El amor de mi vida
-Ché canoso, me parece que te conozco, -dijo el extraño- mientras orinaba y su chorro amarillo evaporaba amoníaco en el baño de la estación de trenes.
-Creo que no, – le dije- concentrado en mi meada.
La cara del tipo me evocaba sucesos lejanos, pensaba quién era mientras fijaba mi mirada en los viejos grifos y el óxido que manchaba los azulejos opalinos.
-Sí que te acordás,- dijo poniendo más énfasis-, soy el Coco, fui un tiempo novio de tu hermana, la Rusa.
-Ahhh, claro.. ahora te identifico, si pasó hace mucho…
-Aunque no creas, nunca la olvidé a ella… la dejé porque tu madre me mandó amenazas de muerte.
-¡Mamá, estás loco! ¿qué decís? Si era una santa la vieja, nunca mató una mosca…¡Mandarte a amenazar,…mentira !, le grité.
-Eso crees vos, -dijo- pero un tipo con un revólver me esperó oculto en la obra de construcción, yo trabajaba en el taller de Oscar Frutos, ¿te acordás el de Avenida Justo y Dorrego? Me dijo que ustedes me matarían si me volvía a acercar a esa gurisa.
-Disculpáme, Flaco, -contesté- no sé de qué hablás, ni tengo ganas de revolver el pasado, hace viente años que murió Adriana y no te permito que te metas con mi familia.
-Pero yo sí quiero hablar….-dijo con bronca-. Y te vas a quedar a escucharme porque la muerte de tu hermana no fue lo que ustedes creen, porque no creo que tengas culpa. Fue tu madre que hizo todo. ¡La vieja de mierda tuvo la culpa!.
Me apuré a cerrar mi bragueta y le tiré una piña que el tipo esquivó.
-Tranquilo, -me dijo-. ¿No te importa la verdad por más que te la diga un pobre tipo? Porque nunca recuperé la paz ni soy feliz desde que la Rusa se murió así, sin ninguna necesidad…
Cuando escuché esa frase final me conmoví, ¡por supuesto que había muerto sin necesidad!
-Fue mala praxis, estoy seguro-, afirmé recobrando la calma.
Me vino como un viento que me despejó más que el café puro que me había sorbido temprano…le dije eso más para sacármelo de encima y porque mi tren salía en minutos y lo perdería… pero también me removió alguna duda y sentí como un hueco en el pecho… La muerte de mi hermana fue rara, que alguien tan joven y sana no haya resistido una peritonitis podía ser, pero ¿y las hemorragias?, y la dejaron morir pensé, porque demoraron esa cirugía y cuando la hicieron la sepsia había avanzado. Y la Rusa se nos murió en brazos, era una gurisa hermosa, varios de mis amigos estaban locos por ella y ella enamorada de este zoquete, el pobre diablo que me estaba hablando ahora.
-Marcos…-me dijo-(me molestó esa confianza repentina)…Tu hermana murió por un aborto que tu madre le hizo hacer, yo no quería , hermano, quería un hijo con ella …ella también quería al bebé, fue tu madre la vieja copetuda y mandona que nunca me quiso…
Me arrecosté contra la vieja pared y lo miré a los ojos…había tristeza y sinceridad en ellos y era cierto lo de mamá, siempre fue complicada…y continuó:
-Cuando nos vimos por última vez la Rusa me dijo que su vieja estaba como loca desde que le dijo sobre el embarazo, que abortara o la echaba de la casa, que el pobre infeliz , el croto de mierda, el mecánico que tenía como candidato (porque eso no era novio), no tenía ni para comer que mirara si él si se iba a hacer cargo…Y que me dejaba, que iba a ser lo mejor. Yo le dije que haría todo por el bebé, yo me asusté al principio pero enseguida me puse feliz porque la amaba, pero ella que todavía estaba tristona por la muerte de tu padre, me dijo que olvidemos todo y se fue. Luego anduve rondándola de lejos, vi que fueron a la enfermera abortera de cerca del club Ferro. Al otro día ví cuando la llevaron a internar, la llevaron pasada…tu madre andaba en el pasillo del hospital, me vió y me mandó a la puta madre mientras miraba con asco mi ropa grasienta…y yo me fui. Luego supe de su muerte y no me atreví a ir al velatorio. ¡Qué mal todo…todavía sueño con ella!
-Bueno, -le dije, ahora conmovido con la historia que cerraba y porque el tipo lagrimeaba-. Ya está, viejo, pasó hace tanto…
Lo invité a un café, mi tren ya estaba perdido.
En la cafetería chiquita, que está junto al hotel Oriental, compartimos un café apurado. Sentí que ese tipo merecía un momento de aprecio familiar que nunca le dimos durante el par de años que fue novio de mi hermana. Me contó que se casó, que parecía mentira que no pudieron tener hijos con su mujer, que era un castigo por aquello…Le dije, sin convicción, que ya olvidara todo, que no había otra cosa por hacer.
-Hay que dejar a los muertos en paz- afirmé.
Agregué que también a mí me apenaba todo esto y más saber esos detalles oscuros, le conté que hacía poco había muerto mamá, que anduvo extraviada los últimos años con Alzheimer y que hablaba con Adriana todo el tiempo. Nos despedimos con un abrazo, el Coco me dijo:
– ¿Sabés que? …te ando siguiendo hace tiempo porque necesitaba decirlo a alguien: Adriana fue el amor de mi vida.
Ana María González
ANA MARIA GONZALEZ. Nació en Concepción del Uruguay, donde reside. Es Profesora de Castellano, Literatura y Latín; postitulada en Cultura y civilización italiana (Ucu-Bari), Gestión y práctica docente (Uader) Escrituras y creatividad humana (Flacso), Pedagogía de la lectura (Fundación Mempo Giardinelli). Autora del poemario Palabras al vuelo (Edit. Dunken) y co autora de Bien pudiera ser (antología digital). Ganadora Absoluta del Premio Internacional de poesía Nósside 2018 (Italia, con patrocinio de la Unesco), finalista consecutivamente desde 2012 y publicada por el Premio Internacional Hispanohablante Orola (España con patrocinio de RAE). La Revista Zur (Universidad de la Frontera de Temuco, Chile) publicó su poema Isabella, Isla Bella. Otras de sus obras integran antologías en Argentina, República Dominicana, Italia, España y Cuba.
En 2020, integró el equipo de ALQUIMISTAS 222, que participó del 2do. Mundial de Escritura, organizado por el escritor argentino Santiago Llach.
VIRGINIA PONTELLI, nacida en Concepción del Uruguay, en 1996.
Estudiante de Bellas Artes, UNR, Rosario, Santa Fe. Expositora en la Bienal del Museo Nacional Rosa Galisteo, Santa Fe, edición 2021. Participa de muestras junto al colectivo CUERPAS. Ha expuesto también en Teatro El Círculo y otros espacios independientes. Ha participado de varios proyectos municipales en la ciudad de Rosario.
(El amor de mi vida, autora Ana María González – ALQUIMISTAS 222 – Ficciones y arte en días de pandemia, selección de Margarita Presas)
