Por Alfredo Guillermo Bevacqua. Aportes de Jorge Héctor Bonvín.
Daniel Tunnard vive en Concepción del Uruguay. Es inglés y ha recorrido el país viajando en tren, lo que ha sido contado en un libro de reciente aparición “Trenspottin en los ferrocarriles argentinos”. Antes había viajado en todas las líneas de colectivo de la capital y el conurbano. Ahora está terminando un libro sobre Concepción del Uruguay.
(Dejar lo que se quiere, siempre cuesta. Mas aún, cuando se han transitado en la vida mas de siete décadas, y esas vías imaginarias que mantenían en la visión lejana su paralelismo, en una expectativa de futuro permanente, parecen ahora desdibujarse en los ojos cansados de tiempo. Después de siete décadas, nos paramos en el último vagón y parece que las vías dejan de ser paralelas…
Sin despedirnos, ni volver la mirada, abandonamos la rutina diaria del diario. Y cada noche se volvía insoportable no “vivir” esa incertidumbre de trabajar sobre una página en blanco, usando al máximo la responsabilidad que presta la libertad, determinando, que era importante y que lo era menos…
Por eso se imponía la necesidad de mirar otro cielo, de sentir otro sol, de aspirar otro aire que se atreviera a atravesar este nudo instalado en la garganta…
¿Puede haber algo mejor que un viaje para ayudar a la memoria a olvidar, o por los menos que los recuerdos pierdan su intensidad y muten de rictus de tristeza a la sonrisa que rememore el deleite de una fatiga compartida? )
Un viaje a Tucumán para visitar amigos, de una amistad de medio siglo; de esas que no importan que se acumulen almanaques enteros sin el contacto de un abrazo; de esas, tan sólidas, que convierten mil cien kilómetros, en algo así “como a la vuelta de la esquina”…
Pero el viaje ni en avión, ni en ómnibus; en tren. Aunque la incredulidad sea el denominador común en el que escucha “¿Veinte horas en tren?”. Si, veinte horas es el tiempo oficial; seguramente serán mas, para escándalo de quienes solo quieren llegar, y no de disfrutar el placer de un viaje.
¿Para que volver sobre quienes hicieron del ferrocarril un transporte incómodo, sucio, lento? ¿Porque volver sobre quienes privilegiaron otros intereses, levantando ramales que significaron la desaparición de pueblos? ¿Para que volver sobre decisiones que desconocen que aquellos países en los que pretenden insertar a la Argentina, valoran al tren, como el medio de transporte de pasajeros, mas económico, mas eficiente, mas cómodo? ¿Cómo comprender que edificaciones señoriales estén abandonadas, sin vida? ¿Cómo olvidar la belleza y el simbolismo de Montparnase –desde donde se anunció la liberación de París en 1944? ¿O de Atocha y Chamartín? ¿O aquella de Nantes que transitamos incrédulos ante sus 56 andenes y cinco TGV esperando para partir? ¿Porque volver sobre quienes desconocieron que la historia del progreso de nuestro país fue también la historia del tren?
Entonces, la elección era “cantada”. “A Tucumán, iremos en tren”. Rosario sería el inicio, a las 02,30 de la mañana, con un horario de llegada a las 22,36.
A las 02,10 arribó a la estación de Rosario Norte el tren proveniente de Retiro. La sala de espera, resultaba pequeña y sus asientos insuficientes para la cantidad de pasajeros que aguardaban. Previa presentación de pasajes y documentos, todos subimos a los coches, para ubicarnos en los asientos asignados.
Viajamos en coche pulman; si, en los asientos que recuerdan para siempre al “gringo” que los ideó: mullidos, reclinables, cómodos. No son semicama, pero el sueño supera posiciones y el suave traqueteo denuncia el transitar sobre territorio santafecino, con pueblos débilmente iluminados, con pequeñas estaciones desoladas, tristes,…
Son los trenes chinos comprados durante la presidencia de Cristina. Las fotos se repetían con frecuencia casi mensual: una grúa bajando de un ultramarino, una locomotora o un vagón y Florencio Randazzo, entonces ministro de Interior y Transporte, observando la operación de descarga. El escuálido 5 % de votos en las Paso de agosto, parece gritar que hay veces que “posar para la foto” no alcanza… Que carisma y liderazgo, son productos escasos, más costosos que todos los trenes comprados en esa década que supo al retorno de “los días felices…”
Ya con el sol superando la línea “donde comienza la tierra”, llegó el momento de trasladarnos al coche comedor para el desayuno. Por supuesto, no tienen el esplendor de los antiguos y señoriales coches de trenes que tuvimos la suerte de disfrutar. Sencillez, austeridad, pero si comodidad y el placer de un café y una medioluna, mientras pasa por la ventanilla un pedazo de la patria.
