Por Eduardo Aliverti. –
Apenas hace un par de horas desde que Cristina volvió a revolucionar el escenario político.
No recuerdo un discurso de esta naturaleza por más esfuerzos que hago. La recorrida por los chats de la mafia y el modo en que articuló a improvisación pura sus nombres y mecanismos son, ni dudarlo, uno de los momentos retóricos más impresionantes de nuestra historia.
Con eso ya era suficiente para entender el meollo completo del veredicto que la condenó, pero faltaba un epílogo que agita el corazón cuantas veces se lo vea.
Mascota nunca, Magnetto.
No seré candidata a nada, en ninguna boleta.
Animate a meterme presa, vos y tus esbirros. Acá tenés mis fueros renunciados.
En este momento, todo el mundo político, de propios y ajenos, está con la boca abierta y ni siquiera hay lugar para tímidas especulaciones.
Esta escueta impresión inicial es casi lo único que me sale por ahora.
Arriesgar algo más sería una irresponsabilidad profesional, porque es demasiado lo que debe procesarse.
Salvo una cosa, por mucho que esta lacra se muestre exultante:
Quisieron cargarse a Cristina y lograron exactamente lo contrario.
Eduardo Aliverti