La Señora Televisión se despidió a los 87 años y dejó una marca en los medios y la política. Su ímpetu y estilo la convirtieron en la voz que acompañó a muchos hogares argentinos hasta convertirla en una figura emblema del empoderamiento femenino en tiempos impensados.
Lidia Elsa Satragno, quien quedará en el recuerdo de todos como Pinky, se despidió este jueves 8 de diciembre. Su inigualable carisma traspasó las pantallas y las radios de muchos hogares argentinos durante décadas. Sin embargo, un momento clave de la transición de la televisión en blanco y negro hacia una en colores estará presente eternamente, con su famosa frase «con ustedes la televisión en colores», en la memoria colectiva de un hecho que cambió la forma de percepción de la información y el entretenimiento a través de la tecnología.
La locutora nació en San Justo, en el corazón de La Matanza. A los 12 años ya trabajaba en los talleres textiles. Tenía una belleza y una personalidad difícil de alcanzar. Supo adaptarse a cambios bruscos en su vida, cuando Epifanio y Concepción sus padres, a los 15 años, la echaron de la casa.
Pinky trajo el color a la Televisión y cambió la historia
A los 20 años debutó en la televisión y en poco tiempo se hizo muy famosa. Lidia Elsa Satragno pasó a ser Pinky. Así la bautizó un colega en referencia a lo rosado de su piel. Y comenzó a parir una leyenda a la que se conoce como “La Señora Televisión”. A los 23 años estaba en la cima. Fue declarada la mujer del año y tuvo la posibilidad de cenar con el canciller alemán Konrad Adenauer y con el alcalde Willy Brandt en Alemania. Entrevistó a Arturo Frondizi y esa fue la primera vez que un ex presidente argentino aparecía en vivo y en directo en la televisión.
Presentó espectáculos en el Lincoln Center y en el Carnegie Hall de Nueva York. Hizo muchas obras de teatro absolutamente exitosas. Nadie olvidará aquella pieza de Neil Simon llamada “Prisioneros en la ciudad” con Pinky bajo la dirección de la legendaria Alejandra Boero.
Pinky siempre fue una estrella por su rostro y su estampa incomparables y por su cerebro veloz. A Juan Manuel Fangio, de chiquita, le regaló un trébol de 4 hojas para que tuviera suerte en las carreras. Fue en el club Huracán de San Justo que presidía su padre. Fangio era una gran promesa, pero todavía no había ganado ni uno de los 5 títulos de campeón de mundo que logró.
Ella fue modelo, presentadora publicitaria, locutora, conductora de radio y tele y actriz. Y además incurrió en la política, por la cual tuvo una gran vocación.
Nadie podía dejar de rendirse ante los encantos de la presentadora. Esto pudo verse en el romance con Paul Newman que la alentó para ser fuerte y ni siquiera pensar en un suicidio como se le había cruzado alguna vez por su cabeza. O el galanteo que tuvo con Anthony Quinn o la romántica actitud de Omar Shariff.
La vida la golpeó duro. Tuvo pérdidas brutales. Su hermana Noemí falleció muy joven, su adorado hijo Leonardo murió de cáncer hace tres años y su gran amigo del alma, Héctor Ricardo García el talento que inventó Crónica.
Además de Leonardo que le dejó de herencia dos nietos maravillosos como Isidoro y Miranda, también tuvo a Gastón con el Negro Raúl Lavié, con quien además de casarse tuvo uno de los amores más volcánicos de su existencia. En la actualidad, todavía se ven y se quieren. Su hermanita, Raquel Satragno también tuvo años rutilantes como modelo tanto en pasarelas como en la tele.
Y en su regreso a la televisión pública recientemente fue acompañada hasta, que volvió al aire, por su admirado y referente político, Rodolfo Terragno, exembajador ante la Unesco que vino especialmente desde Paris. Al final del mandato de Mauricio Macri, Pinky compartió uno café con el ex presidente. Los unió el aprecio y el respeto.
Ella siempre fue muy fuerte, aunque no la acompañó su salud. En reiteradas ocasiones dijo sin bromear que tuvo cáncer hasta en la oreja. Que tuvo que andar en silla de ruedas por un problema de motricidad y que cuando fue diputada nacional, se amargó tanto, porque la persiguieron al punto que se le produjo una trombosis y casi falleció.
Su paso por el Congreso lo definió como “uno de los momentos más brillantes y podridos de su vida”. No quiso una jubilación de privilegio y se le fue tanto dinero para atender la fragilidad de su salud que tuvo que vender algunas obras de arte y recuerdos que tenía para poder pagar las cuentas. Había perdido hasta la medicina prepaga. Eso se llama honradez para honrar la vida.
Pinky atravesó durante la dictadura dos momentos que la marcaron a fuego. Una vez que le dijo que no a Ramón Camps, el general más sanguinario, y él le contestó que la iba a tirar en un zanjón como represalia. Y después, el tema de aquel programa de las “24 horas por Malvinas”. Al principio ella se negó, pero después Cacho Fontana la convenció con un argumento demoledor: “vamos a juntar fondos para los soldaditos que sufren y necesitan de todo”. En el corto plazo, todos nos enteramos que la jerarquía militar y algunos intermediarios se robaron gran parte de las joyas y los bienes que el pueblo argentino había donado generosamente.
Jamás pudo olvidar aquel camarín número 16 de canal 7, esos estudios que ella considera un lugar sagrado y el único consejo que le dieron un minuto antes de arrancar: “Vos hablá, cuando se prenda la luz colorada.” Y, así fue construyendo ese entrañable ser humano llamado Pinky. Una catedral venerable, pura ética y cultura. Fue la madre que nos heredó la televisión argentina.
(fuente: ambito.com)
