Por el Prof. ENRIQUE R. TOSCANI (1) –
El ser humano constituye una armoniosa integración de cuerpo y espíritu. Si bien están perfectamente diferenciadas sus esferas de actividad y el cuerpo tiene funciones que le son característicamente específicas, como así también el espíritu, es menester reconocer que el primero en su faz voluntaria, obra por imperio del segundo y este necesita de aquel para dar expresión a sus propósitos. Las altas manifestaciones de la actividad mental permanecerían inexpresadas, si el cuerpo por sus diferentes órganos, no les diera forma concreta, si los sentidos no tradujeran y materializaran las elaboraciones intelectuales.
Tenemos conciencia del sentir y pensar ajeno porque el cuerpo los revela con la palabra, con el gesto, con el ademán. Establecemos el intercambio con los demás seres, porque los elementos de orden físico actúan como puentes necesarios.
La identificación es completa y constante en todos los momentos, y yendo mas arriba, ultrapasando el plano físico –mental para llegar al que llamamos puramente moral, observamos que esta identificación continúa y se hace mas perfecta, mas plena, mas cabal.
Cuando el espíritu es fuerte, valiente, animoso, dispuesto a todas las abnegaciones, porque una línea elevada de conducta dirige todas sus acciones, no apartándolo de un modo rectilíneo de vivir, el cuerpo dócil a la exhortación interior, se hace mas austero, mas vigilante, mas sobrio. No son compatibles la fortaleza moral con la laxitud física, la generosidad con la apatía del cuerpo, los renunciamientos con las comodidades externas. Cuerpo y espíritu deben fundirse en una actitud unitaria.
La escuela moderna busca formación integral; cultivo del espíritu sí, pero también desarrollo y preocupación por el cuerpo. Educación del espíritu a través de la educación del cuerpo. Tal es el fin de la educación física, la rama de la educación integral, que ocupándose aparentemente del perfeccionamiento corporal, tiende esencialmente a la plenitud de la persona.
No se trata en educación física de desarrollar solamente músculos, de formar exclusivamente atletas, se trata de acostumbrar a un cuerpo a una disciplina que determine naturalmente la formación de la disciplina total.
En los campos de deportes, en los gimnasios, se imparte esta educación del cuerpo que es asimilada por el espíritu. Allí aprenden los jóvenes a desarrollar sus músculos, a coordinar sus movimientos, a vencer sus inhibiciones, a ser vigorosos de cuerpo y alma. Por la observancia de las leyes de juego aprenden a respetar a una autoridad y a sus compañeros, enemigos ocasionales en la justa deportiva; aprenden el valor de la unidad, la amistad, la alegría; aprenden que está en ellos mismos el poder de plasmar un mundo mas sano, mas sencillo y mas dichoso.
Texto extraído de la revista “Ideal” órgano oficial del Club Colegial “Luis María Silva” de la Escuela Normal en su Número 6 de noviembre de 1949. Se ha respetado totalmente el texto y la puntuación del original.