por Roque José Giovenale –
Después de habernos deleitado tantas veces con sus creaciones, como no recordarlo con emoción en el día del centenario de su nacimiento, de aquel 29 de octubre de 1920 cuando, Linares Cardozo(Rubén Martínez Solís) asomara a la vida a orillas del Paraná y del Cabayú Cuatiá, en la ciudad -paloma- de La Paz- para comenzar a conocer y querer a ese terruño, a sus barrancas y desde el Paraná de los Sueños al Uruguay de la Ilusión, como gustó decir, a la provincia toda.
A lo largo de su existencia, hurgó constantemente en el sentir y el hacer de nuestra gente, especialmente de los trabajadores del campo, de los pobladores costeros e isleños, a la par de revalorar la riqueza de nuestra historia, de saber mirar y escuchar el paisaje entrerriano, para luego devolver esos contenidos magistralmente plasmados en distintas modalidades artísticas.
Con el amor y la convicción que lo movían a expresar; «Soy entrerriano!…/Mande nomás!…/¡Soy del Supremo, / pluma e’ñandu, /bien federal!!, con el excelso sentir que le hacía brotar de su corazón; «Mi boca se hace dulzura cuando te nombro Entre Ríos», su alma creativa le escribió, le cantó, le silbó a la entrerrianía, hasta le dibujó y le pintó sus verdes paisajes en oleos, tintas y acuarelas.
Alguna vez José Larralde comenzaba a cantar diciendo:
Vaya este verso paisano
para Don Linares Cardozo
Dueño de un canto precioso
y pa’ su suerte entrerriano.
Si nos asomamos a su obra, a: “Canción de cuna costera”, “Peoncito de estancia”, «La Lindera», “Coplas Felicianeras”, “Soy entrerriano”, “Como los pájaros, ”Chacarera del Río Seco», “La biznaguita”, y a tantas otras, lo hallaremos abrazando con su poesía al -Supremo Entrerriano- y a su Delfina, recordando a pobladores ancestrales de este suelo, mateando con el bravío Guarumba, cabalgando con el peoncito de estancia, cantandole al gurisito costero junto a su cuna de sauces, llevando leña de ñandubay con el carrero del Montiel, arreando ganado al grito de -tropa! tropa!-, paseando por las costas de Feliciano, recorriendo islas -iluminadas de trinos- llegando hasta la Curuzú Chali para encontrar, en su suelo isleño, una ocarina dormida, un testimonio tan indígena como cargado de misterios, saboreando tortas fritas o haciendo un buen chupín en una negra de 3 patas, bailando una chamarrita por Pago Yacaré, cerquita del Guayquiraró, cantando con los zorzales, admirando a la calandria como símbolo de libertad, elogiando al cardenal por usar la vincha federal, contándonos de la tacuarita y del juan chiviro, visitando algún gallinero del brazo de mamá comadreja, hablando de espineles y de pescadores curtidos, de nuestros ríos, de arroyos serpenteantes, de aguadas y de tajamares, del timbó y de ceibales florecidos, de chañarales y de la palma caranday,
Orientado a rescatar la música entrerriana, Linares, encontró a la chamarrita -pegadita con abrojo- al sentimiento popular- y se dedicó especialmente a revalorarla, enriquecerla con sus valiosos aportes y alentarnos a cultivarla. No casualmente, en su honor, cada 29 de octubre se celebra el Día de la Chamarrita.
Nos proponía; gusten! canten! bailen! este ritmo tan hermoso y tan nuestro! aprovechen este tesoro!
Numerosas voces entrerrianas y de otras tierras han cantado, siguen cantando y difundiendo su composiciones. El cantar y el silbar de los Hermanos Cuestas las hizo conocer en Cosquín y en todo el país.
Este eterno portador de esperanza, eligió a Concepción del Uruguay para vivir algunos años de su vida y fue aquí, en 1994, cuando la Universidad Nacional de Entre Ríos lo distinguió como Doctor Honoris Causa, en el transcurso de una emotiva ceremonia desarrollada en el Salón de Actos del histórico Colegio del Uruguay.
Más allá de su desaparición física producida el 16 de febrero de 1996, en cada oportunidad donde hablemos de la chamarrita, de la música entrerriana, de la cultura popular, de querer a Entre Ríos, a nuestra gente, la vida y la obra de Linares serán siempre un inmenso faro de luz.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 29/10/2020


