Incorporar el enfoque de género implica, en parte, reconocer las diferencias que existen en los roles que ejercen mujeres y varones en la vida en sociedad, y se explican por la ya conocida división sexual del trabajo.
Mientras (en términos generales) las mujeres ejercen roles asociados a las tareas de cuidado y reproducción, los varones se dedican a los negocios. El análisis se vuelve más enriquecedor cuando se incorpora el rol que ejercen las personas LGBTIQ+, pero como aún no hay desarrollos estadísticos que contemplen las diversidades de género, observamos tendencias sobre los parámetros disponibles.
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La evidencia empírica permite interpretar que, en la esfera económica, ciertas conductas refuerzan estas diferencias y profundizan lo que denominamos brecha de género.
Según datos publicados para el segundo trimestre de 2022 en el marco del Programa Igualar, la población de menores ingresos está compuesta mayoritariamente por mujeres y representa el 64% del primer decil.
La participación femenina en el mercado laboral es un 18,4% menor a la masculina, teniendo mayor representación en los niveles de desocupación (1,7%), subocupación (3,9%) e informalidad (2,7%) -vale destacar que el acceso al mercado informal se profundizó con la pandemia de COVID-19-. Asimismo, la brecha de ingresos entre mujeres y varones ascendía a 28,1% (en promedio).
Pero las diferencias no se observan únicamente en estos fenómenos. Según estudios publicados por el BCRA en 2021, los roles de género en la esfera doméstica asociados a la división sexual del trabajo también influyen en las decisiones de acceso al crédito: la tendencia indica que mientras los varones tienden a endeudarse más por negocios, las mujeres lo hacen para solventar los gastos del hogar.
Además, la evidencia demuestra que la probabilidad de que las mujeres accedan a créditos en bancos privados es 5,5% menor que la de los hombres. Por otra parte, la participación femenina en los montos de crédito otorgados por entidades no financieras, es en promedio 5% mayor a la participación del crédito otorgado por los bancos.
Es decir que, no solamente existen sesgos a la hora de tomar crédito, sino que los instrumentos financieros a los que accedemos las mujeres resultan menos convenientes. Las mujeres tenemos condiciones desfavorables para acceder al financiamiento y estas desventajas no se limitan a la esfera del hogar, sino que se replican en el ámbito productivo.
En este sentido, el BID publicó un extenso trabajo en 2020 donde presenta evidencia sobre la brecha de género en el acceso al financiamiento en Argentina.
Los autores de este trabajo estimaron que, mientras el 17% de las empresas lideradas por varones en nuestro país tienen restricciones financieras, la proporción asciende al 60% de las empresas lideradas por mujeres. Para explicar estas diferencias indagaron respecto a los sectores elegidos por varones y mujeres para desarrollar sus emprendimientos.
También, agregaron variables asociadas a características personales de los altos directivos de las empresas: perfiles de riesgo y conocimiento sobre finanzas.
Los resultados indican que los sectores típicamente feminizados tienen más dificultades para acceder al crédito.
El fenómeno de “paredes de cristal” no se limita al ejercicio de actividades laborales, sino que se reproduce en el desarrollo de empresas: las mujeres generalmente lideramos actividades relacionadas a servicios, que cuentan con menores niveles de acceso a garantías y operan a menor escala que los proyectos desarrollados en sectores típicamente masculinizados, como industria y energía.
Vale decir también, que las empresas lideradas por mujeres suelen ser más jóvenes, más pequeñas y están menos profesionalizadas lo que refuerza las dificultades de acceso al financiamiento.
Además, las mujeres no solo tenemos mayor aversión al riesgo -comportamiento relacionado a una mayor percepción de responsabilidad sobre las decisiones financieras de los hogares y la familia-, sino que también percibimos que contamos con menores conocimientos de finanzas que los varones.
En este escenario, para las mujeres quedan opciones más costosas, en entidades no bancarias o el sector informal.
Ante esta selección adversa, el rol de las instituciones financieras resulta fundamental: incorporar el enfoque de género en la generación de productos financieros permite disminuir la brecha de acceso al crédito.
Un primer paso posible consiste en reconocer aquellos factores psicológicos y sociales que definen las decisiones de acceso al financiamiento y nivel de deuda en las personas, indagando respecto a la posición económica de la que parten a la hora de tomar estas decisiones.
Crear distintos productos para distintos perfiles disminuye inequidades en el acceso al financiamiento.
Fuente: baenegocios.com