Con seguridad puede interesarles a pocos el relato autoreferencial de alguien muy común, sin imaginación ni belleza al escribir, y sin otra virtud que el ser agradecido por lo que la vida le ha brindado, pero tal vez si les puede interesar que aquí, en Concepción del Uruguay, reside un escritor inglés que ha publicado dos libros, está preparando otro, y quienes estamos en contacto con la información, con los hechos culturales, nunca conocimos ni supimos de su presencia bajo este sol, ni en este diario se supo de su existencia.
En el sobrio coche comedor, compartimos junto a Graciela y Fede, la mesa con un muy agradable matrimonio rosarino. Nos preguntan nuestra procedencia, y al responder, él nos sorprende: “Ah, yo traje dos libros para el viaje; a la ida, leeré a Eduardo Sacheri, sus cuentos me encantan, aunque no sean de fútbol, y para la vuelta, compré un libro sobre trenes –soy hijo de ferroviario, y por eso me encantan los trenes-, es de un autor inglés que vive en Concepción del Uruguay”. Enorme fue nuestra sorpresa.
Luego del desayuno, comprobamos que los rosarinos viajaban en el mismo coche, pero en el otro extremo. Nos acercaron el ejemplar de “Trenspotting en los ferrocarriles argentinos”. Allí “conocimos” a este inglés, con residencia en Concepción del Uruguay, nacido en 1976, en Sheffield, recibido en la universidad de su ciudad, en letras y que obtuvo el título de traductor en Londres.
Tomó casi todos los trenes de pasajeros que circulan en la Argentina. Cierra su libro, con el viaje en el moderno tren que unía hasta poco tiempo atrás Paraná y Concepción del Uruguay. Allí entcontramos la definición sobre nuestra ciudad que nos estrujó el corazón: cuando leímos, que era “vieja, gris y decrépita”, aunque quedaba un consuelo “era atractiva”.
En busca del autor
Fue infructuosa la búsqueda del libro en librerías tucumanas; finalmente, ya en Uruguay, indagamos sobre si alguien lo conocía en el ámbito literario local con resultado negativo, pero conseguimos el libro y lo primero fue buscar agradecimientos, para encontrar algún uruguayense; y el primero es para Josefina Fonseca, hija del desaparecido y querido compañero en Cooperativa Río Uruguay, “el Negro” Justino Fonseca; Josefina es la esposa del escritor Daniel Tunnard.
Se acordó un encuentro y allá fuimos con Jorge Bonvín, que tan generosamente nos abriera las puertas para que nos llenáramos de personas queridas.
Su amabilidad, “buena honda” y simpatía permitió un agradable momento y formular la pregunta sobre el bajo perfil que cultiva.
“Ocurre que con mi primer libro (“Colectivazeishon. El inglés que tomó todos los colectivos de Buenos Aires”) –nos contesta-, me pasé haciendo prensa, dando reportajes, y se vendió poco; para éste me hicieron reportajes en La Nación, Clarín, en fin, hice reportajes, pero si, menos que el primero…
¿Por qué eligió para vivir una ciudad “vieja, gris y decrépita”?
—Ehhh, nou ¿Quién escribió eso? (Dice entre risas y al mostrar la frase); mi señora terminó hoy de leerlo, y no me lo dijo; ¡no hay caso, mi señora debe leer antes de editar el libro! Ohh, pero mira, digo “atractiva”. (Es cierto, la definición, agrega que “es atractiva”). Es feo el ingreso a la ciudad, pero tiene cosas lindas. Aquí, primero vivimos en Parque Sur, en calle Perón, cerca del puente; es una zona muy linda, casas bajas, de los años `50, árboles… Me gusta mucho, pero por sobre todo la gente, es muy especial, es muy amigable…
¿Por qué estos viajes? ¿Por amor a los trenes o por conocer el país?
