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En conmemoración del voto Femenino en la República Argentina

Por Aída (Marisa) Toscani   –     

El Partido Peronista Femenino. El gran ariete de las mujeres para debilitar el poder hegemónico masculino.

La hegemonía masculina es una construcción social donde un grupo de varones se definen como superiores e instalan un punto de vista que se vuelve central, reconocido como orden androcéntrico. Ese lugar se logra con un eficaz trabajo de difusión donde participan diferentes actores: la familia, académicos, medios de comunicación tanto científicos como de amplia divulgación, la escuela, la estructura política, el Estado y tantos otros que les lectores irán agregando mientras leen. 

Esos andamiajes facilitaron la construcción de la sociedad patriarcal que naturaliza la hegemonía masculina y donde la relación entre los sexos es desigual y jerarquizada. Dora Barrancos explica que también los varones “son regentes de la intimidad y llevan al cóncavo de la vida doméstica, la norma pública y en sentido inverso colonizan lo público con lo privado.” En ese contexto tan desigual las mujeres debieron dar la gran batalla al inicio del siglo XX al reclamar por los derechos políticos.

Entre las primeras que enfrentaron la hegemonía masculina se debe reconocer a Julieta Lanteri médica, italiana de origen, quien logró emitir su voto en 1911 en comicios comunales de Capital Federal y en 1919 constituyó el primer Partido Feminista Nacional por el cual se presentó como candidata a diputada. En ese mismo año de 1919 el diputado radical Rogelio Araya presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley del voto femenino, que no logró su aprobación. Entre las principales dirigentas que referenciaban partidos políticos se contaba a Alicia Moreu de Justo por el Socialismo y a Elvira de la Peña por el Partido Comunista que la promovió como candidata a vice presidenta en 1951. También mujeres del partido radical como María Luisa Coutouné de Butierrez, Elvira Rawson  y Clotilde Sabattini que exigían su inclusión en el partido con voz y voto. Como ejemplo de la falta de interés en la dirigencia radical por impulsar el voto femenino, a pesar de gobernar a partir de 1916, fue la decisión del presidente Hipólito Irigoyen al intervenir la provincia de San Juan. Allí  para reorganizar el poder provincial terminó con la ciudadanía política femenina que se veía como un escándalo.[1]

A pesar del batallar de las mujeres en sus reclamos para obtener los derechos políticos no lograron sus propósitos. Las sufragistas socialistas y comunistas porque sus partidos si bien lo apoyaban nunca pudieron construir poder a fin de transformar las ideas en hechos concretos y en el caso del radicalismo a pesar de haber alcanzado el gobierno, su dirigencia se caracterizó por un tono liberal y masculinizante que desoyó el reclamo de las correligionarias.

En 1943, tras la Revolución promovida por militares que depusieron el régimen fraudulento de los conservadores, surge la figura del coronel Perón quien desde la Secretaría de Trabajo y Previsión comienza a accionar dando respuesta a los reclamos laborales de los trabajadores, largamente desoídos por el gobierno depuesto. Pero a esta política Perón sumó la defensa de la Mujer, al crear en 1944 la División de Trabajo y Asistencia de la Mujer e impulsó una Comisión Pro Sufragio Femenino, configurando por primera vez en política de Estado, la defensa de los derechos femeninos y transformar a la mujer en sujeto de la Historia.

El peronismo llegado al gobierno en 1946 convierte el año de 1947 en un momento bisagra en la lucha de las mujeres por la conquista de sus derechos, pues el nueve de septiembre de ese año se sancionó la ley 13.010 bajo el título Derechos de las Mujeres, para luego ser promulgado el veintitrés de septiembre de 1947. El reconocimiento al justo reclamo femenino requirió que el gobierno lo impulsara como un objetivo primero, acompañado por el trabajo militante de Eva Perón, quien movilizó a las mujeres para acelerar los tiempos del Congreso. Ese nueve de septiembre afuera del histórico recinto se congregaron miles de mujeres con pancartas y al grito de “Uno, dos y tres, que se vote de una vez” mostraron se capacidad de participación. En tanto dentro de la Cámara de Diputados Eva Perón seguía atenta el debate que ya no tuvo el tono despectivo hacia la mujer como en 1932 cuando se la caracterizaba como débiles mentales y físicas.

