El domingo 29 de julio a las 20,30 hs. se presentará su obra “Dos Mujeres” en el auditorio Carlos María Szelci con la dirección de Patricia Miotto y la actuación de Valeria Blanco y Melina Sabattini. En esta comedia de acto único, Alejandra y Clara están dispuestas a saltar sin paracaídas con tal de abandonar el vacío de sus vidas, sin considerar los posibles moretones…. Las reservas pueden hacerse en los teléfonos 15536954 y 15475310.
Javier Daulte, además de ser dramaturgo, ha dirigido piezas teatrales como Los vecinos de arriba, de Cesc Gay, con Florencia Peña, Diego Peretti, Rafael Ferro y Julieta Vallina (Metropolitan 2), Nuestras mujeres, con Guillermo Francella, Arturo Puig y Jorge Marrale (Metropolitan 1). Además, ha publicado su primer novela, Circuito escalera (Alfaguara).
Psicólogo, casado con Federico -su marido desde hace dos años-, y padre de Agustín, de 22 -hijo de su primer matrimonio-, reside en una casa del barrio del Abasto donde pergeñó gran parte de su exitosa obra. «Tendría 5 o 6 años y un día invité a jugar a mi casa a una compañera del jardín de infantes de la cual estaba enamorado, y para recibirla preparé un teatro. Puse una cuerda, colgué una lona como telón, puse todos mis juguetes atrás y cuando vino ella lo descorrí. Había algo de la representación que ya me daba vueltas desde la infancia», advierte. A los 14 años descubrió el teatro con mayúsculas, cuando su mamá lo llevó a ver Despertar de primavera, con dirección de Agustín Alezzo y así nació su fascinación por las artes escénicas «Iba al teatro todo el tiempo, no había cómo pararme y ya nadie me quería acompañar porque estaban hartos de ir al teatro, así que empecé a ir solo», asegura.
-¿Y en qué momento llegó la escritura?
-La escritura estuvo siempre. Para hacer un ejercicio en un taller de actuación, a los 17 años escribí un diálogo cortito, y seguí hasta que se convirtió en un diálogo de quince páginas. Esa obra se llamó Dos mujeres, y hasta el día de hoy se sigue haciendo en todos los talleres de teatro de acá y de todo el mundo porque funciona, es un buen ejercicio para actrices y directores que quieran dar sus primeros pasos. Hasta que un día, a los veintipico, asumí que me iba a dedicar a escribir. Y mucho más tarde llegó la dirección.
-¿Cómo es tu rutina de trabajo?
-Para empezar, escribo de día. Me gusta la mañana, aunque después llega un punto en que puedo escribir en cualquier momento del día. Pero a la noche es muy difícil que escriba. Mi cabeza no para de trabajar desde que me despierto, pero quiero que eso sea hasta las siete de la tarde, y si está lindo el tiempo me gusta sentarme en mi jardín, tomarme una copa de vino y mirar las estrellas. Ese es mi gran momento del día.
-¿Tenés algún ritual para escribir?
-Escribo siempre en un mismo lugar de mi casa. Y si estoy en otro lugar, escribo a mano. Después, paso todas las situaciones, me siento y me levanto varias veces, o de pronto me sumerjo en la escritura y cuando levanto la vista ya es de noche y están todas las luces de la casa apagadas. Y digo: «Ah, me fui a otro mundo, me tomé una droga muy fuerte».
-¿Cómo encarás ese proceso de escritura?
-Una vez que tengo una idea escribo una escena. Y después la desarrollo. Pero también me la paso trabajando con actores, y creando virtualidades, la ilusión de que algo está ocurriendo cuando en realidad no está ocurriendo.
-¿Trabajás con una estructura previa?
-Tengo una hipótesis de trabajo. Digo: «Esto va a ir hacia tal lugar». Y luego, también en la escritura, cuando uno va ejecutando los diálogos y todo, van apareciendo cosas que no estaban en esas hipótesis preliminares, y que también van modificando eso que uno está escribiendo. Hay una carta de navegación, hay un barco y vientos que lo llevan y lo traen. Así llego a un punto que no es exactamente donde me había propuesto llegar ni exactamente a donde soplaron los vientos, sino un punto intermedio entre esas dos cosas. Uno tiene que estar allí cuidando que la navegación sea lo más fructífera posible.
-¿Cuánto de talento y cuánto de trabajo hay en una obra artística?
-Creo que lo grave es desconocer que una de las dos cosas no existe. El que cree que el talento no existe, para mí es un peligro. Pero también está el problema de aquel que cree que sólo existe el talento. El talento hay que saber vehiculizarlo, porque si vos encontrás una mina de oro, pero no sabés sacar las pepitas, se las va a llevar otro.
-¿Qué lugar ocupa el inconsciente en ese acto creativo?
-Como el inconsciente no lo podemos sondear, nos puede sorprender. Debemos confiar en que si una idea apareció y luego insiste en aparecer es porque hay algo de ella que echa raíces en la infancia, hay un elemento del inconsciente que está ahí jugando y hay que estar atentos para descubrirlo y comprender cuál es el sentido de eso. Creo que el trabajo de los artistas es tratar de ser honestos con nosotros mismos, y darle una vibración especial a eso.
-¿Hacés terapia?
-Ahora ya hace un tiempo que no hago, pero hice terapia, un psicoanálisis freudiano no ortodoxo, durante 25 años, así que puedo decir, no que estoy curado, pero al menos sé por qué no estoy curado.
-¿Una reflexión sobre el amor y la convivencia?
-El amor es dejar de ser uno y pasar a ser dos, es el nosotros. Es saber que hay alguien velando por uno permanentemente, y al revés. Es un corrimiento del ego muy importante. Creo que soy muy afortunado en el amor, pero también pasé por todas y conocí la ruina amorosa. Respecto de la convivencia, creo que lo ideal es tener cada uno su propia casa, pero es un poco caro. Por suerte mi casa es grande y hay aire para cada uno.
-¿En qué crees?
-Creo en la fuerza de la ficción, en las ideas, pero soy tremendamente agnóstico, no tengo fe, aunque me fascinan las religiones. Creo que leyendo literatura, yendo a exposiciones, viendo buen teatro, es decir a través del arte, me conecto con esa espiritualidad.
-¿Qué cosas te angustian?
-Casi todas: la enfermedad, la muerte, el aburrimiento.
Por Alejandro Rapetti
Fuente: LA NACION