Por Jorge Héctor Bonvin –
No hay dudas que en los años 70 Banco Pelay era lo más parecido al paraíso. Arenas increíblemente finas y blanca, un río extraordinariamente cristalino, una arboleda inmensa. Se daban allí todos los elementos para que esa playa sea considerada como la mejor playa de río. Una playa bastante similar a lo que es hoy Paso Vera pero con una extensión calculada en 7 kms. Después los caprichos del río, según dicen los entendidos debido a la construcción de Salto Grande por un lado y la desidia de quienes vivimos aquí, hizo que esa playa se fuera destruyendo, reduciéndose considerablemente. Ahora, desde hace dos años se está trabajando para que recupere su nivel con el agregado de que las últimas crecientes, al contrario de lo que pasaba con las anteriores, no se ha llevado la arena, sino que ha dejado mayor cantidad.
Pero en los años 70 había un importante impedimento para llegar a Banco Pelay. El Arroyo Molino constituía una barrera que hacía que quienes querían llegar a este lugar debieran dar una vuelta de muchos kilómetros o hacerlo a través del río, cuando en nuestra ciudad no existía la cantidad de lanchas con que hoy se cuenta.
Es así que en 1970, durante la gestión del intendente Miguel Angel Gregori surge la idea de construir sobre el Arroyo Molino un puente que acerque la playa a la ciudad. Finalmente, por decreto 4570 del Departamento Ejecutivo Municipal se autoriza la firma de un convenio por el cual el Colegio Militar de la Nación construiría en el lugar un puente Bailey y se establecía además que la Dirección de Vialidad Nacional sería la encargada de arrendar al Colegio Militar el puente, mientras se encontrara enclavado en el lugar.
Que es un puente Bailey
Este tipo de puentes portátil, de uso fundamentalmente militar, lleva este nombre por su creador. Sir Donald Coleman Bailey que naciera en 1901 fue un ingeniero civil inglés y fue tan importante su invento que el famoso mariscal de campo, Bernard Montgomery señaló que “sin el puente Bailey, no hubiéramos ganado la guerra”. Por lo general se usa para cubrir distancias de hasta 60 metros. Al estar conformado por tramos de tres metros es muy fácil de transportar y su construcción es muy rápida y fácil ya que no es necesario contar con herramientas especiales. Durante la segunda guerra mundial se fabricaron 320 kilómetros de puentes y para nosotros fue muy importante en los años 70 y actualmente lo siguen siendo, ya que el puente de Hierro sobre el Arroyo de la China es de esta característica. Así que quienes echen de menos porque lo han vivido, o los que quieran saber cómo era, por ser muy jóvenes, pueden pasar por este puente y sentir el ruido característico de cada tramo que se va moviendo con el paso de los vehículos.
No alcanzaba
Pero la solución fue muy parcial. Hoy cuando se va a Pelay fluidamente se pasa por un puente de doble mano, donde el único cuidado a tener es con los pescadores a ambos lados. En el puente Bailey se pasaba de una mano por vez y eso producían enormes embotellamientos. Es así que rápidamente se empezó a pensar en una solución. Dos años después de la instalación del puente Bailey se comenzó a planear la realización de un puente definitivo, el que tenemos hoy. Pero eso no sería una tarea fácil, por lo menos no realizable a corto plazo. Es a partir de septiembre de 1972 cuando se empieza con los llamados a licitaciones para la construcción de un puente permanente. Esto lleva muchos estudios sobre la forma de construcción y fundamentalmente estudios de los suelos, una de las complicaciones con que se tropezaba, donde se iban a apoyar las cabeceras.
Es así que recién el 2 de noviembre de 1981, el Poder Ejecutivo Municipal, a través del decreto 7194 procede a llamar a licitación para la ejecución de la primera parte del puente de hormigón de acceso al Balneario-camping Banco Pelay procediendo a la publicación del llamado en los diarios locales “La Calle” y el recordado “Provincia”.
Se hacía mención en el Decreto que se quería construir un puente “que permita comunicar la ciudad con el balneario-camping Banco Pelay, como un complemento imprescindible de la infraestructura montada en la zona de playa de dicho balneario, en atención que el actual puente provisorio –en arriendo- por sus características, capacidad y seguridad, no alcanza a prestar íntegramente el servicio acorde con las exigencias del caso”.
Esta primera parte contemplaba la construcción de los pilotes y cabezales. El 7 de diciembre de 1981 por decreto 7223 se procede a adjudicar la ejecución de la primera etapa por la suma de $ 1.164.792.000 a la empresa Sociedad Cemento Centrifugados de Buenos Aires y en Junio de 1982 se adjudica a la misma empresa la construcción de las pantallas de los pilares y columnas de estribo de hormigón, que también formaban parte de la primera etapa por $ 232.958.400. Algún estudioso de la moneda argentina podrá discernir cuando serían hoy esos más de mil trescientos millones.
Segundas partes fueron buenas
El 15 de junio de 1982, ya con la firma de un nuevo intendente, Alí Honoré Argachá, se hace el llamado para la construcción de la segunda parte a través del decreto 7326 y el 21 de setiembre se produce la apertura de los sobres. Se presentaron la firma CEISA (Construcciones e Ingeniería S.A.), Valentín Guitelman S.A.C.I.I.F., Constructora del Litoral S.A. y la ya conocida empresa que había realizado la primera parte.
Es así que en esa misma fecha se adjudica a C.E.I.S.A. la construcción de la segunda parte que comprendía viga, calzada y vereda por la suma de $ 2.980.645.000.-
Lo que llama la atención en el decreto es que no está establecido el plazo de realización y esto viene a cuento porque hay un decreto, ya en la etapa de democracia, el 1 de noviembre de 1984 donde el intendente Juan Carlos Godoy le reconoce a C.E.I.S.A. la suma de $ 1.183.025 por mayores costos y en el mismo decreto establece un plazo de terminación de la obra en noventa días.
Finalmente fue en el año 1985, durante la intendencia de Godoy que el puente entró en funcionamiento a pleno, pero no existen o no hemos encontrado registro que hablen de una fecha determinada.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 31/1/2018

