Como en el mundo líquido de la política moderna lo que vale es la foto. Un día, alguien encontró a Evita con un niño orejón en brazos y dijo: «es el Papa Francisco«. Pero, Jorge Bergoglio nació en 1936 y al momento de esa foto debió tener diez u once años, y pesar unos 40 kilos , mucho niño para los brazos de una Evita tan menuda.
Muchos años después, dirá el Papa Francisco, desde Santa Cruz de la Sierra : “Tengamos siempre presente en el corazón a la Virgen María, una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio, una madre sin techo que supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pañales y una montaña de ternura. María es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia.”
Por su parte en ‘Mi Mensaje’, Evita escribe : “El clero de los nuevos tiempos, si quiere salvar al mundo de la destrucción espiritual, tiene que convertirse al cristianismo. Empieza por descender al pueblo. Como Cristo, vivir con el pueblo, sufrir con el pueblo, sentir con el pueblo.(…) La religión no ha de ser jamás instrumento de opresión para los pueblos. Tiene que ser bandera de rebeldía”.
Dirá Francisco: «¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres! A los sacerdotes les pido: sed pastores con «olor a oveja»…salid a las «periferias» donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones. La Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en Latinoamérica. Identidad que tanto aquí como en otros países algunos poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revolucionaria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo dinero.”
En 1947 el padre Hernan Benítez acompañó a Evita en la gira del Arco Iris, misión diplomática por España, Italia y Francia. Una gira con alto contenido religioso. En Roma se entrevistó con el Papa Pio XII, y en París su anfitrión fue Angello Giusepe Roncalli quien años más tarde se convertirá en Juan XXIII. En este periplo hay un hecho muy poco conocido, que hoy, pone a Evita muy cerca del Papa que tomó su nombre de San Francisco de Asís.
Según relata el padre Hernan Benítez, en esos días de estadía en Roma, Evita visitó la sede de los franciscanos y su Ministro General, Pacifico Perantoni, la consagró “hermana de penitencia” o de “tercera orden”. Esta tercera orden fue ideada por San Francisco como un tipo de estado intermedio entre el claustro y el mundo para aquellos que, deseando seguir los pasos del santo, estuvieran impedidos, por matrimonio u otros compromisos, de entrar ya sea a la primera o a la segunda orden.
“Evita murió franciscana” contó el padre Benitez, “por eso fue enterrada con la túnica de hermana franciscana”. Seguramente Evita habrá rezado alguna vez el Cántico de las criaturas escrito por San Francisco de Asís, con el cual comienza Francisco su enciclica Laudato Si.
Fuente: lmneuquén
Colaboración de Victoria Bozzolo
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 1/8/2022