—-Por los trenes y por conocer el país. Hay una gran e interesante historia en este país. Por lo que fue y es ahora. Pero me llamó la atención que en 2013, existieran 62 o 65 servicios de trenes de pasajeros de larga distancia; para mi fue sorprendente, y entonces decidí conocerlos y a su vez conocer el país que tenía esos trenes.
¿Hubo planificación?
—-No. El primero fue a La Plata, porque era el que tenía mas accesible, y luego fue a Rosario, y surgieron, según el tiempo libre que tuviera por mi trabajo de traductor. Mi esposa me dijo, “quiero tener un hijo y tener una casa”, y entonces cuando tenía tiempo libre y el presupuesto lo permitía encaraba un viaje. Los viajes en tren son mucho mas cómodos que el colectivo o el avión, son viajes amables, “muy argentinos”, porque Ud. viaja en Europa, y en los coches no hay ese clima amigable que hay en estos trenes.
¿Lee a Borges? Encontramos en el libro la repetición de palabras que remarcan sucesivamente equivalencias…
—-Por supuesto, algo he leído. Pero lo que ocurre es que a veces hay giros, tanto en inglés, como en español, que no pueden aplicarse. Había un yanqui que viajó en tren desde EE.UU. a la Patagonia y le leía a Borges versos de Kippling, y Borges le decía “no, no, eso se tiene que leer en inglés”.
¿Qué viaje volvería a hacer?
—- Todos. Pero me gustaría los que no pude hacer; los trenes de Chaco, el que llegaba a La Quiaca, el de Salta a Socampa, que es el actual Tren a las Nubes y también el de aquí, que pasaba por la casa de mi suegra, si, el que iba a Concordia. Me ha llamado la atención que aquí se tomara como normal que sacaran los trenes; en Europa es un servicio que debe cumplir el estado y no se discute.
¿Hay un próximo libro?
—- Si es sobre la vida en la Mesopotamia, en Concepción del Uruguay. No es un libro con la historia de Urquiza o Ramírez. Es la vida en esta ciudad desde el 2015, la relación con la comunidad, sus personajes, cosas que no parecen interesantes y que sin embargo lo son. Ese si, espero presentarlo aquí; ya está avanzado.
La charla fue extensa y amena. He tenido la singularidad de compartir un momento con dos personas que en distinto tiempo concretaran algo que para quien escribe figura en el debe: viajar en el tren nocturno de San Petersburgo a Moscú. Bonvín también recuerda que en su permanencia en Inglaterra lo trataron muy bien, pero que “tendría que odiar a los ingleses”. La respuesta de Daniel “¡ehh, ¿porque?, somos un país pequeño, no hemos hecho nada, a Dresden (ciudad alemana) la bombardearon los Estados Unidos!” Bonvín, viajero del mundo, nos explica que Churchill ordenó bombardear Dresden, una ciudad hermosa, cuando la guerra prácticamente había concluido, como venganza por la destrucción de Coventry. Ambos me informan de la belleza del aeropuerto de Londres y uno se queda buscando algo bello de Aeroparque para comentar…
Antes de partir, le agradecemos a Daniel: por primera vez hemos tomado mate cebado por un inglés. Jorge, que es lector y cinéfilo, recuerda la escena de “El Inglés de los güesos”, el libro –luego película- de Benito Lynch, en la que al inglés “le ceban mate por la bombilla” y le agradece que no se haya tomado revancha.
A uno le queda la sensación que ha hecho la peor entrevista: habló mas que el entrevistado, sobre todo después de ver la entrevista de Novaresio a Cristina, pero uno no es periodista, es apenas un trabajador de prensa, tal vez por eso no inventó preguntas que jamás incluyó el periodista Bernard Pivot, en el cuestionario que copió y modificó del “Cuestionario de Proust”, que hiciera el novelista francés Marcel Proust.
En fin, el viaje a Tucumán en tren nos permitió, además, suscribir lo que leímos de un español cuyo nombre no recordamos: “Porque no hay nada, pero nada de nada de recontranada, que ponga tan contento como viajar en tren, así se esté sentado al lado del pasillo o al lado de la ventanilla, aunque dé el sol, aunque no se pueda sacar la cabeza o el brazo, ni aunque el viaje dure veinte horas, ni aunque se tenga que pedir permiso para ir al baño, ni aunque uno tenga que contar hasta cincuenta o cien para poder dormir.”