Por Alfredo Guillermo Bevacqua –
En el espacio de laciudadrevista.com donde confluyen la literatura y el fútbol, presentamos esta vez un poema de Héctor Negro (1934-2015), un poeta y periodista, que escribió la letra de dos centenares de tango; como poeta popular le cantó a la belleza y el arte que se genera a partir del dominio de una pelota, resumiendo en el libro “El lenguaje y la poesía del fútbol” su preferencias por los grandes futbolistas argentinos y por todo ese mágico mundo que, antes, solo tenía lugar los domingos por la tarde “cuando la cancha era una fiesta”.
Héctor Negro, fue el seudónimo que adoptó Ismael Héctor Varela, para firmar su prolífica obra. En nuestra primera nota rescatamos al baldío, el desaparecido escenario de una niñez inolvidable; en la segunda entrega, rescatamos el poema de un poeta uruguayense, casi desconocido y olvidado, Emilio Lazcano Tegui, “el Vizconde”, y hoy, es el turno del mas grande futbolista de la historia: Diego Armando Maradona, en un poema que la voz grave de Alejandro Apo, dijo como nadie:
Versos para Maradona
Yo no se que ángel pardo se asomó por Fiorito,
se coló en los picados donde anochecía
y prendado del ángel burrumí de las zurda
se instalo en el mocoso con su audaz brujería
Ya tramaban entre ambos portentosas hazañas,
Con la número cinco de compinche jugada,
Paternal fue la ruta, la escuelita de barrio.
Escenario temprano, fogueo y recalada.
Aquel ángel errante, diabla luz en su sangre,
Lo hizo crack misturando travesura con fuego.
De movida brotaba el sol de su alegría
Iluminando el verde que bordaba su juego.
Fue la mano de Dios y el demonio sudaca
desparramando ingleses y sutiles inventos.
La melena enrulada o el cabello cortito
el misterio en él mismo, la magia no era cuento.
El sur napolitano fue el sur de sus suburbios,
por morocho, por pobre, por sur, por delineado,
les ofreció sus goles, su prodigio, sus ganas
y fue llenando el hueco del ídolo esperado.
Humilló al norte rico con vital desparpajo.
Con la celeste y blanca se arrió media tribuna
En el Sur y en el Norte le hizo un corte de manga
A los que despreciaron su canción y su cuna.
Desnudó a los hipócritas, “Mandamases” del fútbol,
Lloró, como tan solo lloran los que su juegan.
Y como pasa siempre con los cristos de barro
lo colgaron en la cruz de su entrega
y no le perdonaron su origen y su orgullo
y ese privilegio que mantiene de mover muchedumbres
sin pasarse al bando de los que todo humillan
para ser uno de ellos que como siempre es costumbre.
Los burócratas grises de aceitadas bisagras.
El chantún cholulaje de amigotes en rueda.
Los caretas impúdicos, conocidos de siempre.
Los escribas que reptan por las treinta monedas.
Toda esa cafaña lo sentenció caído.
Como al árbol que abate el hacha o la tormenta.
Le calculó la leña que de él les serviría.
Y lo hizo noticia a sumar en sus cuentas.
Pero él es bien de abajo por sobre toda duda.
Y sigue en las banderas, los cánticos, los coros.
Porque la gente intuye que aun entre los brillos,
Sigue siendo uno de ellos y es ídolo con todo.
El fútbol fue su forma de vencer a la nada.
Y su estrella es la alta revancha de los muchos.
Flor sana de potrero que ahogaba el aire impuro.
Yuyo que no quemaron los resplandores truchos.
Es el Diego, es aquel pibe del barrial de Fiorito,
la tribuna le canta con su voz…maradooo, maradooo…
relámpago del fútbol del mundo,
en un tiempo de grises pica piedras y sinuosas personas.
Yo lo vi desde el piso de una cancha alambrada.
Desde el alto cemento del estadio encumbrado.
En la incierta ventana de una caja de luces.
En el hosco potrero de algún barrio apartado.
Cuando alzaba la copa de la heroica victoria.
O gritando la fiesta de otro gol festejado.
Y lo vi con la bronca y el amor propio herido,
Sin guardarse el insulto al sentirse insultado.
Es el Diego, es aquel pibe con el ángel adentro
que no se vende al Diablo y al ángel no abandona.
Una redonda alada fue su arma y su juguete,
Es canto en las tribunas, su nombre… MARADONA.