El atentado contra Cristina Fernández de Kirchner como expresión por otros medios de los discursos de odio que circulan en la sociedad.
John Langshaw Austin, referente de la filosofía del lenguaje, formuló la teoría de los actos de habla. En las carreras de Comunicación suele estudiarse su obra póstuma Cómo hacer cosas con palabras, publicada en 1962, donde entre otros conceptos desarrolla el carácter performativo que tiene el lenguaje, es decir, un tipo de enunciado mediante el cual cuando un hablante dice algo, al mismo tiempo está haciendo algo.
Hay ejemplos que demuestran con claridad esta situación. Hay muchas fórmulas que se repiten en el marco de un protocolo y en un contexto determinado y que constituyen actos en sí. “Quedan unidos en matrimonio”; “sí, juro” o “condenar a la pena de…” son expresiones que al ser dichas producen un efecto concreto: se casan dos personas, asume un ministro y un acusado en un juicio pasa a ser condenado por haber cometido un delito.
Para Austin hay dos tipos de enunciados: constatativos y performativos. Los primeros son los que se utilizan para describir determinadas cosas; con los segundos no se constata o describe nada, sino que se realiza una acción.
Como la política se desarrolla en gran medida a través del lenguaje, los actos de habla son omnipresentes en este campo. Las palabras son acciones. Y no solo se trata de frases del estilo “queda sancionado el proyecto de ley” que dice una autoridad parlamentaria, sino de casi todo lo que se pronuncia.
Los llamados “anuncios” de los gobernantes son actos de habla; acciones que ponen a funcionar medidas económicas o disponen la ejecución de obras. A su vez, tienen efectos concretos, porque generan expectativas y pueden beneficiar a algunos pero también perjudicar a otros.
Los políticos y las políticas hacen cosas cuando hablan cuando opinan en una entrevista por radio o van a un canal de televisión. Sientan posición sobre algún tema, critican a sus adversarios, se defienden de acusaciones, presentan argumentos para fundamentar determinadas decisiones, debaten, polemizan. No son meras palabras, son acciones.
Los y las periodistas participan de estos actos con lo que dicen y con lo que no dicen. Los medios de comunicación multiplican y amplifican estas acciones habladas. Le dan carácter masivo. Y no solo eso: crean sus propios discursos, en función de sus intereses, con determinados aliados que se benefician y adversarios que se perjudican de lo que se dice, se escribe y se muestra y, por lo tanto, se hace.
Las redes sociales son territorio de cotidianidad performativa. Lo que allí se dice son la mayoría de las veces cosas que se hacen. Se hacen acusaciones, se insulta, se desprestigia. Se sabe que en las redes se dicen-hacen cosas que muchas veces no se dicen-hacen en la “vida real”, por llamar de alguna manera a lo que está afuera del mundo virtual, que también es real. A menudo se pueden encontrar en las redes comentarios violentos de parte de personas que parecían pacíficas.
Los discursos de odio son aquellos que están conformados por expresiones violentas, agresivas o discriminatorias que circulan en la sociedad. No son una característica exclusiva de estos tiempos, pero sí están muy presentes en el presente en la esfera pública. Se usan para hostigar a quienes piensan distinto. Se utilizan sobre el supuesto de que al adversario, por ser “el otro”, está permitido insultar y desear lo peor, incluida la muerte. Estos discursos están presentes todo el tiempo en las redes sociales y también en algunas manifestaciones callejeras: en las frases escritas en los carteles, en los muñecos colgados de horcas con los rostros del Presidente y la Vicepresidenta o en las bolsas mortuorias en las rejas de la Casa Rosada. Hay medios masivos que reproducen en loop esos discursos. Hay políticos que los incentivan y hasta los hacen propios.
Un hombre gatilló dos veces en la cabeza a Cristina Fernández de Kirchner. Solo porque falló en el plan asesino, la Vicepresidenta está viva. Cierta oposición dice que se cruzó un límite. Sin embargo, si las palabras son actos, si se hacen cosas con palabras, ¿es nítida la línea divisoria?
Fuente: Uno Entre Ríos

