Por Susy Quinteros –
Niño del Pilcomayo salteño sin luz, ojos de cerradura vergonzante. El erial niega sin ofrecer tibieza para sus pies desnudos. Mapas descalzos de pisadas grises señalan un tiempo de ayer caído, sin posible redención hacia esos doloridos de un futuro sin respuestas. La hermandad es palabra hueca que nadie escucha. Su río guaraní, “el rio de los loros” contamina y mata, desborda abandonando una esquiva mansedumbre sin orillas. En su patio sin flores, perros flacos aportan su tristeza de pulgas sin culpa. A pesar de las fotos con raída ropa, casucha sin agua potable y eterna rebeldía que no grita, ningún pulgar poderoso firma los papeles de su salvación. ¿Cuál sería el mensaje de sus ancestros si los huesos salieran de las tumbas?