Desafiante, Lola Mora convirtió su arte en una herramienta de lucha.
La obra de Lola Mora como desafiante escultora pública la transformó en promotora de debates en los que se enfrentó a cierto conservadurismo moral, más allá de las cualidades técnicas y estéticas de sus intervenciones. Las discusiones abarcaron incluso su modo de vestir. Ella evitó la polémica dialéctica y se enfocó en la producción de un arte provocador.
Como tantas mujeres de su tiempo, Lola Mora nació en medio de controversias. De hecho, los biógrafos sostienen que no existe la certeza de su día de nacimiento. A su vez, dos provincias argentinas, Salta y Tucumán, se disputan el lugar en el que nació, más allá de que ella siempre se consideró tucumana.
Lola era la tercera de siete hermanos. Quedó huérfana a los 18 años, de golpe: su padre y su madre fallecieron con apenas dos días de diferencia. Su vida tuvo un giro importante cuando conoció a Santiago Falcucci, un pintor italiano que la introdujo en el neoclasicismo y el romanticismo. Muy pronto sus retratos de personajes de la alta sociedad tucumana atrajeron la atención del público.
Lola tuvo su primera muestra en 1894, fue tan significativa que le abrió el camino a Buenos Aires y a Roma donde se convirtió en escultora siguiendo los pasos del maestro Giulio Monteverde; regresó al país cuando comenzaba el siglo XX para convertirse en una de las artistas más requeridas por el Estado; a ella le fueron encargados los bustos de Juan Bautista Alberdi, Aristóbulo del Valle, Carlos María de Alvear y Nicolás Avellaneda, también estatuas alegóricas en las cercanías de la Casa de Gobierno de Jujuy y el Monumento Histórico Nacional a la Bandera en Rosario. El pedido de un monumento para ser emplazado en la Plaza de Mayo frente a la Catedral fue una de las solicitudes más importantes de su trayectoria dentro del arte escultórico.
SUS LUCHAS
Por cierto, Lola estaba muy adelantada a la moral de la época: la Fuente Monumental de Las Nereidas, tal vez su escultura más famosa, representa el nacimiento de la diosa Venus, emblema de la sensualidad, en una virtuosa composición mitológica subrayada por el desnudo de los personajes femeninos. La obra se realizó en mármol de carrara traído desde Italia y fue inaugurada por el intendente de Buenos Aires Adolfo Bullrich el 21 de mayo de 1903 quien había decidido su instalación dejando de lado las críticas de los sectores más influenciados por la moral religiosa.
Sin embargo, en 1918, por efecto de esas mismas presiones la obra icónica de Lola Mora se trasladó con ayuda de la artista hacia su destino actual en la Costanera Sur, escondiéndola de los ojos de la ciudad como si fuera algo vergonzoso. Otra de sus esculturas célebres es la estatua La Libertad, fue realizada en 1904 en Tucumán, en mármol y emplazada donde se encuentra hasta el día de hoy, en Plaza Independencia. Se la puede ver con el vestido al viento, sus cabellos entrelazados, con los trozos de cadena en las manos, todo un símbolo.
MIRADAS
Otra fuerte discusión estuvo acompañada por la orientación de la estatua: Lola Mora quería que La Libertad pusiera su mirada en los cerros tucumanos y eso indefectiblemente conllevaba a desairar con su mirada a la Catedral y, con ello, a la iglesia católica. En la actualidad, sobre los ojos de la pieza escultórica se emplaza el palacio de gobierno, que se interpone entre los cerros y esa estatua.
Eduardo Rosenzvaig en su libro “La Espalda de la Libertad”, comenta que mientras tallaba en altura la figura de La Libertad, Lola debía usar pantalones para no enseñar su ropa interior. Debido a que algunos transeúntes arrojaban piedras a la escultora por lo inapropiado de sus vestimentas masculinas, las crónicas periodísticas de la época resaltaban más la polémica por el atuendo que su talento.
Daniel Balmaceda comenta en su libro “Qué tenían puesto” que “para la mayoría de las mujeres del 1900, Lola Mora era el ejemplo de todo lo que no debía hacerse. Por lo tanto, jamás hubiesen copiado su estilo. La tucumana usó pantalones en el tiempo en el que una revista, ‘La ilustración sudamericana’ hablaba de ‘hombres con faldas y mujeres con pantalones: promiscuidad grotesca del sexo’. La resistencia a los pantalones duró mucho más tiempo”.
Por fuera de estos asuntos, la vida y obra de Lola Mora estuvieron marcadas por la relación con el poder: Julio Argentino Roca era su mecenas y la leyenda historiográfica les atribuye un romance. Lola se casó con un empleado del Congreso a los 42, en lo que constituyó otro escándalo: le llevaba 17 años y solo convivió con él durante cinco.
La declinación de su éxito como escultora pública llegó antes de la segunda década del siglo XX y Lola murió casi en el olvido el 7 de junio de 1936 esperando una pensión honorífica de la Cámara de Diputados que nunca llegó a cobrar. El Fondo Nacional de las Artes celebró su genio creador y espíritu independiente, considerando a sus esculturas como inspiración para las generaciones que la sucedieron.
Al espíritu conservador de su época, que rechazaba su arte y su vida en libertad creativa, Lola Mora les respondió: “No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura”.
Lola Mora (1867-1936)

Dolores Mora De La Vega, conocida como Lola Mora, nació en El Tala Departamento La Candelaria de la provincia de Salta. Por un error repetido en el tiempo, en memoria de la escultora, el Congreso de la Nación Argentina ha instituido por ley 25.003/98, la fecha falsa de su natalicio el 17 de noviembre de 1866, como el “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas”. No se conoce con seguridad el día exacto que la vio nacer, sin embargo, en su acta bautismal observamos que Dolores Mora recibió el sacramento en la iglesia de San Joaquín, localidad de Trancas. Allí, avalado por una documentación ajada y amarillenta, el cura José Torres la bautiza el 22 de junio de 1867, declarando que la criatura tiene dos meses de edad. Su lugar de nacimiento está controvertido, los salteños alegan que nació en una localidad del sur de la provincia de Salta a muy pocos kilómetros de donde vivían sus padres, pero los tucumanos aseguran que fue bautizada en el norte de la provincia de Tucumán. El 22 de junio de 1909 a los cuarenta y dos años se casó con Luis Hernández Otero, que tenía 17 años menos de edad, hijo del ex gobernador de la provincia de Entre Ríos Sabá Zacarías Hernández, que la había conocido en el Congreso Nacional, donde era empleado, cuando la escultora trabajaba para la fachada e incluso. Según el investigador Oscar Félix Haedo, Hernández Otero habría sido alumno de Lola Mora. La pareja no fue feliz y cinco años más tarde él la abandonó. Además, fue amiga del escritor y político italiano, Gabriele D’Annunzio, y del presidente argentino Julio Argentino Roca. Buena parte de los detalles de la vida privada de Lola se perdieron cuando al morir, el 7 de junio de 1936, la familia quemó su correspondencia.
Motivos de un espacio
Cuando hablamos del espacio el sentido común nos lleva a pensar en astronautas, naves y satélites que recorren la galaxia; pero el espacio en general y los espacios en particular tienen relación aquí con los lugares que ocupan las mujeres y que fueron negados históricamente. Las mujeres espaciales salen del universo doméstico cerrado y delimitado por los poderes de turno para ocupar espacios laborales, políticos, económicos, artísticos, luchando por conquistar derechos en lo público y terrenal.
por Angelina Uzín Olleros
(fuente: El Diario)
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 29/6/2021