por José Florentino Beorda –
FÁBULA
Ref.: “El halcón y sus razones (2)”
-Recuerda que mi viaje es en el tiempo… no en la geografía.
-Sí… Lo sé.
-La geografía es tan solo una circunstancia… primaria y particular.
-También lo sé.
Reposa el sol y es calma la naturaleza, que siempre late. Por dentro y por fuera de mí… Serena quietud.
No muy lejos, sobre los yuyos, migajas enharinadas y desechos. Desperdicios.
Cauto. Soberano. Cuasi maquinal, apenas iniciado el diálogo se alejó para raspar algún bocado.
-¡Esto no es para mí!, le oí murmurar… Mientras todo ojo… pico y garra, sujeta y suelta.
Tendido a mi vez sobre el surco que abre el yuyo entre la arena, no muy lejos del agua… observo. Escucho… Espero.
-¿Sólo es por gusto que lo desechas? Pregunto… retraído.
Se irguió como sin verme. Quizás con ansia de reevaluar el aire. Luego… su acompasado vaivén para llegarme cerca por entre la arena húmeda y seca de aquel paisaje del cual éramos transeúntes y argumento.
-Siempre escucha la voz de tu organismo. ¡Es mucho lo que sabe!… A pesar de tus cavilaciones.
Sorprendido en parte, dejé posar la vista sobre el manto de agua en movimiento… y comencé a indagar, deductivo y frágil.
-Parece un tanto exagerado lo que dices. (Incité)
-¡Ah tú!… Ah tú… Nunca olvides que antes que tú pienses el organismo se forjó. (Pausa y equilibrio) -Con sus altos atributos y sus necesidades múltiples… y por tanto, no es tan sólo cuanto sientes o palpas.
El viento nos cruzó muy suave. Tenue. Pero sé que cruzó y en algo, simultáneo y ágil… nos hizo enternecernos y vibrar.
Enigmático aún, dió algunos pasos. Pomposos pasos sobre la arena húmeda de donde regresó…
-Es decir… pertenece a Leyes que no creas… y que quizás no conozcas en su máximo esplendor.
Esta vez el cálido fervor de la mañana caló sobre mis pupilas. ¿Ineptitud?…
-Pero al conocerlas… las puedo controlar, dije como para mí.
-Podrás descubrirlas… Hacerlas tuyas. Aplicarlas… (Despabilando alas; azules y jaspeadas) Pero recuerda, ellas son permanentes… Mientras que tus ambiciones y propósitos nunca quedan donde están.
Callado… inquieto, sólo me limité a darme tiempo y esperar.
De pronto, algunas aves sobre la ribera, descuidadas, se acercan a alimentarse y a beber.
-¿Por qué no avanzas sobre ellas… Ahora?, me atreví…
(Carraspeo y graznar. Gutural y ronco graznar.)
-No existen aquellas avideces que provocas… en mí. Mi acción o mi voz, se articulan como cansancio… O como necesidad. Lo demás es observar. Lo cercano… y lo que tú no alcanzas a distinguir.
Y echó a volar… Silencioso y breve. Sutil.
Con pasos abstraídos luego, me vi sobre la arena… rozando el agua acercándome.
-Si los límites no contienen tus límites… todo puede pasar.
Así susurró. Y así volvió al paisaje de arena y brisa, cual una latencia matinal.
Dudé entonces. Más que hoy.
-Aún no acierto a coordinar entre mis ambiciones… y mi necesidad. Dije, a mi pesar.
Por ello se volvió. Cerca. Muy cerca ya…
-Sé que lo sientes. Que lo sufres así… Y que lo invocas en aquello que alcanzas o no a comprender.
El fijo caudal de su mirar agudo fue quien me hizo estremecer. No por temer a su acción… Sí por su correctivo, íntimo y referencial.
-Descansa sobre tu pasión… (Un poco antes de ir el aire. Fulgurante. Alas en cruz.)
–Indaga sobre tu filosofía… y renuncia, si te es posible, a la ambición sin límite… material o espiritual. Lo que buscas…no se esconde. Allí está.
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Aquella vez como antes nunca… agradecí en silencio el canto de las aves ya cercanas… mientras a lo lejos su aleteo era un punto oscuro desvaneciéndose en el borde transparente del tiempo… una vez más.
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