
Como todos los pueblos americanos fueron los primeros en cuidar y conservar la naturaleza. Don Blas Wilfredo Omar Jaime, quien aún conserva las enseñanzas de su abuela relata que la gente de su pueblo, los Chaná, pedían permiso para cortar un árbol o para quemarlo, porque es un hijo de la madre tierra. Si era leña seca (Pala ayá) no era necesario el permiso, pero el humo (Vanatí yoguín), el hijo del fuego, hacia llorar al que lo encendía como castigo cuando la leña estaba verde.
Hábiles cazadores, también pedían perdón a los animales cuando los cazaban para su alimentación, razón por la cual jamás depredaban y sacrificaban solo lo que consumirían como alimento y provisión de pieles.
En sus relaciones con los otros pueblos, buscaban comerciar con ellos intercambiando la ropa de cuero que fabricaban por armas, pescados o animales. Kumpú le decían a este sistema de trueque.
Los guaraníes llegaron y se afincaron en Entre Ríos a donde llegaron en su búsqueda de la “Tierra sin mal”.
Si bien nunca llegaron a conformar una unidad política ya que se dividían en parcialidades, si solían formar alianzas entre ellos.
La base de la organización social guaraní era la casa comunal, maloca o tapy guazú en la que de 20 a 60 familias constituían un tevy dirigido por un jefe: Ñanderú
Cuando se reunían varias malocas pasaban a ser una aldea, tekoa, dirigida por un mburu-guazú o gran jefe guerrero.
El asentamiento era semi-sedentario ya que cada 5 o 6 años se mudaban de territorio.
Era además un pueblo agricultor que se ocupaba de sembrar maíz (avatí), mandioca, batata (camote), poroto, maní, calabaza y yerba (ka-a) o (ka-a mini) si era sin palo.
La cerámica guaraní se destaca por su calidad y las mujeres eran expertas en hilar algodón y confeccionar el tipoy que era una túnica sin mangas, hamacas, fajas y vinchas.
Sus telares estaban hechos con dos palos verticales y dos horizontales y devanaban el algodón con un uso de madera y las telas eran teñidas.
En ambas orillas del Rio Uruguay habitaron los charrúas y sus parcialidades entre los que se encuentran los Yaros desde el rio Gualeguaychú al norte ocupando los actuales departamentos Uruguay, Colon, Concordia y Federación.
Construían sus viviendas utilizando el cuero (chal) de ahí el nombre de sus tolderías (chali), eran hábiles en el manejo de la lanza (rejá) y las boleadoras (tababú).
Se llamaban a sí mismo, como huimen charo, (pueblo yaro) y preferían levantar sus chali a orillas de algún curso de agua (ata-mä) donde solían pescar tarariras, palabra que paso a nuestra lengua.
Durante dos siglos resistieron estos pueblos originarios la conquista española y jamás se rindieron. No puede extrañar entonces que Entre Ríos fuera cuna de grandes guerreros, ya que su sangre se fue mezclando en un mestizaje que dio origen al gaucho y que persiste aun después de tantos años a pesar de los contingentes de colonos que luego se afincaron en nuestra geografía.
Obra consultada: Cesar Pérez Colman; “Historia de Entre Ríos” Ed de la provincia; 1936.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 27/10/2023