La experta del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia vino a CABA y habló con Tiempo de la mercantilización, las influencias en los jóvenes y la destrucción de la imagen de lo público.
Mientras continúa el reclamo en defensa de las universidades públicas, blancos de ataques y desfinanciamiento por parte del gobierno de Javier Milei, la socióloga francesa experta en educación Agnès van Zanten estuvo en el país y participó de dos encuentros para debatir el presente de la educación superior. En la Universidad Nacional de La Plata disertó sobre “las experiencias académicas y sociales de los jóvenes de clase baja en universidades de élite”, y en la de Tres de Febrero (UNTREF), dio la charla “Lógicas de mercado en el sistema educativo y su impacto en la reproducción social”. Allí, la responsable de la Red de Análisis Multidisciplinario de Políticas Educativas del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia dialogó con Tiempo Argentino sobre los efectos de la mercantilización de la educación, el incremento de la oferta privada y marketinera de baja calidad y los riesgos del discurso contra la educación pública en la Argentina.
–¿Qué implica que las lógicas de mercado atraviesen el sistema educativo?
–Mis trabajos de los últimos años tienen que ver con el acceso a la enseñanza superior, interesándome mucho en las diferentes influencias en los jóvenes: de sus relaciones familiares y de amigos, de las instituciones y otros dispositivos. Cada vez más, viendo cuál es la influencia del mercado. La enseñanza superior privada en Francia se ha desarrollado mucho: en los ’90 solo había un 7% de los jóvenes en ella. Hoy, un 26 por ciento. Y lo que más se ha desarrollado es una enseñanza privada de mala calidad, dirigida a clases medias y medias bajas. Lo que más me interesa es cómo diferentes intermediarios del mercado intervienen en ese acceso.
–¿Como cuáles?
–Sobre todo, el papel que tienen las ferias de educación, Internet y las jornadas a puertas abiertas. ¿Qué hacen los jóvenes para informarse sobre la enseñanza superior? Todo eso llamo ‘intermediarios del mercado’. Mi tema central de investigación siempre han sido las desigualdades educativas. Hasta ahora los sociólogos nos hemos interesado más por lo político, las decisiones institucionales y cómo construyen desigualdades. Pero cada vez más tenemos que incorporar estos nuevos dispositivos de mercado, que no tienen los mismos mecanismos ni los mismos discursos que las instituciones y que contribuyen a la desigualdad entre jóvenes.
–¿Cómo fueron ganando terreno esos dispositivos?
–Lo que está sucediendo es que en las escuelas que frecuentan los jóvenes de clases medias y bajas no se puede enfatizar tanto la orientación hacia la enseñanza superior porque los profesores y el personal están abocados primero a que no se abandone la escuela. A resolver problemas familiares, sociales, económicos, y que puedan terminar el bachillerato. Entonces la orientación hacia la enseñanza superior es un objetivo un poco menos prioritario y eso le da mucha cabida a que otros actores intervengan.
–¿Esta mercantilización va en detrimento de la calidad educativa?
–Sí, porque no ofrecen una calidad de enseñanza de alto nivel y los argumentos que desarrollan muchas de estas instituciones en Internet o en las ferias tienen que ver con la experiencia social. Va a ser ‘súper’, ‘vas a viajar’, ‘tenemos edificios fabulosos’. Con un discurso anti universidad: «En la universidad eres un número, no hay perspectiva profesional clara». Han crecido mucho porque el Estado creó un plan para pasantías y estas instituciones han tomado todo ese dinero y lo ofrecen a jóvenes que prácticamente tienen educación gratuita pagada por el Estado para hacer pasantías en el mercado.
–Uno de los ejes de la campaña de Milei fue implementar vouchers educativos. ¿Forma parte de ese fenómeno de mercantilización?
–Totalmente. Es un movimiento bastante general. En Argentina como en Francia hay una tradición pública muy fuerte, pero no quiere decir que no pueda haber un desgaste, más cuando faltan los recursos y hay un discurso totalmente negativo contra la universidad. Puede haber una penetración cada vez más de la lógica del mercado, porque las universidades al enfrentarse a la competencia del sector privado cambian ellas mismas su manera de ser. En Inglaterra muchos trabajos muestran cómo a los estudiantes los han construido totalmente como consumidores. Y la universidad pública funciona cada vez más como si fuera privada. No pienso que sea un escenario probable a corto plazo en Argentina, pero si llega a haber muchos años con ese tipo de discurso, obviamente a la universidad pública le será difícil resistir a esa tendencia.
–¿Cuál es el rol del Estado?
–El mercado ocupa todos los espacios que no ocupa el sector público. Estamos en sociedades capitalistas, no podemos imaginar un sistema que deje fuera al mercado, por eso nuestra reflexión tiene que ser cómo se puede regular y qué lugar se le debe dar, con mucho control. En Francia las lógicas que existían antes de la penetración del mercado ya creaban desigualdad. Las lógicas institucionales, las diferencias entre las secundarias y cómo los preparaban para la enseñanza superior. Eso no desaparece, sino que el mercado se sobrepone. Entonces hoy los jóvenes de clase baja están sometidos a una doble pena. A veces esos jóvenes ni siquiera saben que la misma formación existe en la universidad pública gratuita y se dejan atrapar –todavía no tanto como en Estados Unidos o Inglaterra con planes que han endeudado a tantos jóvenes de clase baja– pero sí está apareciendo cada vez más eso, porque hay bancos que van a las ferias y ofrecen planes de financiamiento.
–¿Ese panorama se está dando también en la educación latinoamericana?
–Espero que el escenario de Argentina no sea el de Brasil o Chile, donde muchos jóvenes de clase baja se van a estas instituciones privadas de enseñanza superior de muy mala calidad, porque a las universidades públicas prestigiosas no pueden entrar. No me parece muy probable que la universidad pública se vuelva muy selectiva, sería un cambio muy radical. Pero sí que se desarrolle un sector privado jerarquizado. Ciertas fracciones de la clase baja están más atraídas al sector privado porque piensan que si pagan van a tener mejores resultados. Mientras más se destruye en el discurso la imagen del sector público, más podemos ver esas fracciones de clase baja que políticamente se alejan de lo público. Eso me parece muy preocupante.
(fuente: https://www.tiempoar.com.ar/)