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Cementerio Israelita Municipal de Concepción del Uruguay

por Ana María Almeida y Gustavo Sirota  –    

A partir de la última década del siglo XIX comienza el arribo organizado y sistemático de judíos a nuestro país. En el caso de Concepción del Uruguay, el primer grupo llega de paso en abril de 1892. Unas ochenta familias que se dirigían a San Antonio, donde echaron las bases de la colonia que lleva su nombre. Fue un largo derrotero que los llevó a afincarse en las aldeas de los alrededores y con el tiempo también en la ciudad.

Desde entonces comienza una incipiente presencia judía en la ciudad, pero recién en la segunda década del Siglo XX comenzaron las primeras formas de organización comunitaria: nació el Centro Cultural Israelita Kodimo que aglutinaría a los israelitas, especialmente jóvenes y estudiantes, de Concepción del Uruguay. Probablemente haya sido esta entidad la que llevara adelante las gestiones para obtener un terreno para ser utilizado como cementerio comunitario, petición que se resolverá de manera satisfactoria.

Si bien la Ley judía no obliga a formar cementerios propios, solo prescribe que la inhumación se lleve a cabo en tierra virgen y de acuerdo a un ceremonial establecido, la posibilidad de tener un lugar donde hacerlo de acuerdo a su ritual ha sido una de las primeras aspiraciones de toda comunidad en su etapa formativa.

La Municipalidad de Concepción del Uruguay cedió al pedido realizado y el 23 septiembre de 1918 sancionó la Ordenanza Nº 0434 concediendo a la Sociedad Israelita “…incorporar una fracción de tierra de su propiedad inmediata al primer cuerpo del Cementerio Público, sobre el frente Norte…”, en una media hectárea destinada para “Cementerio Israelita” lindera al Cementerio Municipal, que ya funcionaba desde 1856.

A su vez en la Ordenanza se pauta que debían cercarlo con pared y verja sobre el lado este “iguales a las recientes construidas”. Este detalle nos deja concluir que ya estaban terminadas las obras del perímetro de dicho lado del predio general que comprendían ambos cementerios. En la misma Ordenanza se especifica que la Sociedad Israelita quedaba sujeta a todas las disposiciones generales y especiales sobre administración del cementerio como ser: pago de impuestos y otras que se originaran por las operaciones a realizarse.

En abril de 1924 se solicitó a las autoridades comunales la aprobación de los planos para las primeras edificaciones y se comenzó meses después la construcción de “un pequeño edificio consistente en dos piezas de madera, con cañerías de agua corriente… y la portada que mira al Oeste”, según consta en el Libro de inventario de bienes del Centro Social Israelita Argentino. Este terreno recién en 1927 se transfirió a nombre del CSIA cuando este obtuvo la personería jurídica.

¿qué sucedía respecto a aquellos fallecidos con anterioridad a la creación del cementerio? Se pueden barajar dos hipótesis: una de ellas es que se los trasladaba para ser sepultados en las colonias de las cuales muchos de ellos provenían, que se encuentran cercanas a la ciudad, y allí podían ser inhumados de acuerdo a los preceptos, ritos y costumbres mosaicos, algo que aún continúa practicándose. La segunda hipótesis es que, a aquellos para los cuales no se contara con recursos para el traslado, se los inhumasen en el cementerio municipal.

Cabe aclarar que, desde su creación, el cementerio municipal fue destinado para el descanso sin distinción de todos los habitantes de la Villa de la Concepción del Uruguay por mandato del General Urquiza. En las gacetillas del Registro Civil y del Cementerio Municipal figuran inscriptos varios apellidos de indudable origen judío e incluso muchos de esos apellidos figuran en instituciones comunitarias judías; de lo que podríamos inferir que al no contarse con un cementerio propio, el destino último fue el cementerio municipal.

Establecer un registro de las primeras sepulturas no resulta sencillo. Para elaborarlo se han tenido en cuenta tres fuentes principales, a saber: el listado o registro que figura en la secretaria del CSIA, el Libro de Defunciones de esta institución y por último el trabajo de campo realizado allí, tarea que nos permite agregar un elemento controversial: la existencia de sepulturas que no figuran en ninguno de los registros mencionados anteriormente, así como otras en las cuales el paso del tiempo y la erosión impiden colegir datos.

Del intercambio y entrecruzamiento de información entre las distintas fuentes tomadas deducimos que las primeras dos sepulturas oficialmente registradas se realizaron en agosto y septiembre de 1923. A partir de esa fecha se conservan datos figurando: filiación del difunto, numero de fila y de sepultura -lado izquierdo o derecho- y fecha de entierro. Resulta interesante precisar esta fecha pues ambas inhumaciones son realizadas antes incluso de la presentación de los planos en la Municipalidad y del comienzo de las obras ya mencionadas; pero, de hecho, este año se toma como el fundacional.

Ambas inhumaciones también aparecen en el Libro de Defunciones del CSIA, que originariamente estaba escrito en Idish en letra cursiva, de izquierda a derecha, con pluma y tinta y letra gótica, y que, posteriormente, fue copiado y traducido al español.

