por Paula Resnisky – Con la edición y colaboración de Silvia Sanguino –
La Histórica
En el día de ayer se eligió a una joven Uruguayense para ser quien encarne la Reina de la Fiesta de la Playa. La controversial incógnita que dispara este certamen es: ¿Qué representa o qué es la Reina de la Fiesta de la Playa?
En la edad media, los reyes o las reinas eran quienes encarnaban a Dios mismo en la tierra, es decir, como sostiene la definición de la RAE, “Persona, animal o cosa que por su excelencia sobresale entre los demás de su clase o especie.”
El Feudalismo ha sido una carga histórica que los Latinoamericanos todavía no podemos apartar de nuestro vocabulario ni de nuestra cultura y estas son las ocasiones en donde se hace evidente y visible la carga que vive latente en la sociedad desde la conquista de los españoles y no nos deja avanzar.
Año a año se repite sin cesar la elección de una nueva reina de la fiesta de la playa, sin embargo, considero es hora de detenernos a pensar un poco sobre su sentido — y considerando lo antes expuesto — ¿En que se destacan estás jóvenes? ¿Qué es aquello que las hace excelentes a diferencia del resto de las chicas de Concepción del Uruguay? Si bien no se encuentran respuestas certeras, lo que sí sabemos, es que no pertenecen a una familia real, ni son la representación de Dios mismo en la tierra, pues nos han servido más de doscientos años de historia para madurar social y culturalmente pudiendo así superar semejantes ideas.
Sin embargo, podría también referirse a cierta predisposición natural en búsqueda de reinas que garanticen, por ejemplo, la reproducción de la propia especie. En este sentido, podemos ver como los animales tienen reinas en sus colonias, siendo el claro ejemplo, las abejas. La reina “es la única hembra fértil que pone huevos fecundados que dan origen a abejas obreras infértiles y pone huevos no fecundados que dan origen a zánganos fértiles, por un mecanismo denominado partenogénesis.”
Sin ánimos de distraer, ni aburrir al lector, estas breves reflexiones, solo pretenden reflexionar, indagar, repreguntarnos sobre el sentido de la elección de una reina, sobre lo que “el jurado” visualiza, busca, pretende ver reflejado en ellas. Y en este sentido, interrogarnos sobre el rol de la mujer, y los significantes que elecciones como estas imprimen en la sociedad. En el caso Uruguayense la pregunta es: ¿Qué será lo que las hace únicas a estas chicas y que es lo que el jurado ve en ellas que las hace ver únicas dentro de las demás?
Ubiquémonos en la palmera se dice en argentino calle, vivimos una época en donde las mujeres salimos a la calle a gritar en contra de los femicidios, a gritar “ayuda”, a gritar por un trato igualitario. Es una época donde los comentarios machistas no son recibidos con sonrisas complacientes, ni las mujeres nos callamos ante la violencia verbal o física, ni estamos sumisas ante la acción de aquellos hombres que intentan poseernos por y a través de la fuerza. Al menos esto se viene dando mundialmente, tendríamos que entrar a la casa de cada Uruguayense para confirmar que también pase esto.
El colectivo #niunamenos sostiene “Hablamos entonces de una cultura de la violencia contra las mujeres. Hablamos de hombres que piensan que una mujer es suya y que tienen derecho sobre ella, que pueden hacer lo que quieran, y que cuando esa mujer dice NO, la amenazan, le pegan, la matan para impedir que diga NO.”
¿Con semejante realidad, podemos seguir permitiendo la cosificación de las mujeres? ¿No deberíamos acaso moldear desde la educación familiar y desde el estado o municipio en este caso la sociedad que queremos ser? Acaso la elección de la reina de la playa no se trata de una tradición basada en valores patriarcales, eligiendo una joven que solo “sobresale” por la apariencia de su cuerpo. Una belleza estética, mentirosa, banal que nos deja a las mujeres a merced de la mirada machista y nos deshumaniza.
En conclusión, tal vez sea momento de preguntarnos cuáles son nuestras tradiciones y con respeto, amor y sinceridad nos podamos reinventar y demos un paso adelante como sociedad que entiende y es consciente del espacio y tiempo que habita. El cambio empieza por casa.
(foto de Clara Chauvin)
