por José Florentino Beorda –
-La razón eres tú mismo. Tú el saber. Tú la conciencia… si así lo entiendes y lo aceptas.
Muy temprano junto a la cabaña, su canto alegró la mañana del transeúnte despierto apenas amaneciera.
-Siempre haces un bosquejo de tu saber…
-(Sonrió. Sé que lo hizo.) Y eso… ¿cómo te deja?
-¡Hum!… repuse. Preocupado. Reflexivo… Porque deseo escucharte y comprender.
Habíamos comenzado a caminar muy juntos cuando el paso de las aves tempraneras en algo lo distrajo. Luego, su indagatoria posado sobre mi guarnecido brazo, volvió a ser introspectiva para mí.
-Tal vez sea éste el primer paso… ¿Qué piensas?
-Sí. Así debe ser, respondí, como si hablara a solas.
-Descansa… ¡Contempla! Siempre hay algo más para saber.
Entonces voló… ¡Es tan grato verlo abrirse al azul! La visión va y se pierde con él.
Abajo, mientras mi brazo descansa, sigo la senda… y espero.
-Si observas… (Ya de regreso), puedes describirlo. Analizar… y hacer síntesis de tu experiencia. Luego vendrá lo demás.
-¿Qué es “lo demás”?… según dices.
Todo en un instante y ya bajo el cúmulo de árboles…
-¿Es que acaso no lo ves cuando preguntas sobre ti mismo?
Razón. Conciencia y Alma… Son tu primera y última razón.
Ellas siempre estarán contigo. Ellas son tú…
-Pero entonces ¿Qué es lo demás?… según afirmas.
-¿Lo demás?… Preguntas, convicciones y respuestas… para comprender.
Un tanto sugerente, digo: -Si describo y analizo es porque comprendo… ¿O no es así?
-No. Describes y analizas… porque percibes, piensas y razonas.
Encaramado sobre el árbol. Debajo, el hombre. Fijo los ojos…uno en otro. Como si fuera contienda… aunque no lo era.
-¿Y en qué momento la comprensión… se crea?
Su visión, entonces, se hizo horizontal. Hacia el escenario natural que tanto lo deleita.
-Cuando lo que observas fuera… se reproduce dentro.
Cuando ya no te preguntas sobre lo que está bien o mal…
-Porque sé dónde está el bien… afirmé, suelto, casi con euforia.
-¡Bueno! (Como si asintiera). Si así lo dices…
-Es que comprender es saber dónde está el bien… ¿No es así?
Y aquella vez su canto… su canto, se elevó con él hacia las alturas mientras aleteaban, copiosamente… por sobre mi interior.
Verde comarca y pastar… Árbol verde… Sol. Exuberancia del cenit por fuera y por dentro de la misma humanidad… transeúnte irreal sobre la senda.