El acceso al cementerio da al Oeste sobre la actual calle Tófalo. Se ingresa por un portal de dos hojas de hierro enmarcado por un arco rebajado de chapa que tiene una leyenda que confunde pues dice: “Cementerio Israelita 1936”, año en el que seguramente se ha construido el portón, al igual que otras obras edilicias y los tapiales perimetrales pero que no guarda relación con la fundación del predio.

Al ingresar, encontramos un edificio en cuyo frente hay dos estrellas de David (Maguen) y que cuenta, en su lado derecho hacia el Sur, con el lavatorio para la higiene y para limpiar simbólicamente las manos al abandonar el lugar. Allí podemos observar una inscripción que tiene que ver con la ancestral tradición de “marcar” el recuerdo permanente por el fallecido. “Al dejar una piedrita…marcamos nuestra presencia” de manera de “unir nuestro pasado con el presente”. En su interior conserva los oratorios y los grifos para el lavado ritual y purificación del cuerpo (tahará), elementos usados en el caso de los adherentes al rito sefaradí el cual debería haber sido realizado por miembros de la Chevrá Kedushá.

Este lugar es utilizado hasta nuestros días para una de las paradas (siete en total) que simbolizan las siete etapas de la vida o las siete veces que la palabra vanidad figura en el Antiguo Testamento. Esta ancestral costumbre – igual que la de rasgar las vestiduras de los parientes cercanos (keriá) – quizás hayan sido observadas por los más practicantes; pero la Keriá es respetada hasta nuestros días, incluso por aquellos menos apegados a los rituales religiosos.

La cartografía funeraria dentro del predio guarda una completa simetría marcada por la calle central, que actúa de eje axial de Oeste a Este, separando el sector de los hombres al Norte y al Sur el sector de las mujeres. También del lado sur se encuentran los bebés, niños y jóvenes hasta la pubertad. En el caso de los varones esto es hasta el momento de tener edad de realizar su Bar Mitzvah a los trece años y un día. Esta separación es la misma que se guarda aún en muchas comunidades y grupos de la ortodoxia religiosa que delimita los sitios de los hombres y las mujeres.

Contamos una cantidad de 17 a 19 sepulturas por fila a cada lado, lo que hace unas 35 y 37 en cada fila si tomamos el total de cada una de ellas. Como es regla, todos los cuerpos están en dirección al este, en dirección a Jerusalén. Hay una tumba, la de Berta Maravankin de Gorín fallecida en 1924, que guarda la particularidad de estar separada en un lugar distante de las demás y que no figura en los archivos del CSIA. Con seguridad se debe a que el motivo de la muerte fue suicidio, acto condenado ya que era considerado una “rebelión contra Dios”. En la actualidad se declara que estas acciones son el resultado de una “locura temporaria causada por una depresión” y por tanto se exculpa de esta humillación al muerto y a los deudos, procediendo a enterrarlos con los restantes.

Respecto a las prácticas funerarias se dificulta recrearlas con máxima veracidad pues no se cuenta con fuentes escritas y debe hacerse a partir de relatos de los miembros de mayor edad de la comunidad, esto nos permite tener indicios sobre estas prácticas y la ritualidad mortuoria judía en la ciudad.

En los primeros años, probablemente, los cuerpos se deben haber inhumado envueltos en mortajas (tajrijim) o paños previstos para la ocasión, y luego depositados en ataúdes como en la actualidad. Estos deberían ser lo más rústicos y sencillos posible e inclusive tener hendijas para permitir el directo contacto de la tierra y el cuerpo. Debemos remarcar que la modestia es una constante en la casi totalidad de las sepulturas, denotando un fuerte desapego por detalles y ornamentaciones que contradigan los preceptos acerca de la sencillez que debe tener este tipo de ceremonias y prácticas, característica que se refleja en las lápidas.

Observamos que mayoritariamente, con pocas excepciones, sobre todo las más antiguas, tienen una fotografía del fallecido. Las inscripciones también guardan relación con lo que impone la tradición hebrea, solo aparece el nombre del difunto, en muchos casos escrito en hebreo y en español, y la fecha de deceso como exclusivo epitafio. Casi todas las tumbas tienen la abreviatura Z¨L en su parte superior en ambos costados. Significa – Zijromó Librajá – Lebrajá – Liberajá- , “de bendita memoria o recuerdo”.

Como señaláramos al principio, la posibilidad de tener un lugar donde enterrar sus muertos de acuerdo a su ritual, ha sido una de las primeras aspiraciones de toda comunidad en su etapa formativa. El Cementerio Israelita hace ya cien años posibilitó a la incipiente comunidad judía de la ciudad tener donde hacerlo, constituyendo un hito importante de su construcción como kehilá.

 

Ana María Almeida   –   Arquitecta UNL – Profesora universitaria UCU / Premio Fondo Nacional de las Artes 2018 – Área patrimonio-MCN / Premio Fondo Nacional de las Artes- Beca creación 2020-Area patrimonio- MCN / Directora del Cementerio Municipal de C. del Uruguay 2019-2023 / Email: arqanaalmeida@gmail.com

 Gustavo Sirota   –    Profesor de Historia – FHAvCS de Universidad Autónoma de Entre Ríos /  FCJyS  – Universidad de Concepción del Uruguay / Email: gussirota@yahoo.com.ar

 

 

 

 

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