Por Alfredo Guillermo Bevacqua –
¡Cuántos nos hemos quedado sin Roque! Además de sus familiares, a quienes dispensaba gran cariño, ya no lo tendremos quienes compartimos tareas durante tres décadas en la Cooperativa Rio Uruguay -y todos los colectivos que en ella han funcionado: el sindicato, el Centro Recreativo, la obra social, la Mutual (Ameru), la revista El Botón, era el responsable junto a Rosita Melgar (+), de la provisión de calzados para los chicos de las escuelas y locutor estridente de cada fiesta.
Pero esa actitud solidaria y social no la reservó para su ámbito laboral. Sin Roque se quedó el teatro, la danza, si era casi un émulo de El Chúcaro -el gran bailarín-, bailaba tangos y milongas, chacarera, chamamé y chamarrita; conducía programas radiales con su voz metálica y potente; escribía con humor e ironía en la revista El Botón, y allí también desplegaba su escritura florida para las hijas de sus compañeros que festejaban quince años u obtenían algún título, y también con respetuosa y elaborada prosa despedía a quienes se anticipaban en la partida; y en la era del periodismo virtual sumó su nombre a laciudadrevista.com. Participaba en las transmisiones radiales de fútbol. Todo eso hacía, siempre y cuando no interfiriera con las Nueve lunas de Cosquín.
No recordamos que haya faltado a un Festival de Cosquín. Y si, hubo ediciones que no estuvo Mercedes Sosa, pero Roque siempre estuvo. Daniel Almada, el compañero que se jubilara en la Agencia Córdoba de Río Uruguay, cuenta que en varias oportunidades caminó las calles de Cosquín. Y Roque parecía un “coscoino”, porque todos lo saludaban y conocían.
Solo lo enojaba que no se reconociera que Bochini ha sido el mas grande futbolista que han conocido las canchas del mundo. Podía ser silencioso testigo de una conversación sobre el tema mas diverso, pero imprevistamente, pero siempre oportunamente, metía un estiletazo que podía provocar un estallido de risas o dejar a todos pensativos y callados.
Podía ser artista, periodista, bailarín y animador, pero por sobre todo era un muy buen compañero y para todos una muy buena persona, digna de ser querida.
Ayer, 15 o 20 amigos, antes de la disposición final, rodeábamos su ataud; extrañamente todos estábamos callados; inconscientemente esperábamos su risa o alguna de sus clásicas “salidas”; pero no pasó. Y entonces, todos nos pusimos a hablar, como le gustaba a Roque; y en cada recuerdo, se colaba una sonrisa. Su silencio nos daba cuenta que había llegado a la Casa del Padre. A los 68 años.-