Por Juan Martin Garay (*)
Si bien no se escucha en voz alta, pareciera que en la actualidad aún resuena el reclamo del 2001, ¡que se vayan todos!, porque como bien dice Jauretche lo que reclama un pueblo no sólo está dado por lo que dice en voz alta, sino más que nada por lo que dice en voz baja y, mucho más, por lo que no dice y está en el subconsciente. El divorcio de aquel entonces -conocido como “crisis de representatividad política”- todavía persiste y sigue sostenido por la desconfianza, sumado a la espúrea confrontación que divide, aísla y genera resentimiento: “la grieta”. Hay un divorcio que torna dificultoso la construcción colectiva de la Nación, porque con una ciudadanía muchas veces vaciada de política y una política tantas otras vaciada de sociedad civil, poco se puede hacer.
La construcción colectiva requiere de un sistema democrático ya consolidado como el nuestro -aun con sus problemas siempre latentes-, pero también de una fortaleza en las instituciones y de los lazos de pertenencia solidaria a las comunidades en las que vivimos. Esta re-vinculación debe cimentarse entre todos los actores sociales. La clave está en saber organizar como sociedad nuestra vida pública, con un sistema de reglas claras que se respeten y aceitados mecanismos para su cumplimiento. Las buenas instituciones conllevan buenas prácticas políticas y calidad democrática superior.
Las “polis” griegas o las “civitas” romanas son en nuestras realidades locales los municipios, he aquí donde como factor primigenio de resonancia social se lleva adelante el ejercicio práctico y concreto de la vida en democracia y la vida en sociedad, con una cercanía entre todos los actores sociales y una marcada proximidad y accesibilidad profunda entre ellos, porque en “pueblos chicos a veces los infiernos no son tan grandes” y el espíritu de solidaridad y acompañamiento siempre está presente en núcleos urbanos no tan masivos demográficamente. Esta tarea por delante se apoya en el desarrollo de la “gobernanza”, donde calidad, eficacia y buenas prácticas se pueden realizar en comunidades que se realizan organizadamente como expresó un sabio General.
A mayor y mejor democracia, menores problemas estructurales tendremos, porque como dijo Raúl Alfonsin, ciertamente, con la democracia se cura, se educa y se come -aun con los avatares vividos en su gestión y en las subsiguientes-. Hasta el día de hoy, la clave está en eso, mayor y mejor democracia. Mirarnos a nosotros mismos como ciudadanos, como gobernantes, como actores sociales de una comunidad en constante dinámica y desarrollo, interpelarnos como partes de un todo complejo y heterogéneo para recuperar la confianza que se necesita y poder seguir en la tarea constante y sostenida de construir una comunidad guiada por los valores de la verdad y la vida, la justicia y la solidaridad, el amor y la paz.
Soñemos y hagamos realidad esos sueños en la necesidad de ser Nación, pues Patria ya somos. La participación ciudadana es fundamental, el compromiso con el otro. Pueblo, Gobierno y Ciudadanía trabajando inseparablemente juntos en un vínculo de confianza mutua y recíproca, aceptando debilidades y reconociendo las fortalezas, para avanzar en este milenio en una mejor calidad de vida para todos, sin marginados ni excluidos.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.