A partir de la histórica fecha se multiplican en todo el país Ateneos, Comités femeninos que mostraron la capacidad organizativa de las mujeres y su entusiasmo por participar en política.

La experiencia acumulada en esas primeras formaciones se volcó en el Partido Peronista Femenino la estructura política de mujeres más poderosa que se conoció en América y en Europa.

El lanzamiento del nuevo espacio politico se produce en el marco de la Asamblea Nacional del Partido Peronista, donde hombres y mujeres deliberaron por separado. La parte femenina el 26 de julio de 1949 ocupó el teatro Cervantes. La convocatoria de Eva Perón reunió alrededor de 4000 según lo indicó en su discurso o1500 según el diario La Nación.

La líder femenina se dirigió a las delegadas explicando las características del Partido  y los grandes objetivos que se proponía. Aclamada en sus palabras enuncia:

“Estamos reunidas en la primera Asamblea Nacional del Movimiento Femenino Peronista para trazar nuestros propios caminos buscando nuestra propia trayectoria como mujeres y como ciudadanas que han aceptado y sienten la responsabilidad que les toca en el porvenir de la nación. Tenemos una ideología, tenemos un líder el general Perón, tenemos una democracia política y económica de amplio contenido social pasible de ser perfeccionada y en la búsqueda de ese perfeccionamiento es una tarea específicamente femenina […] Los derechos cívicos conquistados con esfuerzo han puesto punto final a los tutelajes y nos han colocado en el plano de vigencia política por nuestro permanente sacrificio por la familia, por la Patria y la colectividad. Nuestro objetivo último es la felicidad de los que trabajan condición escencial para la grandeza de la Patria porque no hay Patria Grande donde no la alienta un pueblo feliz.”

El Partido Peronista Femenino funcionó con independencia del masculino y para ocupar territorialmente todo el país Eva Perón como presidenta de la nueva entidad eligió 23 representantes denominadas delegadas censistas, una por cada provincia y territorio nacional y en 1950 designó la delegada número 24 de Tierra del Fuego, mujeres que ya trabajaban con ella en otros ámbitos.  Evita desplegó toda su inteligencia y percepción en descubrir las aptitudes de esas mujeres y las eligió por su amor a la causa y por su fervorosa y sacrificada dedicación que posibilitó el crecimiento exponencial del Partido en esos dos años ante de las elecciones de 1951.

Con cada una de ellas Eva Perón mantuvo una relación permanente y recibía informes diarios de la actividad desplegada. Buscó guiarlas y contenerlas, resolviendo todos los obstáculos que se presentaban incluso los personales. Fue un trato afectuoso si bien les exigía sacrificios pues el trabajo no reparaba en horarios ni esfuerzos y la entrega era total. Sin embargo, todas resaltan que como presidenta nunca pidió cosas que no pudieran realizar, esa cualidad facilitó que se cumplieran cada uno de las tareas requeridas. En dos años el Partido Femenino creó 3600 Unidades Básicas Femeninas (UBF) diseminadas por todo el país al frente de las cuales estaba una subdelegada censista que dependía de la delegada de esa provincia.  Para evitar que el poder hegemónico masculino ejerciera influencia en el accionar de las mujeres menos experimentadas en el quehacer político, estaba prohibido la participación y presencia de varones en esas UBF.

Las UBF, entidad característica del peronismo fue una construcción “a ras del suelo” como las define Nicolás Quiroga. Las subdelegadas y sus colaboradoras que militaron esos espacios recorrían casa por casa afiliando y recogiendo las distintas necesidades de las familias que visitaban, lo cual permitió tanto a la presidenta como a todo el gobierno nacional, provincial y municipal, tener un conocimiento fehaciente de las problemáticas sociales. Las UBF funcionaron como cadena de trasmisión y articuladoras entre el pueblo y la estructura de ayuda como la Fundación Eva Perón, los hospitales públicos y todo el estamento gubernamental.  La resolución de las problemáticas era rápida y por lo tanto efectiva.

Eva Perón, explica Carolina Barry, buscó diferenciar las UBF de los Comités de los partidos tradicionales. En los instructivos establecía que debían conformar espacios de capacitación y adoctrinamiento de las mujeres. Allí se debía impartir enseñanza en algún oficio como corte y confección, bordado, tejido que ayudara a las mujeres a desenvolverse en las tareas del hogar o encontrara una salida laboral. También mecanografía, taquigrafía y otras prácticas para quienes aspiraban a empleos administrativos. Se daba clase para quienes no habían completado el ciclo primario o eran analfabetas, además de prestar ayuda escolar a los niños y niñas que concurría a la UBF. Los locales se transformaron en un destacado espacio de sociabilidad donde las mujeres sintieron que era un lugar de contención, de ayuda, pero también de alegría pues se festejaban las fechas patrias, las religiosas, los cumpleaños y las simbólicas del peronismo como el aniversario del triunfo del 24 de febrero de 1946, el 17 de Octubre o el Día del Trabajador. Esos espacios donde el júbilo se entrecruzaba con lo solemne de la política se formaron les niñes y adolescentes que sostuvieron el peronismo durante los 18 años de proscripción según explica Anabella Gorza.

Finalmente, aquel 11 de noviembre de 1951 tanto trajín, tanto fervor dio sus frutos y el peronismo obtuvo un triunfo rotundo donde la participación femenina incidió en los resultados. Las mujeres concurrieron a votar en un 90% mientras que los hombres lo hicieron en un 86%.  La pelea de Eva Perón para sumar candidatas femeninas en las listas partidarias, enfrentó la dura hegemonía masculina y logró que se incluyeran 23 mujeres dentro de la lista de diputados nacionales y seis en el Senado dentro de las cuales estaba Juanita Larrauri la delegada censista de Entre Ríos. Las legisladoras provinciales sumaron 97 y tres eran de los territorios Nacionales. Todas, las 133 candidatas femeninas resultaron electas hecho absolutamente inédito en América y Europa. Todas las candidatas electas pertenecían al partido peronista. Los radicales no incluyeron ninguna mujer en sus listas y los socialistas y comunistas no alcanzaron el caudal de votos necesarios.

En este avance vertiginoso de las mujeres peronistas que ejercieron el uso pleno de la ciudadanía no sólo con el voto sino ocupando el espacio de representación no mediaron leyes que contemplaran la participación equitativa de varones y mujeres, fue la convicción tanto de Perón como de Eva y la militancia fervorosa de sus adherentes  que posibilitó transformar un largo reclamo en un derecho.

Y hoy en este mes de noviembre que se repite el acto electoral ¿cómo ejerceremos las mujeres nuestro derecho a votar y ser elegidas?  ¿Elegiremos el espacio político que tiene un largo recorrido histórico de reconocimiento a los derechos femeninos?  ¿O nos autoinfrigiremos un castigo poniendo nuestro voto en espacios políticos que no han respetado nuestros reclamos por un reparto equitativo del poder tanto político, como económico y social? Los votos dirán la última palabra.

[1] Adriana Valobra explica que el presidente Irigoyen al intervenir el gobierno sanjuanino y decidir anular el derecho al voto femenino – ejercido por primera vez en elecciones municipales en 1927- lo justificó describiendo a “los Comités Femeninos constituidos por empleadas municipales obligadas a participar en política y donde periódicamente se realizaban fiestas que terminaban en orgías” (Valobra, 2010: 88)

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 14/11/2021

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